Etnografías



Entre nombres, comunidad, y nominación. Aproximación a la construcción del acontecimiento e identidad en un barrio con más de cien años*   





* El presente artículo contiene algunos de los temas tratados en la investigación que corresponde a la tesis en Antropología Social: “¿Barrio El Peligro, barrio Belvedere? Un cambio de nombre nominado: La insistencia de una comunidad que nombra marcando el re-acontecimiento”. Ciencias Antropológicas, FHCE, 2012. En los meses de agosto y setiembre del año 2009 y luego en algunas visitas en el año 2010 se realizó un acercamiento al barrio, su historia y su gente. En esas instancias se llevaron a cabo algunas entrevistas y charlas espontáneas con vecinos de la zona en relación al nombre del barrio. También se realizó en la biblioteca de la Casa de Cultura de Pan de Azúcar y otras fuentes bibliográficas un relevamiento parcial de la historia y origen del barrio. Durante los años 2011-2012 se continuó con el trabajo de campo y la elaboración del texto.

 

 

Resumen: El presente artículo es un avance de investigación donde se intenta conformar algunas ideas entorno a la construcción del acontecimiento e identidad en una comunidad específica, el barrio nombrado tanto como El Peligro o Belvedere de la ciudad de Pan de Azúcar, Departamento de Maldonado, Uruguay. Este barrio se establece en una coyuntura geográfica conformando su singularidad en cuanto muestra ejes de frontera diversos, donde las diferentes etapas y yuxtaposiciones muestran arraigo tanto estratégico político- militar desde la historia y sus mitos, como representaciones que avizoran espacios de identidad personales a ser reafirmados y consumados en el tiempo; desde el propio re-nombrar el barrio en los diversos momentos y la significación que suscita por parte de los habitantes se establecen códigos y representaciones diversas. Incursionando desde la matriz cultural dada en su origen y pasando por un reconocimiento de algunas de las diversas etapas de su conformación, se abordan ciertos significados en relación a los modos de aprendizaje que hacen a la construcción del acontecimiento y representación de la identidad. El barrio El Peligro-Belvedere de constante crecimiento en los últimos años es parte de una cultura donde diversas manifestaciones se acogen de alguna manera en un ser pandeazuquense, y en esta investigación la reflexión transita la construcción del acontecimiento indagando también en los modos estigmatizados, su incidencia, ubicación y valoración, en donde los tiempos y espacios se entrecruzan y reacomodan en la identidad representada.

Palabras clave: Acontecimiento, barrio, identidad

 

Abstract: This article is an advance research which attempts to form some ideas around the construction of the event and identity in a specific community, the neighborhood named both as The Danger or Belvedere The city of Pan de Azucar, Maldonado Department, Uruguay. This district is established in a geographical situation shaping its uniqueness in showing various boundary lines, where the different stages and juxtapositions show roots both strategic political-military from the history and myths, as representations of personal identity envision spaces to be reaffirmed and consummated in time; from renaming itself the neighborhood at various times and the significance arises from the people down codes and different representations. Incursions from the cultural matrix given at source and through a recognition of some of the different stages of its formation, certain meanings are discussed in relation to learning styles that make the construction of the event and representation of identity. The Danger-Belvedere neighborhood of steady growth in recent years is part of a culture which is hosting several events in some way be pandeazuquense, and in this study reflect the construction of the event passes also investigating ways stigmatized, their incidence, location and value, where time and space intersect and rearrange the identity represented. Keywords: Event, neighborhood, identity

Introducción  

 

A partir de la reflexión metodológica desde la antropología y su consecuente acompasar en el estudio de una comunidad en crecimiento y asentada en un lugar específico como sucede con el barrio El Peligro-Belvedere, se abordan diversos conceptos relacionados a la identidad haciendo hincapié en la memoria asociada a la conformación de los diferentes tiempos y espacios como valor de una cultura propia. Los usos, costumbres y sus representaciones se relacionan con los modos de nombrar al barrio y la importancia que adquieren esos decires en sus variados contextos, donde tanto las ausencias como presencias marcan modos de identificar una pertenencia. Para tal propósito se busca indagar en las representaciones que hacen personas que viven solas, otras veces en grupos con edades y actividades diversas, y también en representaciones de la colectividad toda como una cultura particular; la identidad es asumida como la expresión de esa relación personal con el grupo y la cultura donde muchas veces se decide desde la intimidad qué es lo  importante, más allá de que esa representación o su visualidad sea notoria. Encontramos necesario reflexionar sobre diversos conceptos relacionados a límite o frontera, el adentro, el afuera, lo propio y lo ajeno y la dinámica de sus interconexiones desde lo íntimo relacional conformándose así un escenario múltiple y no meramente bipolar. Teniendo en cuenta estos vínculos se proyecta el análisis hacia la percepción del espacio y su temporalidad, mostrando cómo en la narrativa se va decidiendo los elementos a tener en cuenta para la construcción de una identidad que primero será particular y personal, para luego ampliarse hacia una identidad colectiva. En este sentido nos propusimos analizar aspectos que hacen a la conformación del acontecimiento como circunstancia de aprendizaje teniendo en cuenta los aportes de Behares (Behares, 2008) y también indagando los modos estigmatizados, su incidencia, ubicación y valoración, en donde los tiempos y espacios se entrecruzan y reacomodan en la identidad representada no puede haber una ciencia social para la cual no sea necesaria la inclusión de conceptos que hagan referencia al fenómeno que nos ocupa, ligado al desarrollo, al aprendizaje y al cambio/continuidad de lo cultural y social (…)”(Behares, 2008, 19). Es así que se establecen diversos códigos en relación a los modos de aprender y crear los acontecimientos vividos que son re-significados en diversos contextos temporales, dando cuenta de situaciones y decisiones que no siempre son propias sino que también han sido y son ajenas o asignadas como se constata en el propio renombrar el barrio. El nombre El Peligro tiene su origen en las primeras décadas del Siglo XX y está relacionado a la zona y sus bailes que eran muchas veces motivo de peleas dando cuenta incluso de algún caso de asesinato, también eran peligrosas la oscuridad y las inundaciones frecuentes en algunos caminos por las características del terreno. Luego hacia 1950 se lo renombra Belvedere como forma de inserción hacia un estilo de vida moderna-comercial. Si bien este renombrar ha sido ampliamente aceptado sobre todo por los nuevos residentes son muchas las personas que no lo aceptan, tanto entre aquellas que viven en el barrio como entre las que residen en otras zonas de la ciudad de Pan de Azúcar. En el desarrollo de la investigación se observa que esta situación no se debe tanto a que se trate de un nombre u otro, sino de una ausencia de reflexión colectiva en su momento que incluyera las diversas manifestaciones al respecto y la participación de la comunidad para la elección del nuevo nombre. La pesquisa transita merodeando estas cuestiones en un registro que no deja de ser sinuoso y fragmentario como lo son las diversas interpretaciones personales y colectivas (incluida la del investigador), y donde la metodología asume a la persona como parte integral del proceso de desarrollo y avance en un contexto relacional.

 

El contexto etnográfico

 

Actualmente y desde los primeros fraccionamientos que realizara la municipalidad en combinación con el Banco de Pan de Azúcar entre los años 1940-1950 donde se comienzan a vender terrenos, y en los posteriores rediseños de la zona adjudicando nuevos planos ya en la redemocratización uruguaya hacia 1985, el barrio va incorporando pequeñas zonas aledañas que incluso en algún momento tuvieron nombre propio; es el caso por ejemplo de las viviendas de jubilados de Altos Ombúes, una franja de tierra elevada al sureste de la zona cerca de los viejos ombúes. La distribución de la zona y el llenar espacios con nuevos complejos de viviendas etc., espacios que antes estaban vacíos, ha llevado a que las distancias se acorten y que lo que estaba lejos ahora esté cerca, dándonos pistas desde ese origen y la posibilidad de pensar metafóricamente en un entramado que vislumbra un proceso complejo que no se ha detenido y que seguramente siga hasta la saturación. A medida que avanzamos en la investigación y apoyados en una mirada antropológica sobre el espacio que en definitiva es una mirada sobre el tiempo, vamos hilando las representaciones y percepciones sobre qué es lo que constituye la identidad y los diversos modos de apropiarse de ese tiempo adonde habita el acontecimiento. Enclavadas estas cuestiones en un presente y un lugar, se construyen sin embargo desde la multiplicidad temporal en un montaje que no se paraliza aunque deja las marcas de su paso en cada rincón, en cada narración, en cada habitante del barrio, en cada relación íntima con la memoria. Hoy, solamente un predio de terreno en el límite este del barrio está sin edificación y sin embargo ya tiene un destino, un nuevo proyecto de viviendas. En el resto del espacio que pocos años atrás estaba libre se están construyendo otras viviendas (Ej.: las de la zona del cementerio) y se ha hecho el salón comunal que se inauguró en el año 2011. La rápida transformación hacia un hipercontexto en muchos casos no deja tiempo para asimilar o articular la identidad de antaño con su continuidad moderna y más aún si se quiere posmoderna, esto se aprecia en los relatos de las entrevistas y en los modos y uso de valores y actividades relacionadas con el devenir del tiempo. Es decir, la extensiva y rápida utilización del espacio en su mayoría para la construcción de viviendas y la mayor cantidad de habitantes, muestra un impacto geográfico visual muy potente que absorbe en parte la reflexión sobre un posible rescate de aquella vieja identidad. De todos modos esa identidad que subyace desde otro tiempo sí aparece en los relatos, cuando incluso en los casos donde se aclara que no se utiliza el nombre El peligro para referirse al barrio porque no es bien visto, y en todo caso se ratifica que el nombre es Belvedere, todas las referencias de costumbres y valores están fuertemente asociadas a la geografía del lugar y a su origen. La oscuridad, inundaciones, los ombúes y sus historias peligrosas relacionadas a apariciones, espíritus, etc., los bailes y sus querellas, los inicios de las comparsas y el carnaval con sus raíces en los negro humildes que salían del barrio Peligro o Peligrera, y otras tantas cuestiones de relacionamiento mutuo entre vecinos. La justificación que aclara que el nombre El peligro no refleja al barrio en la actualidad, deja solapada la impronta histórica, tradicional y su reelaboración, que ubica en el nombre una identidad sin acotarla solamente a algún hecho aislado, o al texto literal. En algunos casos ese remarcar reiteradamente el uso literal del nombre sin contextualizarlo y basándose en la negación a partir de la marca, refleja o es parte del progresivo hipercontexto que viene creciendo en la zona y el barrio. Por otro lado el nombre Belvedere no cuenta con una referencia establecida y mucho menos con un contenido preciso, o no se utiliza de tal modo, siendo más bien un término ambiguo ya que pasa a reivindicar un pacto oculto (donde los tiempos se disipan) expresado como necesario. Textualmente no se sabe qué quiere decir ni tampoco está definido su contenido según otros parámetros, siendo que no tiene referencias claras por ejemplo a tradiciones o costumbres en la zona. Más bien se asocia a lo nuevo que no se sabe bien hacia donde va, más allá de que se percibe claramente un despliegue general en toda la zona y una progresiva complejidad en las relaciones interpersonales con su cuota de anonimato. Entre lo personal-individual y lo colectivo se encuentran las referencias sobre los distintos nombramientos que muestran esos pactos como lo señala Sonnia Romero Es asimismo importante interrogar la imbricación de los sujetos con lo histórico-social, político y antropológico, para “descubrir” que las subjetividades individuales producen culturalmente “pactos narcisistas” sobre un “pacto social” colectivo.” (Romero, 2011, 196). Esto hace que intentemos un acercamiento a los diversos contextos, los que hacen referencia al pasado y origen del barrio y los contextos actuales. Teniendo en cuenta las referencias al pasado, vemos que las cosas se repiten y se mencionan más o menos las mismas costumbres y acontecimientos importantes siendo recordados como buenos tiempos. En el contexto presente se desdibujan los acontecimientos de interés pasando las costumbres y valores a otro plano, ya no podemos hablar (tampoco para la tradición en su momento) de la identidad del barrio haciendo referencia solamente a hechos particulares, anecdóticos o interpersonales que se mantengan en el tiempo, y que estén muy arraigados a la geografía y visualidad de la zona como sucedió en el pasado. En la actualidad este tipo de de referencias dejaron lugar a otra resignificación del espacio y por lo tanto a otro tiempo mostrando un resorte profundo dentro de la construcción continua de significados en el fluir de las contradicciones objetivas.” (Gravano, 2011, 56). Los diversos contextos no aparecen todos en el mismo plano sino que se producen, mantienen, y reproducen en diversos niveles de apreciación, por momentos exigidos y forzados, o bien dados concomitantemente en acuerdo. La coexistencia de los contextos no es horizontal sino desnivelada y radial, es decir que la trama global del barrio se forma a partir de fragmentos según la apreciación e idea de lugar en un momento, situación, memoria o vínculo determinado; esto hace que el hipercontexto se disuelva, y ya no para volver a una mediación axiomática. Diremos por ahora, y para este trabajo: lugar de la disposición, donde las personas, lugares e historias (lo personal, institucional, tecnológico), se hacen en su definición aún más particular, más íntimo, tanto en su sentido positivo como negativo. En el mismo proceso se produce la reelaboración de la negación como anonimato, dando cuenta en esa artimaña que el anonimato potencia un escenario que no permite la ausencia, y que se afianza cada vez más como propio en tanto el agobio busca ser reinventado. Tal situación queda expuesta en la dificultad para sociabilizar algunos acontecimientos que aunque repetitivos tienen un carácter anónimo y/o eventualmente no visible a no ser en su contexto más inmediato (contexto reducido), constatando la tensión que esto produce.

 

 

La diseminación de los tiempos y espacios - Acopios para la reelaboración de la identidad.

 

Aquella gran familia tuvo que ser reinventada: ¿pero de qué forma fue posible?

 

En principio y tras la paulatina desaparición-transformación de aquella primera gran familia extensa (como los propios lugareños dicen) de espacio de ocupación rural y radial o dispersa, se fue gestando en el barrio “una especie de ghetto autoasumido, desde una re-medievalización de la urbanidad contemporánea” (Gravano, 2011,59). Si bien Gravano para exponer su reflexión apoyado en Harvey (Harvey, 1989) toma como referencia sobre todo los últimos veinte años para referirse a la actualidad, nos es muy útil para ampliar el contexto hacia las décadas de 1940-50 (y tal vez antes) en nuestro caso, donde la confrontación entre los de afuera y los de adentro en el barrio se hizo notar entre otras cosas por cierto control del espacio cuando aquel ghetto del barrio El Peligro impedía en algunas circunstancias el acceso a la zona. Es el caso de las peleas en los antiguos bailes y su contexto donde al tiempo que estos eran abiertos para los moradores que venían de lugares próximos, las revanchas por pleitos suscitados llegaban a confrontaciones entre bandos o contra la policía que muchas veces por los embates impedía la entrada al barrio a los otros, o bien a los del centro como en algunos casos se hacía referencia. Con la transformación del barrio y su impronta moderna aparecen otros escenarios tales como: mayor actividad política y comunal, vida comercial, lugares de enseñanza, actividades en la construcción de ayuda mutua, varias creencias religiosas y lugares de encuentro para las reuniones, y todo lo referido a una población que por su envergadura pasa a ser más anónima y compleja. Al tiempo que estos espacios van siendo apropiados por los nuevos residentes en las últimas décadas, van dejando atrás algunas de sus antiguas señales y enclaves espacio-temporales siendo ahora re-significados. Aquellas familias originarias diseminadas en principio en una zona más amplia de la que hoy advierte los límites del lugar, y que se conformaron en una gran familia de comunicación y ayuda recíproca, pasaron a través de su transmisión generacional por un proceso casi obligado de absorción de ciertos valores con el solo fin de mantener en resguardo partes de una identidad. El interés mayor está en que ese proceso no se ha detenido y más aún está en pleno vigor, vigilante y al acecho para entenderse con la diseminación de ese espacio propio hoy en el lugar de la disposición. Una aparente contingencia que no siempre fue tal, una o varias causas no dichas, y muchos espacios ocupados, distribuidos y construidos en un breve período de tiempo, hicieron de esa transformación precipitada un ámbito propicio para la colecta de valores e imágenes de la memoria conservados muchas veces a través de una complicidad silenciosa. En ese espacio que tiene esos tiempos como vínculo insoslayable, se da la conformación de las identidades y sus representaciones que se reelaboran una y otra vez en las vidas de la gente. “ya sea porque entendamos la identidad como fondo virtual (Lévi-Strauss, 1981) o bajo su dinámica relacional y contrastiva (Bourdieu, 1998).”(Guigou, 2011, 23). En los contextos de relacionamiento aparece entonces el mapa que nos muestra diversos niveles o ámbitos de apreciación de ese pasado: el ámbito de la inmediatez por un lado que asume la memoria en su totalidad, es decir donde esta se hace decisivamente práctica en la vida cotidiana tal vez de manera inconsciente, sin pretender buscar una respuesta (mítica) más allá de la concreción en un momento determinado. Aquí las experiencias vividas son trasladadas a un contexto de relacionamiento en acto donde están coligadas a la persona que evoca mediante valores adquiridos de antaño, actividades, usos y costumbres, frases o comentarios etc., todos relacionados al hacer. Por otro lado aparece la memoria siendo sustancialmente memoria, recuerdo dicho e imaginado donde no se expone una práctica concreta del hacer, sino que la práctica pasa por la imagen o el decir de esa memoria; el desdoblamiento de la vivencia del sujeto aquí va en otro sentido, quizá en el sentido de un diálogo introspectivo con los saberes ocultos, aquellos que no están dados sino que están por ser descubiertos en el pleno uso de su creación. Por cierto que estas representaciones tienen igualmente una relación e incidencia marcada en el hacer aunque no se visualicen en principio como el mismo proceso; tampoco son expresiones o “reiteración de Lo mismo[1] (Guigou, 2011, 11) ni de lo otro ya que son parte de la narrativa que construye la identidad (Guigou, 2011). En ese fluctuar se muestra la cultura estigmatizada del barrio que se reproduce también desde la negación y una consecuente autoexclusión. “Soy rural, es bravo ser rural para tratar en la ciudad, mi vida fue eso nada más”[2]. En este caso lo rural asociado a una historia personal donde la propia familia ha excluido a la persona, conforma la identidad tomando lo que se ha vivido en otro lugar y otro tiempo de un modo sincrónico con la vivencia actual. “Queda para la función mimética de la narrativa el campo de la acción y los valores temporales” (Guigou, 2011, 182). 

 

        

El -lugar de la  disposición- expande y reduce al mismo tiempo el acontecimiento. 

 

¿La imposibilidad de un anonimato buscado?  

 

Lo sustancial en este punto es que el lugar de la disposición expande y reduce al mismo tiempo el acontecimiento. La cantidad de residentes y vínculos hacia otras zonas siguen creciendo al tiempo que aumenta el desconocimiento entre personas, crece el lugar de la disposición y crece el anonimato para reelaborarse. Hoy siendo imposible un trato persona a persona entre todos los residentes del barrio, muchos de los sucesos importantes que se desarrollan tanto económicos, de valores solidarios, políticos etc., están mediados por la reelaboración del anonimato. Paralelamente hay un quiebre con la visualidad identitaria anterior, se hace referencia a los acontecimientos pasados al tiempo que se oculta su marca. En este contexto la negación reproduce aún más una identidad que se separa de otras que coexisten en el barrio. Esta identidad de la negación toma mayor fuerza en lugar de disiparse, donde lo otro aparece redimensionado imposibilitando el anonimato, la ausencia, o el vacío. El estigma reaparece ahora personificado en la palabra peligro soportando el peso de la autoexclusión. En varios casos son los propios residentes del barrio vinculados a familias tradicionales los que intentan contrarrestar la tradición con la avasallante vida moderna a través de la negación de la marca relacionada al nombre El Peligro.

Por otro lado la percepción de los jóvenes en su gran mayoría tanto entre los que viven en el barrio como los que residen en otras zonas de la ciudad e incluso en otras ciudades cercanas, toman en cuenta la tradición dejando a un lado la marca estigmatizante y deteriorada de los mayores, resaltando una identidad fuerte, presente, que reivindica un nombramiento lejano. En otros casos residentes del centro de Pan de Azúcar aseguran que el nombre más usado para el barrio es El Peligro, y que es usado indistintamente por la población en general. Si bien no todos los casos se refieren del mismo modo aparece una tendencia en este sentido cuestionando algunos discursos hipotéticamente instalados, donde ciertas cuestiones que surgen contribuyen a poder visualizar el porqué de tal negación del nombre tradicional. Por los relatos sabemos que el nombre no tiene ninguna connotación negativa exagerada, lo que aparece son algunos episodios en momentos determinados que dieron sustento al nombre El Peligro o La Peligrera, como por ejemplo las peleas en los antiguos bailes, las inundaciones frecuentes en algunos caminos de terrenos bajos, o la oscuridad cuando la zona todavía no cotaba con luz eléctrica. Transcurridos varios años desde los últimos bailes y transformado el espacio hoy con calles de pavimento y alumbrado público, y perdida la identidad que se conformaba entorno a ello, se fue afianzando una marca a partir de la reelaboración de una idea de peligro que solapada reelabora un nombrar permitido. Al no existir en la actualidad ejemplos de los viejos tiempos, situaciones de violencia en los bailes, oscuridad o inundaciones que verifiquen un estado de alerta peligroso, la marca resurge a partir de la negación. Negar un nombre o cambiarlo por otro tal vez no sea de trascendencia sino fuera porque en esa negación están asumidas experiencias de vida fuertemente arraigadas en la zona, que son reprimidas al tiempo que aparecen como vitales en la construcción de identidad. La contradicción que impulsa la puja,  y la identidad como un estado histórico de esa puja” (Grabano, 2011, 56) por aceptar o negar fragmentos del tiempo, de ese y este tiempo, nos da elementos para comprender alguna de las cosas que hoy suceden en el barrio en relación a la construcción de los acontecimientos y sus representaciones, su ubicación, las decisiones tomadas o no, así como la reelaboración y aprendizaje como proceso reflejado en la identidad.  

 

 

El peso de una marca cultural y la resignificación en una identidad cómplice. Algunas consideraciones.

 

La idea de peligro o del peligro tradicional trasciende la negación y está asociada a la vida solidaria de aquella gran familia pionera, inserta en un área geográfica más extensa y dispersa que la que hoy comprende el barrio, y con las dificultades propias de un área rural que en su momento fortaleció el valor del apoyo frente a la adversidad.

En aquellos tiempos era usual que los vecinos tuvieran un relacionamiento diario para resolver contratiempos o bien alguna de la exigencias de lo cotidiano, como cargar agua de los pozos o del arroyo y más tarde de la única canilla que existía en el barrio, lavar la ropa y enseres en las cañadas naturales, la distribución de alimentos, etc., el alumbrado a farol que había que encender en las casas y luego también en algunos pasajes o caminos comunales, el auxilio cuando las carretas se atascaban en el barro, y los acuerdos referidos a la seguridad, salud y demás servicios que no eran accesibles como en la actualidad. Hoy ha cambiado el contexto de valores y por lo tanto también la idea de lo que significa el peligro o lo peligroso y su contraparte solidaria. En este sentido aparece el intento por parte de algunos viejos residentes de borrar una imagen peligrosa a través del uso textual del nombre ahora descontextualizado. Pero ¿cuál es el motivo de intentar extirpar aquel contexto? ¿No se supone que también y sobre todo existieron en aquel entonces los vínculos solidarios que asentaron las bases de esta comunidad?

Esta insistencia literal de la idea de peligro nos es muy útil para recontextualizar la historia, la memoria y la vida actual en el barrio. Se anula de alguna manera el contexto para dar lugar primordial al texto, a la palabra peligro descontextualizada, se utiliza una idea personificada del término peligro al mismo tiempo que se rechaza. Esta bifurcación se nos presenta en la valoración del término ajustado a un tiempo representado como remoto, ya caduco, vació, donde el relato acota el contexto a la marca y ya no como reconocimiento hacia un contexto amplio que incluya la vida del barrio como parte de un nombrar permitido. El quiebre está presente por lo tanto no hablamos de un tiempo que fue y otro que está siendo, sino de un episodio de tiempo donde se encuentra el acontecimiento precisamente a partir de la fragmentación. Teniendo en cuenta el proceso que ha experimentado el barrio y su despliegue actual, podemos decir que los valores adquiridos en las relaciones de antaño están presente ya que han ayudado a forjar todo lo que hoy sucede en el barrio, desde la distribución geográfica y lugares de vivienda hoy expandidos, la conformación de las familias residentes también incrementadas y sus costumbres, aunque con otras características de composición en relación a los integrantes y en viviendas más reducidas, las relaciones con la gente que llega de otros lugares, etc.; tal vez aquí esté el desdoblamiento y uno de los ejes principales para nuestra reflexión. No es tan probable que se pueda adjudicar un término vacío a un no contexto, el término peligro no está vacío porque sí hay un contexto que aunque camuflado o estigmatizado, reaparece en otra lectura y reafirmando esta vez su opuesto, la negación del texto literal mostrando justamente su razón de ser y su signo como tal. De algún modo este doble juego y oscilar constante se va afianzando como parte del proceso metodológico en la etnografía y en nuestra reflexión personal, mostrando que se hace uso literal para salvar lo inasible e inminente que de otro modo quedaría expuesto y en riesgo. Un mecanismo que tal vez sea en gran parte inconsciente y que hace a desdibujar los límites del acontecimiento cuando por momentos no sabemos desde qué lugar o tiempo se está reflexionando, el que recuerda para crear un presente, o el que además recuerda negando. De cualquier modo ambos sentidos, de acopio y de rechazo, están siempre presentes en las representaciones e identidad del barrio. 

 

 

Lo social y lo político en el barrio

 

¿Por qué hay un discurso oficial que ha negado sistemáticamente el nombre EL Peligro si varios residentes de todo Pan de Azúcar (y del barrio) lo llaman también de ese modo y reconocen su legitimidad? (más allá de que siempre lo expongan públicamente). Además: ¿existió una prescripción o nombramiento realmente oficial en algún momento? 

Aparecen varios espacios vacíos, discursos cortados o sin respuesta cuando indagamos en el momento que el barrio pasó a llamarse también Belvedere que de hecho hoy es el nombre oficial. Entre los residentes que viven hace más tiempo en el barrio no hay recuerdos de una fecha precisa donde oficialmente el nombre pasara a Belvedere. Cuando hablamos sobre este tema son muchos los sorprendidos, manifestando que es curioso en realidad que nadie sepa y que intentarán averiguar más al respecto ya que les concernir directamente. Por otro lado si bien tampoco para el nombre El Peligro está bien claro su origen, hay acuerdo en que se tiene más conocimiento sobre el porqué de este nombre como lo señalan algunos pasajes en las entrevistas “Todos sabemos por qué es Peligro o tenemos un idea, cosa  que no pasa con Belvedere”[3].

Las fechas oscilan ampliamente, hay quienes plantean que en los años 1940-50 se dieron las primeras transformaciones en la zona incluyendo el cambio de nombre, quienes sostienen que en el año 1985 al término de la dictadura militar se realizó la apertura hacia la reforma local fraccionando terrenos donde apareció el nombre Belvedere en los planos, algunos jóvenes también sostienen que hace pocos años no más de diez o quince que están escuchando el nombre Belvedere sobre todo por los nuevos residentes en un gran crecimiento demográfico. Estas diferentes visiones sobre el origen del nuevo nombre que no se sabe bien cómo se fue imponiendo y su cohabitar con el nombre tradicional El Peligro, dieron reflexiones en varios sentidos tanto para los habitantes del barrio como para las notas que ayudaron a zanjar algunas cuestiones en el proceso metodológico de la investigación. No faltaron las reflexiones que nos tomaron por sorpresa cuando por ejemplo hablando con una de las familias más  antiguas del barrio, la hija mayor que hoy tiene poco más de cincuenta años, se cuestiona junto a sus hijos si no será que “desde siempre” el barrio se llamó Belvedere invirtiendo así la relación temporal de los diferentes nombramientos. Esto que parece poco probable, de todos modos nos obliga a situarnos en la alteración de esa relación y la posibilidad de ver desde otro lado la construcción del acontecimiento. Aquí no se ve una estrategia política o financiera de imposición referida a un cambio de nombre para dar una buena imagen y lograr vender terrenos, o tal vez no se quiera ver, lo que en realidad interesa es que al retroceder hacia un tiempo aún más remoto que se desdibuja en ese decir desde siempre, nos plantea la posibilidad de que el nombrar se sitúe en definitiva fuera del tiempo. De este modo el quedar fuera del tiempo está acorde a la invención de una especialidad a partir de los tiempos del sujeto, es decir de los tiempos que el sujeto elige para crear la realidad, quedando aquellos enclaves discursivos meramente anecdóticos o históricos del acontecimiento, condicionados a este contexto que surge a partir de la eterna reinvención de la memoria alusiva al sujeto. La postura que se ha sostenido desde la junta municipal en relación a la identidad del barrio, y la reafirmación de una nominación más cercana a la actualidad (también más moderna) influye a modo de espejo, solo que un espejo contradictorio donde refuerza una identidad revelada desde la confrontación, ya no peligrosa o de guerra aunque sí con arraigo a una pertenencia gloriosa y pionera. En este punto el discurso político-oficial muestra una presencia desarticulada, ya que si bien se sabe y dice que el nombre oficial del barrio es Belvedere (auque no por decreto), también se sabe que gran parte de los habitantes de Pan de Azúcar lo nombra El Peligro. En consecuencia el poder que ejerce la autoridad en este caso más visiblemente desde la junta local, se torna apocada en cuanto que la gente interpone acuerdos representativos (no siempre visibles) de una identidad dicha ampliando el uso textual del término Peligro a su contexto de valores. Esta identidad se manifiesta aunque no esté declarada oficialmente, y también desde personas que utilizan el término Belvedere. En este sentido un juego de poder ciego eventualmente solapado, da características propias que por su condición prolongada en el tiempo hace que se pueda vincular con otros acontecimientos en la región e incluso con sucesos que han incidido en Uruguay y en el ámbito internacional. Marc Augé refriéndose al enfoque en la investigación antropología subraya el conflicto a partir de la tensión entre el sentido social y la libertad individual donde aparece el poder y la confrontación tensión entre sentido y libertad (sentido social y libertad individual), tensión de la que preceden todos los modelos de organización social, desde los más elementales hasta los más complejos” (Augé, 2007, 62). Desde algunos ámbitos que hacen al barrio se puede ver una suerte de exigencia al devenir en la zona, a un desarrollo continuo donde ya no hay tiempo y espacios para los tropiezos de épocas pasadas. Borrar la imagen de peligro a cualquier costo puede ser una meta, incluso optando por la descontextualización para resurgir con una postura renovada hacia el tiempo que apremia. Sin embargo, el tiempo de la vida en el barrio no es solamente uno y tampoco tiene un direccionar preestablecido. Aparecen metáforas, partes de historias y encuadres que suscitan recopilaciones de varios tipos, que no son meramente textuales, sino sensibles al encuentro y que incluyen el trabajo de campo y sus vicisitudes también. Todos estos espacios y rincones del tiempo son expresados en varias entrevistas y charlas cuando hablando de recuerdos del barrio y reflexionando en la memoria, se interponen permanentemente sucesos e imágenes que separados podrían parecer contrapuestos o bien referencias a diversos acontecimientos. Sin embargo vemos como se va trazando un minucioso diseño en cada caso y donde solo resta comenzar para que uno mismo (donde nos incluimos), vaya entendiéndose con otras realidades que no solo son discursivas sino que entran en la esfera de lo sensorial, en el modo en que en el hacer y exponerse se va situando y elaborando el acontecimiento. En suma aquí el barrio es la casa segura al tiempo que es la marca perpetua, y no una marca estigmatizada por la violencia o delincuencia en un período, sino más bien por un modo complejo de aprendizaje donde la conformación de identidad se aprecia desde diversas secuencias y etapas representativas de los acontecimientos. En ellas aparecen valores relacionados al trabajo, a la templanza y la fuerza de acción, a la benevolencia, a la familia y otros tantos valores y costumbres con un fuerte sentimiento compartido, y también lo relacionado a cierta opresión, desarraigo, omisión y segregación, adversidad y violencia. El estigma aparece entonces como marca socializada de amplio alcance y no meramente defectuoso como tal vez lo fue o quiso serlo para otros temas y momentos en la historia de la cultura occidental. Es así que las sugerentes connotaciones que se repiten en las narraciones marcan las vicisitudes de la memoria. Por un lado la proyección de una idea de peligro por los encuentros de antaño en los bailes y la oscuridad de la zona, que con frecuencia estaba tiznada de algún encontronazo rebelde entre vecinos donde se sumaban también los allegados. Por otro los lazos vinculados a valores y pertenencia que unía una zona geográficamente más extensa a la actual, en donde había que apoyarse para habitar en un lugar descampado, oscuro y en el que se producían inundaciones frecuentes. En todo caso podemos hablar de varios modos en la utilización de una idea de peligro, los que responden a sucesos vinculados a la cultura tradicional del barrio y sus contratiempos, y los que reivindican un sustrato de valores adquirido a través de la convivencia en un lugar geográficamente peligroso; a todo se suma la reivindicación constante de esos acuerdos y decires. Luego podemos convocar al mito que puede transcurrir tanto en uno u otro lugar, sumando su propio valor a determinada relación, historia o suceso.    

 

 

Reconstruyendo el acontecimiento

 

Como lo mencionamos anteriormente si bien es notorio que hay por parte de los habitantes cierta expresión de pertenencia al barrio que lo encontramos por ejemplo en la legitimación del nombre El peligro, o de otro modo más disperso y reciente con el nombre Belvedere, no existe una idea de identidad colectiva y más bien encontramos la coexistencia de varias y marcadas maneras de relacionarse con la zona. Esto se puede ver incluso cuando se utiliza alguno de los nombres como manifestación de pertenencia clara al barrio, lo que sucede es un encuentro íntimo con la memoria, la vivencia, y la elaboración del acontecimiento, donde cada experiencia al ser dicha se manifiesta como la causa de otra que está sucediendo. En cuanto a esta relación y el modo de aprendizaje del acontecimiento, nos concierne la manera en que personas que llevan varios años (en algunos casos toda la vida) viviendo en el barrio, interpretan en diversos modos un mismo acontecimiento. En el caso del nombramiento del barrio, aparecen diversas interpretaciones del momento histórico en que se designaron los nombres El peligro o Belvedere. Nos preguntamos por qué y en qué medida se relaciona con un modo de acercarse al acontecimiento, más allá de que en esas interpretaciones esté implícito el desconocimiento de datos precisos. En casos de personas que tienen poco o menos tiempo viviendo en la zona es visto que también entre ellas hay intereses y búsqueda de identidad en forma fragmentada, es decir que al no contar con una historia común de origen siendo que provienen de diversos lugares aunque sea dentro del departamento de Maldonado, se marcan formas diversas de asimilación del recuerdo en tanto constructor de la identidad. En algunos casos el recuerdo de una vivencia en un lugar anterior, de origen, trasiega hacia la asimilación del acontecimiento más reciente según la  manera en que se ha dado reconocible ese aprendizaje en la cultura de origen. 

 

 

 

A modo de reflexión final. Los espacios, los tiempos y el sujeto en la elaboración del acontecimiento.

 

¿Qué significa el barrio y dónde se encuentra?

 

Encontramos que la idea de barrio está diseminada en múltiples escenarios dentro del propio barrio donde aparecen tensiones entre los nuevos y viejos residentes como lo vemos en los trabajos de Sonnia Romero “Confirmamos en diferentes grupos etáreos la consistencia de un imaginario ‘barrial’ que se activa cotidianamente en etiquetajes binarios inapelables: hay ‘verdaderos vecinos’ y ‘otros’ recién llegados o intrusos” (Romero, 2011, 200); también ente los jóvenes y los adultos u otras categorías siendo que en cada caso mantienen diversos modos de representación de lo barrial. Además de la puja interna “siempre el barrio tiene el significado de oponerse a algo (a la ciudad en su conjunto, al centro, a otro u otros barrios) por medio de la atribución  / negación o no de un conjunto de valores que conforman lo barrial (Gravano, 2011, 54).

En el caso de los jóvenes, si bien vemos que no es lo mismo ser un joven de una familia tradicional del barrio o serlo de una familia que llegó hace algunos años, se van a mantener de todos modos ciertas representaciones de pertenencia propias al grupo de los jóvenes, “deben estar en el barrio, en oposición a lo barrial como ethos, como valor o conjunto de valores, para que el paradigma siga teniendo eficacia, porque actúan precisamente como motor interno de la identidad” (Gravano, 2011, 55).

Tampoco se ve o representa la identidad barrial del mismo modo entre los mayores que son oriundos de la zona o aquellos que han venido desde otras regiones. Asimismo dentro del espacio geográfico del barrio encontramos diferentes modos de apropiación del terreno a partir de la utilización espacial en relación a la distribución de cosas-objeto, en casos de personas que han llegado por ejemplo desde zonas rurales (cosas u objetos ubicados o esparcidos de determinada manera en el predio de la vivienda).

En estos casos el uso del espacio asociado a una memoria anterior es el impulso para entender-se en el barrio y de este modo re-hacerlo en la  reconstrucción del acontecimiento. De todos modos si bien la referencia no sea hacia un caso de origen rural, esta resignificación estará siempre presente, tal vez con otro alcance de interpretación entre las personas y las cosas-objeto de un modo si se quiere más sutil, más íntimo y menos expuesto. El contexto se complejiza aún más cuando aparece la categoría rural en sí misma diseminada, es decir cuando esa relación con la memoria y las cosas está presente tanto desde el recuerdo de un origen rural del que se partió para llegar a vivir al barrio, como desde la memoria inscrita en los residentes que siempre han vivido en él y que tienen su propia visión del viejo barrio rural. La relación con el espacio geográfico barrio trasciende precisamente ese espacio pasando a un-otro tiempo y es por esto que nos interesa la idea de Bajtin planteada por Gravano “En nuestro caso, es posible relacionar lo popular ligado a la cultura barrial si se trasciende la empiria hacia la concepción bajtitiana de lo barrial en circulación, irradiado y diseminado desigualmente en el conjunto social.” (Gravano, 2011,58). Asimismo pudimos profundizar en una idea de barrio que no aparece precisamente en el barrio, una idea por ejemplo en la plaza de la ciudad de Pan de Azúcar donde se juntan habitualmente varios de los jóvenes del barrio El Peligro-Belvedere y de otros barrios de la ciudad, a comentar entre otras cosas sucesos o anécdotas del barrio y los barrios. Incluso cuando los temas no pertenecen al barrio explícitamente y hagan referencia a otras circunstancias vivenciales de adolescentes o jóvenes, no podemos abstraernos de la idea de barrio ya que esos encuentros además de ser apropiados o re-significados en sí mismos, aparecen desde un narrar que en gran parte ha sido aprendido y reelaborado en el barrio acorde a sus diferentes etapas de apropiación y diferencia. 

 

 

El aprendizaje y el contexto

 

Las referencias a lo moderno en el barrio y la disyuntiva entre moderno y tradicional aparecen como implicancia asimilada en diversos sentidos, distorsionada y manifiesta, donde casi no queda tiempo (y espacio) para pensar-se tampoco ya como posmoderno, ni como alguna otra cosa. Entre estas pujas y contra-pujas vemos que la escenificación de lo moderno lleva a una suerte de negación de la diferencia y seguimos a Sonnia Romero al comentar las reflexiones de Michel Mafesoli en su visita a Uruguay en el año 2009: “En la modernidad todo va a ser reducido al Uno, al todo como Uno. Este monismo va a suscitar la gran paranoia occidental: el mundo occidental juega a la negación.” (Romero, 2011, 197). En este trabajo se pudo atender a la negación en la reconstrucción del acontecimiento y la identidad donde esta (negación) actúa y procesa como frontera de acción simbólica dentro del múltiple juego de la representación, y donde además se suscita al tiempo que la frontera va desapareciendo, o va quedando solapada como tal, agudizando aún más la razón de ser de tal negación en sus diversas manifestaciones. Podemos observar por ejemplo que aunque no se niegue a los nuevos habitantes que residen en las  viviendas de ayuda mutua, etc., o se crea incluso que es positivo su asentamiento en la zona, en cierto modo son igualmente los intrusos por ser invisibles ya que no tienen vínculo con la gente de tradición en el barrio. Según las reflexiones de algunos viejos residentes podríamos decir que están ahí para ser vistos al pasar y no tienen mayor relevancia para una tradición total. Insistiendo el transitar por este juego de las representaciones ahora a modo de inversión, vemos que esa invisibilidad pretendida hace a un proceso de negación tanto de lo nuevo, como de negar-se en parte como tradición en un contexto identitario que sofoca, y donde el barrio va perdiendo aquello antes de asumir esto otro. Entonces, ¿quiénes construyen ahora la tradición que debe ser reelaborada? Pareciera si seguimos esta lectura que nadie podría asumir esta tarea y que la reelaboración quedaría postergada en tanto lo tradicional es algo que estuvo y ya no vuelve, y que en el futuro siempre hablaremos de la misma tradición capturada en un-otro tiempo que compareció hasta que se impuso lo moderno. Y entonces nuevamente ¿qué es lo moderno? Volvemos ahora sí a insistir en que este giro tenso hace a la reelaboración también como aprendizaje en un sentido amplio de asimilación, donde esta no se muestra desde una tradición típica y acabada ni tampoco desde un constante devenir exclusivamente moderno o posmoderno, o algún otro contexto tentativo que pueda dar lugar a una visión abrumadora o agonizante. Asimismo hacemos referencia a una reelaboración que si bien puede aparecer en algunos escenarios del lugar de la disposición con ciertas pretensiones, no está atravesada y flagelada en su totalidad por una visión de un modelo particular cualquiera sea este, y que alcance por lo tanto aturdir y ofuscar las diversas manifestaciones que son constitutivas de tal construcción y representación. No es posible en tanto que el límite al tiempo que inventa el acontecimiento se disipa como límite. Podríamos decir que mientras más límites más cantidad de manifestaciones se desvanecen hacia una sola demarcación posible, o hacia el acercamiento entre las marcaciones e inscripciones como tales, que en descontento con lo Uno producen y vitalizan la reelaboración.  

 

 

 

Los nombres, las marcas y la identidad

 

Parte de lo que se podría nombrar como tradicional o las representaciones que llevan adelante algunas personas pertenecientes a esa cultura de la tradición en el barrio, no está presente en la negación solamente para ser negado u omitido. En la diversidad de las manifestaciones íntimas de acercamiento a la memoria, del propio aprendizaje y reelaboración de la identidad, las marcas y los nombres están presentes muchas veces como partes del proceso que asegura un cobijo perdurable para valores y sensibilidades que de otro modo estarían amenazadas. Por tal motivo las marcas no son solamente marcas estigmatizadas aunque aparezcan en tal sentido expuesto desde los diferentes actores, y a veces desde los propios celadores de esa tradición cuando nos vinculamos en un primer acercamiento o visto en su exposición pública. “Las subjetividades al componer imágenes sobre lo construido desafían la certeza sofocada, no verbalizada, del carácter finito de las personas, de las obras, de las civilizaciones”. (Romero, 2011, 196). Tampoco los nombres son solamente texto literal o inscripciones en desuso, sino que en su pleno uso aseguran que entre la tensión que suscita el nombrar permitido y los arrebatos de la identidad, aparezcan múltiples matices, contingencias y certezas que son el motivo de la permanente ebullición y autodefinición; será cuestión de agudizar la mirada y los sentidos para poder ser parte. Teniendo en cuenta los diversos nombramientos podemos decir que en el barrio el tiempo no es solamente uno, lo que aparece es más bien un entramado de acontecimientos nombrados y re-escriturados en un lugar dinámico que se va acomodando entre el decir, el reafirmar, y los diversos usos del espacio en relación muchas veces al diálogo íntimo con la memoria.

 

 

La recomposición del sujeto

 

La diseminación del decir también nos da motivos para pensar en varios cuerpos vividos por el sujeto en tanto que la recomposición es eterna. La ligereza y por momentos urgencia por relatar ciertos episodios o revivirlos por un instante reelaborando un pseudo-escenario, están marcando por un lado un tiempo que ya no cuenta con un momento determinado en un espacio concreto, y por otro lado precisamente por eso, que ese tiempo debe ser reutilizado cuando se presenta la oportunidad. El sujeto así se recompone de manera permanente haciendo uso de sus memorias, no para quedarse en ellas sino para hacerlas útil en su plena cotidianidad. Esta diversificación del sujeto se constata en un lugar (cualquiera sea) que tiene como sustrato indeleble a un tiempo, y que se precipita como lo real en tanto su propia fugacidad lo requiere vigente; ese tiempo que es uno, lleva la impronta de ser atravesado por todos los tiempos. La representación puede aparecer como un diálogo interrumpido, o más bien irrealizable donde el puente que aúna los tiempos y generaciones se cortó en algún lugar descartando parte de su recorrido para salvar una imagen, la de un barrio en progreso. Sin embargo esa imagen no está a salvo, se inunda permanentemente de la obcecación que reprime un decir al tiempo que no hay posibilidad de negación real; no es posible negar la memoria cuando ésta actúa en un presente activo, lleno de asociaciones reales. La conformación de la dimensión tiempo no está dada simplemente por el pasaje de un estado-tiempo a otro o la asimilación recíproca, además converge en las vicisitudes personales, los deseos y las decisiones en cada paso de la elaboración. Esa elaboración es a su vez  reconstrucción siendo que el riesgo que presenta lo nuevo, emana en gran parte de la representación de un otro-tiempo y del lugar que se le adjudicó como marca. En este sentido no se trata simplemente de atenuar los riesgos y las responsabilidades negando una visión de barrio moderno y en progreso, en todo caso también la evasiva de ese otro-tiempo anterior, produce, o reproduce un llamamiento que muestra la reubicación ineluctable de las representaciones todas que se fueron gestando en el barrio desde sus orígenes; hoy este campo de espacio-tiempo aparece como pugna a la ves que resistencia.  

 

Bibliografía

Augé, Marc, El oficio de antropólogo, Barcelona, Gedisa, S. A., 2007, 62.

Behares, Luis, E., “Enseñanza-Aprendizaje revisitados. Un análisis de la “fantasía” didáctica”, Behares, Luis, E. (Director), Bordoli, Eloísa, Fernández, Ana, M., et al, Didáctica Mínima. Los acontecimientos del saber, Montevideo, Psicolibros, Waslala, 2008 [2004], 19.      

Gravano, Ariel, Imaginarios barriales y gestión social: trayectorias y proyecciones a dos orillas”, Sonnia, Romero, Gorski, Anuario Antropología Social y Cultural en Uruguay 2010-2011, Montevideo, Nordan–Comunidad, 2011, 54, 55, 56, 58, 59.

Guigou, L., Nicolás, Religión y producción del otro: mitologías, memorias y narrativas en la construcción identitaria de las corrientes inmigratorias rusas en Uruguay, Montevideo, Lucida Ediciones, 2011,11, 23,182.   

Romero, Gorski, Sonia, “Conferencia: Punto de vista antropológico sobre temas de la ciudad”, Sonnia, Romero, Gorski, Anuario Antropología Social y Cultural en Uruguay 2010-2011, Montevideo, Nordan–Comunidad, 2011, 196,197, 200.

 



* El presente artículo contiene algunos de los temas tratados en la investigación que corresponde a la tesis en Antropología Social: “¿Barrio El Peligro, barrio Belvedere? Un cambio de nombre nominado: La insistencia de una comunidad que nombra marcando el re-acontecimiento”. Ciencias Antropológicas, FHCE, 2012. En los meses de agosto y setiembre del año 2009 y luego en algunas visitas en el año 2010 se realizó un acercamiento al barrio, su historia y su gente. En esas instancias se llevaron a cabo algunas entrevistas y charlas espontáneas con vecinos de la zona en relación al nombre del barrio. También se realizó en la biblioteca de la Casa de Cultura de Pan de Azúcar y otras fuentes bibliográficas un relevamiento parcial de la historia y origen del barrio. Durante los años 2011-2012 se continuó con el trabajo de campo y la elaboración del texto.
 
 
 
[1] Ver sobre el sentido de idem y de ipse a partir de Ricoeur: Guigou, 2011.
[2] Entrevista: mujer oriunda de la zona rural próxima a la Ciudad de Minas (Departamento de Lavalleja)    que fue a vivir al barrio de joven al casarse con uno de los hijos de las familias tradicionales de la zona.
[3] Entrevista a madre de familia oriunda del barrio.


 

Etnografias



Origen, memoria y acontecimiento. Identidades en un barrio en plena elaboración.·                                                                                          

 
 


 

Resumen: El presente artículo aborda algunas ideas entorno a la construcción del acontecimiento e identidad en una comunidad específica, el barrio nombrado tanto como El Peligro o Belvedere de la ciudad de Pan de Azúcar, departamento de Maldonado, Uruguay. Mediante algunos ejemplos a partir de la etnografía realizada, se transita por los orígenes e historia del barrio, el uso de sus nombres, así como por la memoria asociada a ello desde las diversas representaciones que realizan sus habitantes. La ciudad de Pan de Azúcar que tiene algunas connotaciones particulares como establecerse en una coyuntura geográfica mediada por la historia de la región y su paisaje natural, muestra ejes de frontera diversos que en la actualidad son re-elaborados. Ind



Palabras clave: Acontecimiento, barrio, identidad




Abstract: This article discusses some ideas around the construction of the event and identity in a specific community, the neighborhood named both as The danger or Belvedere Thecity of Pande Azucar, Maldonado, Uruguay. Using examples fromethnography done, it goes through the origins and history of the neighborhood, the use of their names, as well as the memory associated with it from the various representations made​​its inhabitants
agando en los diversos modos de construir identidades a partir de la –persona- y teniendo en cuenta las vicisitudes del trabajo de campo desde la antropología, se toma como lugar de reflexión el acontecimiento desde diversas manifestaciones; en tal sentido se profundiza en los significados con relación a los modos de aprendizaje de ciertas vivencias y la representación de la identidad. El barrio El Peligro-Belvedere en constante crecimiento los últimos años es parte de una cultura donde diversas manifestaciones se acogen de alguna manera en un ser pandeazuquense, y en e
sta investigación la reflexión transita la construcción del acontecimiento indagando también en los modos estigmatizados, su incidencia, ubicación y valoración, en donde los tiempos y espacios se entrecruzan y reacomodan en la identidad representada.



.The City of Pan de Azúcar has some specific connotations as established in a geographical situation mediated by the history of the region and its natural landscape, shows various border lines that are currently re-processed. Digging into the various ways to construct identities from the-person-and taking into account the vicissitudes of fieldwork from anthropology, is taken as a think-tank the event from various manifestations, in which sense it delves into the meanings relation to certain modes of learning experiences and the representation of identity.

The Danger-Belvedere neighborhood of steady growth in recent years is part of a culture where various events take refuge in some way be pandeazuquense, and in this study reflect the construction of the event passes also investigating ways stigmatized, their incidence, location and value, where time and space intersect and rearrange the identity represented. Keywords: Event, neighborhood, identity

 

Introducción 

 

Los usos, costumbres y sus representaciones se relacionan con los modos de nombrar al barrio y la importancia que adquieren esos decires en sus variados contextos, donde tanto las ausencias como presencias marcan modos de identificar una pertenencia.

En este trabajo etnográfico se busca indagar en las representaciones individuales y colectivas reflexionando sobre diversos conceptos relacionados a límite o frontera, el adentro y el afuera en un contexto particular, lo propio y lo ajeno, así como la dinámica de sus interconexiones desde lo íntimo relacional donde se conforma un escenario múltiple y no meramente bipolar. Se hace hincapié en las representaciones que hacen a la construcción del acontecimiento donde los tiempos de las memorias y las narraciones se juntan y bifurcan en múltiples metáforas y partes de historias. En el desarrollo del trabajo se abordan diversos alcances entorno a la identidad del barrio “El Peligro-Belvedere” de la ciudad de Pan de Azúcar, departamento de Maldonado. Se indaga a partir de la reflexión en la memoria, el recuerdo, y la vida actual de sus habitantes, asociado a la conformación de los tiempos y espacios como valor de una cultura propia. A través de la elaboración de la narrativa se va decidiendo los elementos a tener en cuenta para la construcción de una identidad que primero será particular y personal, para luego ampliarse hacia una identidad colectiva. Nos propusimos analizar aspectos que hacen al acontecimiento como circunstancia de aprendizaje teniendo en cuenta los aportes de Behares, (Behares, 2008) y también indagando los modos estigmatizados, su incidencia, ubicación y valoración, en donde los tiempos y espacios se entrecruzan y reacomodan en la identidad representada. En tal sentido se establecen diversos códigos en relación a los modos de aprender y crear los acontecimientos vividos que son re-significados en diversos contextos temporales, dando cuenta de situaciones y decisiones que no siempre son propias sino que también han sido y son ajenas o asignadas como se constata en el propio renombrar el barrio. La pesquisa transita merodeando estas cuestiones en un registro que no deja de ser sinuoso y fragmentario como lo son las diversas interpretaciones personales y colectivas (incluida la del investigador), y donde la metodología asume a la persona como parte integral del proceso de desarrollo y avance en un contexto relacional. “Nos planteamos la identidad en su aspecto relacional, cuando está dotada de eficacia social y produce efectos sociales reales (según F. Laplantine, 1996), que no están necesariamente circunscriptos al conflicto, sino a la distinción (unos de otros).”  (Romero, 2001: 78)

 

La relación entre los “hechos” y la construcción del acontecimiento

 

Comenzando directamente con algunos ejemplos y haciendo mención a la dictadura militar en Uruguay entre los años 1973 y 1984, encontramos que los discursos mantienen en algunos casos secuencias de tiempo dislocadas no siempre visible en una primera interpretación. En Pan de Azúcar y lindante al barrio se produjo un hecho muy conocido (sobre todo en la zona) en la dictadura mencionada que se interpone entre los nombres El Peligro y Belvedere; tomamos el testimonio de Mirta que vive actualmente en el barrio para mencionar el hecho. Se trata del asesinato de un residente de la zona, Pascasio Báez un paisano muy querido que vivía en el barrio por aquel entonces todavía más El Peligro que Belvedere, y que al ir a recoger su caballo y luego de avistar casualmente a una persona entrando a un campo (tatucera) fue desaparecido y luego de unos meses encontrado muerto en la zona. Según se confirmaría luego la muerte se produjo por la decisión de algunos de los integrantes del Movimiento de Liberación Nacional ya que en aquel campo había un recinto de refugio. Este suceso muy conocido y recordado por todos los viejos residentes marca hoy una reflexión adicional para nuestro tema y lo tomamos más allá de la indagación política al respecto, ya que nuestro interés se centra en el modo como la persona en este caso va elaborando el discurso para reconstruir su propio acontecimiento. En el largo proceso a través del cual el oficialismo de turno y cierta élite comercial en su momento han intentado dejar atrás un nombre y valerse de otro para designar al barrio, proceso no acabado y que hoy continúa sobre todo promovido desde el ámbito político, este caso reaparece hoy como una “marca” que se asocia al oficialismo y al nombre Belvedere al tiempo que se repudia el acto de violencia y de “peligro” llevado acabo. La adjudicación de un nombre como Belvedere renovado y readaptado (según perspectiva de la junta local) a un barrio “próspero” en pleno desarrollo demográfico, no se aprueba en esos términos y más bien se le asigna en este caso un contexto negativo. El interés está en que las diversas interpretaciones nos permiten ver cómo ese fluctuar constante entre el uso literal del nombre o no, y la resignificación del contexto, se van acomodando según el interés y la situación. Por momentos se cruzan los contextos de referencia así como el uso de ambos nombres, que además son utilizados tanto “textualmente” sin referencia precisa al contexto sea pasado o presente, o en relación directa a su contexto. El alternar vuelve a estar presente en la identidad y en este caso está fuera de una dimensión política o partidaria. No se trata de tener en cuenta solamente una dimensión histórica o temporal para colocar la identidad en relación con algún hecho concreto, más bien se parte de un sentir propio, personal, para luego construir el andamiaje identitario y sus valores. En esta trama Mirta identifica aquel suceso como infame y peligroso que no se acepta en absoluto como escusa de una situación particular que estuviera viviendo el país, o por alguna otra causa cualquiera sea. En consecuencia se coliga lo negativo de esa situación con el actual oficialismo en Pan de Azúcar, marcando el peligro e incertidumbre suscitados en el pasado y trasladando al presente ese sentir que termina por invertir el sentido de los nombramientos. Todo el resabio que podía tener el nombre El Peligro para insertar al barrio hacia un futuro próspero, se anula para recomponer el contexto de valores de aquel barrio viejo y sus habitantes. Por otro lado al interpretar el hecho ocurrido y situarlo en un vínculo hacia algunos de los integrantes del actual gobierno de izquierda, el nombre Belvedere queda menoscabado en todo sentido asociado al oficialismo. No se trata de un conflicto político o partidario sino de una “visibilidad” de ciertos valores donde la persona interpone decididamente su interpretación, incluso quedando en evidencia que se desconocen las circunstancias del suceso en profundidad y además repudiando la dictadura en todo sentido. Nos interesa siendo que la relación de valores y nombres se ubica según el modo en que la persona aprehende y elabora el acontecimiento, no basándose en los hechos particulares y/o anecdóticos meramente dados a su conocimiento, sino desde su construcción como parte de una identidad que insta a ser reelaborada cuando la situación lo requiere. Un modo de asegurar una pertenencia en base a los valores solidarios del barrio y reivindicando su historia, que a partir de un hecho concreto pone en evidencia la confrontación y el conflicto, no para quedarse en ellos sino como “motor” para forjar una identidad. Al referirse a la relación entre la biografía de una persona en el pasado y la del presente Goffman dice: “La superación de esta discontinuidad se simplifica cuando el individuo se ha convertido en alguien que no desacredita su vida anterior y cuando su pasado no desacredita demasiado su vida actual (…)” (Goffman, 2008: 103). A su vez en este mismo caso las referencias al peligro que produjo la dictadura militar se interponen además con el peligro que conformaba la guerra como totalidad, ahora haciendo mención a la “guerra mundial” aunque no queda claro a qué guerra mundial se hace referencia. Mientras se recuerda la muerte de aquel paisano y su relación con él como vecino se metaforiza sobre -el peligro-, en relación también a la memoria auditiva al recordar los “tremendos ruidos” de los aviones pasando por Pan de Azúcar, porque como Mirta dice en el relato “comenzaba la guerra”. Ella interpone sus recuerdos a medida que hablamos como intentando transmitir una imagen global de sus vivencias y sensaciones por aquellos años. El modo como lo lleva a acabo es una posibilidad de reflexión para nuestro estudio, siendo que de un hecho concreto como es el caso de la muerte de su vecino y una descripción más que nada visual, se abstrae hacia otros ámbitos de su sensibilidad dándole a ambas dimensiones (visual-auditiva) la misma importancia. Nos interesa ya que se produce en el mismo encuentro “presente” un desdoblamiento de la memoria a través del montaje “categóricamente” seleccionado. De alguna manera rompe con una linealidad concatenada visualmente, introduciendo otro sentido (el auditivo) y otro tiempo, un tiempo al que hace referencia como de guerra mundial aunque sin darnos pistas precisas sobre a cuál guerra se refiere. Sabemos por su edad que durante la segunda guerra mundial ella era una niña, lo que no sabemos es si aquellos ruidos de aviones a los que hace referencia eran parte de esa época de conflicto mundial del cual sin embargo Uruguay se mantenía bastante alejado en principio, o si está haciendo referencia en su relato a la dictadura militar uruguaya comenzada en 1973. Tal vez ella confunda las fechas y los episodios con cierta intencionalidad (consciente-inconsciente) para elaborar su metáfora, tal vez no haga hincapié en hurgar datos precisos en el bagaje de sus evocaciones y ese sea el motivo de elaboración de su relato, donde no interesa tanto lo que pasó sino cómo fue percibido o más bien, sentido. Es posible también que no tenga o que no haya tenido presente en esos años toda la información al respecto sobre los episodios internacionales o políticos locales, y que tuviera un modo de vida diferente al que se vivía en las capitales, centros de poder y la propia ciudad de Montevideo. De todos modos lo que más nos interesa es la elaboración o reelaboración que ella realiza en el relato, y que está en relación tanto a momentos y situaciones vividos en la zona y en el mundo en diferentes períodos, como con su propio vivir y sentir cotidiano siendo desde allí precisamente que se construye el montaje a partir de la elección. Siguiendo a Gravano ponemos atención a esas representaciones que la persona construye teniendo en cuenta su ciudad, pueblo, o barrio. “Re-entrenarse para penetrar esas superficies opacas que la ciudad ofrece como un paradigma sinfónico (como decía Mumford) de imágenes que, paradójicamente, debe ser imaginado día a día podría ser la agenda de estos días.” (Gravano, 2011: 63). Como sucede en otros momentos y situaciones de la investigación en este entramado donde se representa la idea de peligro de modos diversos, también se inserta el nombre “literal” del barrio tradicional ejerciendo por momentos una dimensión exagerada en cuanto a su espacio y fuerza de acción. En tal sentido el uso textual y “redimensionado” del nombre El Peligro está directamente en relación a su contraparte como salvaguardia de un barrio anterior, tradicional, y la representación de sus valores. Esto se da en un contexto donde muchas veces la omisión y la “marca” actuaron antes, durante y después de la dictadura, y donde algunas vivencias y actividades que se recuerdan del barrio tradicional mantienen la relación con el presente aunque no siempre sean “visibles”. El hecho de resaltar algunos episodios de peligro en el pasado en algunos casos está asociado a la negación que generan otras vivencias también del pasado, y que aparecen visibles a través del uso descontextualizado del nombre El Peligro haciendo énfasis en la “marca” literal. Unas pocas décadas atrás ese contexto (ahora descontextualizado) se dio por ejemplo a través de las relaciones laborales y sus diversas etapas en la zona. Muchos residentes dependieron en algún momento de trabajos de mucha exigencia y sueldos irrisorios, con los servicios básicos no resueltos y a los que había que resignarse por ser las únicas fuentes laborales, propuestas estas desde los grandes estancieros en beneficio de sus producciones comercial que avalados por el estado habían afianzado la explotación de la zona. Es el caso por ejemplo de las plantaciones de papa donde existían jornadas de 14, 16 o 20 horas en las que había que sumar “bolsa llena”, esto es que a mayor cantidad de recolecta mayor sueldo ya que el pago era por bolsa y por lo tanto la suma exigía una gran cantidad de bolsas llenas para obtener un jornal. También las pagas por hora exigían horarios muy extensos para lograr un salario medianamente digno, y en la mayoría de los casos no tenían ningún tipo de beneficio de descuentos laborales para un amparo futuro. Hoy muchos de aquellos trabajadores por no haber contado con los beneficios jubilatorios etc., se encuentran en una situación que prolonga aquel desamparo sin lograr una respuesta, ya que no tienen la posibilidad de “demostrarle” al estado aquellos años trabajados del modo y con los trámites que el estado les exige; es el caso por ejemplo de algunos integrantes (mujeres y hombres) de la comunidad afrodescendiente hoy ya prácticamente desaparecida. Esta comunidad con integrantes que vinieron de varios lugares del interior se afianzó desde la primera mitad del Siglo XX en el barrio Peligro, El Peligro, o La Peligrera como se le llamaba por aquellos años, en un predio cercano a la plaza de la ciudad en una zona que posteriormente se nombró también como “barrio del centro” precisamente por ser la zona del barrio El Peligro-Belvedere más cercana a la plaza y centro de Pan de Azúcar. En los últimos años el fallecimiento de varios de sus integrantes y los traslados hacia otras zonas en busca de nuevas posibilidades, hicieron que esta comunidad prácticamente desapareciera en el barrio. En relación a los grupos estigmatizados tomamos otra cita de Goffman:

 

“el problema fundamental relativo a estos grupos es su lugar en la estructura social; las eventualidades que enfrentan estas personas en la interacción cara a cara son solo una parte del problema, y no pueden comprenderse totalmente sin una referencia a la historia, al desarrollo político y a las estrategias habituales del grupo.” (Goffman, 2008: 159)

   

Otras situaciones de aquel ámbito vivido en el barrio refieren por ejemplo a la distribución del espacio y los servicios básicos, como el alumbrado eléctrico en las casas y tardíamente en la vía pública, el agua potable que llegó con la instalación de una primer y única canilla en uno de los caminos, el saneamiento, la caminería y luego pavimentado de las calles, y el transporte público. Todos servicios muy postergados si tenemos en cuenta en las fechas que el alumbrado en la vía pública por ejemplo tiene unos 15 años y el saneamiento inclusive algunos años menos, dándonos la pauta de cierta omisión y su “marca” hoy reflejada en un modo particular de resignificar a través del discurso. 

 

Reconstruyendo también la identidad, más sobre la elaboración y la persona

 

Para profundizar en esta compleja construcción pondremos a consideración algunas reflexiones que pensamos son propias de cualquier acontecimiento y de interés para nuestro estudio, señalando que el modo de aprendizaje de un fenómeno sea de cualquier origen o circunstancia es constitutivo de la identidad formada y por tanto de las decisiones en la praxis en cuanto proyección. Nos planteamos entonces imbuirnos en los códigos de relacionamiento que hacen a ese “captar” el fenómeno, suceso o acontecimiento de una manera determinada para aprenderlo- aprehenderlo y así hacerlo real. Haciendo también hincapié en el desplazarse de la persona, partimos de la reflexión en tanto que está el movimiento constante y nos preguntamos: ¿qué incidencia tiene en la persona el modo de aprendizaje de ciertos valores concebidos en su cultura de origen?, y como pregunta conjunta: ¿de qué manera se conserva esa forma de aprender o reconocer en la construcción del acontecimiento actual? Desde el vínculo entre la persona y el barrio y donde la institución (política, de enseñanza, etc.) está siempre presente aunque más o menos visible según el lugar que se le asigne, la investigación va transitando por los diversos modos en que el acontecimiento es aprendido, e indagando en las formas de establecer las representaciones que se reelaboran y estabilizan en una simultaneidad.  

  

Cuando la historia personal es puesta en tela de juicio, auto-reflexiones en historias de vida. Un caso de empresa y terrón

 

Enrique es el sobrino del primer propietario y constructor de la vivienda que ahora ampliada y reformada es en parte un almacén, agencia de remises, y más recientemente también sala de máquinas de azar, todo en un complejo que comenzó en un rancho de terrón. Hoy él revé su pasado haciendo uso de la memoria para seguir construyendo lo que llama “darse un gusto tremendo”, cuando planifica cada nueva inversión estratégica para sus negocios con un entusiasmo envidiable, sin por ello dejar de hacer referencia a su “humilde infancia de trapos viejos” como dice.

 

De rancho de terrón a agencia de remises - El mismo lugar, otros tiempos

 

De niño Enrique vivió en una familia muy humilde de diez hermanos donde los remiendos de trapos viejos eran habituales. Ahora con 60 años sus ilusiones y proyectos hacen conciliar las experiencias pasadas con lo que diariamente realiza de un modo alentador. Como él mismo dice se saca las ganas de hacer lo que antes no era posible, y hace mención por ejemplo a uno de sus vehículos nuevos cerco quilómetro que utiliza como remís que realmente impacta por su modelo. Él va reelaborando su discurso en la intimidad de la memoria en un entramado que luego de estar listo da a conocer. Allí están los buenos y malos tiempos de su niñez, su juventud, los cambios y desplazamientos varios a los que tuvo que enfrentarse por razones laborales, y muchas otras vivencias que recordadas se hacen parte de sus actuales proyectos. Según Goffman todos tenemos o hemos tenido en algún momento experiencia con un estigma “el  problema ya no consiste en saber si una persona tiene experiencia con un estigma, porque de hecho la tiene, sino más bien cuántas son las variedades de esa experiencia.” (Goffman, 2008: 162). Una tarde mientras charlábamos un rato sobre la temporada de verano que es cuando hay más trabajo en el turismo sobre todo hacia Piriápolis y Punta del Este, un amigo suyo y compañero de trabajo en la agencia de viajes hace algunas reflexiones sobre el desempeño como chofer de traslados para turistas. Dice que le gustaría que existiera por parte del estado un asesoramiento en el cual él pudiera formarse para tener mayor conocimiento de la zona y su historia, todo esto luego de que habláramos un poco sobre el motivo de esta investigación y la antropología. Su reflexión se basa en que sería mucho más productivo en todo sentido que los chóferes que trasladan turistas puedan evacuar dudas relacionadas a la cultura y geografía de la zona, siente que conoce muy poco al respecto. La charla se tornó aún más interesante cuando intervino Enrique reivindicando el conocimiento que ellos ya tienen por haber vivido toda la vida en la zona y que es muy valioso. A todo esto su amigo en un momento le recrimina diciendo que lo que él (Enrique) hace es payar porque en realidad no sabe mucho. De algún modo esta doble lectura y el contexto en que se da la charla entre ellos en esos minutos, termina por volverse complicidad y alianza. Tanto lo que uno u otro proponen aunque en una primera instancia podría verse como opuesto, lejos de esto es complementario ya que en sus reflexiones se puede ver la búsqueda del intercambio. No solo un intercambio somero entre “ellos” que son los que conocen la cultura por haber vivido allí y la institución oficial que emprendiera en todo caso el cometido de brindarles más información, sino un intercambio también “silencioso”, más profundo que los vincula y nos vincula a todos los que estábamos allí esa tarde.

 

“igualmente tenemos que destacar la importancia referencial del paisaje, de la memoria que historiza el lugar, de las relaciones sociales que definen

un estilo de vida manteniendo redes locales, familiares, productivas, de vecindad o de amistad. Así también la importancia de los testimonios históricos que marcan materialmente y simbólicamente una línea de continuidad y pertenencia” (Romero, 2000: 142)

 

Sutiles y grandes diferencias

 

En otro encuentro en la empresa de remises otra situación dio lugar nuevamente a la sorpresa. Estábamos hablando del motivo y proceso de mi trabajo en el barrio y Enrique se mostró muy interesado en saber cuál sería el destino, cómo se daría la difusión del mismo. Su insistencia me llamó la atención ya que no lo esperaba de ese modo en el que se me daba el crédito de poder vender el resultado del trabajo como libro, contando con la aprobación e interés de algunos residentes del barrio. Por supuesto había intentado explicar mi propósito y que realizaría un trabajo final y escrito, aunque en ningún momento se había hablado de editar un libro y mucho menos sin saber realmente (en ese momento aún menos) cuál sería el contenido del mismo. Enrique, más allá de mi reincidencia en aclarar el propósito de la investigación que tenía un parámetro en principio dentro de la realización de proyectos de campo, insistió en que era necesario tener ese registro enfatizando además en su sentido histórico. Habíamos hablado también algo del complejo entramado entre la historia y lo que significaba estar haciendo hoy una etnografía, y de que mi trabajo no sería un trabajo solamente “histórico” del barrio. En aquel momento se había mostrado muy interesado en esas diferencias y relaciones y siempre me hacía alguna pregunta relacionada a la metodología que estaba desarrollando, o reflexionaba sobre lo que le comentaba de la importancia para mí de estar con ellos directamente. El lugar que le daba a lo histórico estaba muy presente ya que los escritos que él conocía en relación a la zona eran principalmente históricos, folclóricos o anecdóticos, y en gran parte precisamente por eso tenía interés en la metodología etnográfica. Esta situación me motivó a pensar en el sentido último de la identidad como construcción, ya no se trataba de largas charlas y anotaciones encontradas o de entrevistas sobre algunos temas solamente, sino que además lo que aparecía era la “idea de”, y la demanda exigida para plasmar esa idea.

De alguna manera había que transmitir hacia la comunidad esos encuentros que estábamos creando y una posibilidad era un trabajo plasmado en un impreso, posibilidad que se tornó como una de las viables aunque no definitiva. Entretanto Enrique bregaba al tiempo que interpelaba mencionando su rechazo por los estudios estrictamente históricos o descriptivos, cosa que apareció varias veces dando cuenta de que no representaban “fielmente” la identidad del barrio. En el siguiente tramo a partir de otro ejemplo profundizamos en la construcción del acontecimiento.     

 

 

La magia como acontecimiento y sus derivaciones

 

Cuando hablamos con Nora que nació y se crió en el barrio entre los temas de su interés estuvo la magia como vivencia frecuente, que existió hace varios años en la zona y que ella recuerda y vive también hoy de alguna manera habitualmente. A partir de sus recuerdos reflexionamos sobre el significado que produce separar unos hechos de otros y su reconstrucción en un tiempo que es el creado para un nuevo acontecimiento.

Nora tiene ahora 75 años y está jubilada, vive con su marido en una modesta casa hace más de 40 años en la zona donde se gestó el barrio, y pasó su niñez en un finca que estaba muy próxima a su actual morada. Desde hace más de 20 años también la acompaña su hija a quién adoptara y el hijo de esta nacido recientemente. A través de sus relatos y expresiones vamos discurriendo por las vivencias pasadas, por los recuerdos de lo que más quiso y lo que fue también un trago amargo o un impulso a veces para seguir adelante. Nos encontramos en el limbo de su tiempo donde mientras nos cuenta nos atrapa para no dejarnos ir, para hacernos parte y cómplices de su historia. Varias veces insiste en que lo que dice es verdad porque lo vivió y también lo vivió en parte su marido, marcando la diferencia con otras manifestaciones de “fantasmas” o “energías extrañas” que pudieran ser producto de la imaginación u otro tipo de fuerzas que actuaban entre la gente. Decididamente quiere revivir aquellos acontecimientos y según dice “mostrarlos tal cual eran” auque sin prejuicio en el orden que le da a la narrativa, donde “pasea” por su memoria y entreteje sus vivencias con relatos y vivencias de otros o de sí misma en otros momentos.  

 

¿Cómo se recuerda eso ahora?

 

“Y yo lo recuerdo siempre…y cuando converso así como…y vos vas… a reírte…pero hay mucha gente que se ríe porque… como y nosotros nunca vemos…pero que antes…yo lo…yo lo viví y lo vi…él lo vivió y lo vio… los otros no lo ven, ahora porque no existe nadie estudia eso…que decían que era la magia viste, la magia blanca y la magia negra que se estudiaba antes, como quién estudia otra cosa, entonces la hacían trabajar…a x persona que la estudiaba…había que estudiar, además que se quedaba media trastornada la persona, no… era muy completo…con el estudio ese se ve que tanto trabajar eso se quedaba…”[1] 

 

En estas primeras líneas de una de las charlas vemos como se va armando el acontecimiento basado en el recuerdo, que en principio Nora nos lo presenta desarticulado tomando más adelante una orientación si se quiere más controlada que nos aclara lo que intenta transmitir. Esto es significativo en tanto muestra la articulación de la memoria donde las vivencias tienen varios órdenes y secuencias posibles a establecer.

Si bien el acontecimiento es el mismo, en este caso la magia, se puede advertir sus diversos alcances y una separación entre lo que como ella misma expresa, se sabe de hecho y lo que no se sabe porque no se ha estudiado para ello. Esta partición será un vínculo constante en todo el desarrollo del acontecimiento que reconstruye donde entra y sale el tiempo de varias maneras. En principio lo que “se sabe” está expuesto de manera que se incluye en un contexto dado y certero, auque no podemos saber exactamente cómo es que esto sucede y de qué manera se constituye realmente como contexto válido. Lo otro que “no se sabe porque no se ha estudiado”, encuentra un significado propio en otro lugar, un lugar de expectativa y manifestaciones ocultas. Sobre la precaria estabilidad de la subjetividad y el no control del acontecimiento Behares señala: “En este interjuego de la ilusión, necesaria como tal para todo sujeto pragmático que cree saber de sí y planifica su accionar, y la falta, es que habría que incluir el acontecimiento” (Behares, 2008: 26). Vemos entonces la impronta que adquiere el suceso de aprendizaje para que el acontecimiento se constituya como relato legítimo, incluso pudiendo coexistir más de un relato para el mismo acontecimiento y por supuesto diversos modos de aprender. Asimismo la magia como primer acontecimiento a ser relatado, se entrecruza con otros sucesos que forman un contexto más amplio y que están de alguna manera lejos y cerca al mismo tiempo. A continuación hacemos un recorrido por algunos escenarios también “materiales” de la cultura donde se proyecta el acontecimiento e identidad.

 

   Los objetos, las cosas, y otras cuestiones en la etnografía como modo de      aprehensión.

 

Revisamos algunas cuestiones que a partir de la experiencia en el trabajo de campo reflejan otro acercamiento a la identidad. El modo de inclusión de factores como el tacto, el sonido y su recuerdo, o el gusto y los olores además de lo visual, forman una amalgama de situaciones y experiencias que se manifiestan en cosas-objeto y de la cual pudimos extraer en algunos casos parte de su biografía.[2] Estas apreciaciones están dadas por abstracciones a partir de manifestaciones que constituyen la etnografía, el intento es asimilarlas de acuerdo a sutiles pliegues de sentido entre y dentro de cada una, y en asociaciones que no podemos manipular en forma constante o determinada. En este sentido la utilización de biografía de objetos y su vinculación en el área geográfica nos muestra otros datos del contexto, donde a través del registro se capta parte del hecho sensible que emerge desde la vinculación entre objetos-cosas y personas. La propuesta es no dejar al presente etnográfico fuera de lo que hay[3], entendiendo que el momento etnográfico está dado por múltiples “miradas” en cuanto hecho que trasciende un concepto de espacio-tiempo determinado, y más bien se acerca a un constante fluir de acuerdos para la construcción de ese momento en el que participamos. Asimismo teniendo en cuenta que la práctica en la investigación la asumimos como propia y no

solamente como condición, y que al menos en parte instamos a que sea la misma que el investigador practica habitualmente. El acontecer de la cosa-objeto nos sirve para distanciarnos de un pretendido y párvulo objeto-objetivado que se sitúa por momentos en otro lugar que no es el del sujeto, si bien esos objetos-cosas van a tener también parte de un significado trascendente y su “cola” de inaprensible objetividad. Nos apoyamos en algunos textos que recogen la idea que nos interesa donde se resalta la importancia del modo como el objeto se desplaza y llega a un lugar (e incluso en algunos casos siendo más significativo que la forma o contenido), la manera como el objeto llega a un determinado lugar y no solamente la forma, explicación o referencia en sí de ese objeto. Por supuesto hacemos la salvedad en relación a las semejanzas (o no) que podemos encontrar entre los conceptos de forma y contenido, donde sus representaciones y complejidad de significados puedan escapar a este estudio. De todos modos nuestro  interés es tener en cuenta el contenido, la forma y diseño, así como el soporte, el medio utilizado, y el modo en que llega a concebirse como acontecimiento representado.

La reflexión está en la relación que la cosa-objeto puede establecer con la narración y es por ello que tomamos autores que reflexionan sobre la interpretación en este sentido como es el caso de Todorov: “Por lo tanto, el acto de interpretar implica necesariamente dos elecciones sucesivas: imponer limitaciones a la asociación de los dos textos o no imponerlas, y en el primer caso unirlos al texto de partida, al texto al cual se llega o bien al recorrido que va de uno a otro.” (Todorov, 1981:182). Poniendo el ejemplo del análisis psicoanalítico, Todorov plantea la posibilidad de interpretar el texto de llegada (y agregamos al comentario de Todorov: llegada del concepto) como el propio objeto de interpretación sin poner el énfasis en la partida. En otro pasaje de su trabajo y mencionando a Lanson en relación al uso de la verdad en la interpretación, escribe sobre la importancia de intentar acceder no sólo a la verdad sino tener en cuenta también que la verdad no está en los otros, así como el sentido de interpretar lo que hay y nada más de lo que hay. Aparece el contexto histórico que se establece para hablar de lo que él llama el tercer grupo de presiones; nos interesa tomar su idea y como venimos haciendo relacionarla con la práctica etnográfica. Es en ese sentido que resulta útil su contextualización cuando haciendo referencia a la historia y uso de los libros, plantea la importancia de tener conocimiento de su biografía, su trayectoria, sus diferentes usos, los contenidos así como los datos referidos a sus autores. También habla de la “suerte” de cada libro, los modos y grados de aceptación según el momento, quienes fueron sus destinatarios y a quienes pertenecieron, su transformación como objeto sagrado y en qué grado pasa ser parte de una obra única-mayor, en fin todo tipo de circunstancias relacionadas a la cosa-objeto. Este marco de análisis teórico es válido para ubicar la trayectoria y contexto de cualquier objeto-cosa que sea parte del estudio en la investigación, donde insistimos en una ubicación para el desarrollo metodológico que entienda su uso no sólo como una ida o vuelta. Lo que nos interesa es la persona que hace uso de ese objeto-cosa, y aquí también encontramos algunos cruces conceptuales con teóricos que en el arte por ejemplo han tratado la obra como “abierta” (Eco, Umberto, 1979) y no finalizada sino luego del significado que el espectador le asigna. Como usuario, o como espectador, la persona se hace cargo de identificar aunque sea sólo en un momento dado el contenido simbólico de esa cosa-objeto, desmitificando así un sentido-eterno que tal vez sólo por estar en una “línea de tiempo” prolongada pasa a tener una interpretación estable o no de aceptación. Aquí también podemos hacer uso de la teoría para sumar “fronteras difíciles” como es la contraposición que se establece muchas veces de manera embozada entre la materia, entendida siguiendo este desarrollo en principio como objeto-cosa, y la vida física o biológica. Sin duda cualquiera de estos u otros ámbitos de movimiento donde la realidad se hace presente cuenta con la significación que le es propia, y es allí donde habita nuestra metodología tomando como vínculo entre esos espacios a la persona y sus representaciones. En ese significar es donde encontramos el quiebre de los sentidos y donde el prestigio o mérito concedidos pueden tener una aventada, o bien morir en el desuso. Y para simplificar ya que la otra parte le toca a la práctica, acentuamos en el concepto de línea tan visualizado en la concepción occidental de tiempo y su proyección para nuestro caso. La línea como instrumento para establecer ciertos parámetros válidos, sea de progreso, de inserción del barrio hacia una vida moderna-comercial, etc., aparece asimismo como una prolongación de muchas y variadas incertidumbres que le son propias a la/las instituciones y entidades que han proyectado hasta la actualidad algunas de las modificaciones en el barrio; por tal motivo es que la tomamos en un perspectiva que incluye los quiebres y variantes antes mencionados. Entendemos necesario visualizar otros posibles diseños de trayecto, que apunten a la significación de la cosa-objeto sin hacer mención exclusiva a “mojones de transito” para establecer secuencias espacio-temporales. El prestigio adquirido por la cosa-objeto que en algunos casos podría fortalecerse y entenderse simplemente por una oportunidad de “existir” y no deteriorarse en el mundo físico, no puede sin embargo ser interpretado y mantener una relación sino es conjuntamente con los enclaves móviles[4]de su sentido adquirido; optamos por la metáfora “línea dispersa” que nos es más útil para un seguimiento en ese sentido. Hay fuerzas que permanecen más estables, que irradian y contagian, y otras si aceptamos el término, más sutiles, que se entreveran de manera frágil para proteger o destruir un modelo de trayectoria dado. Por su parte Sperber (1988) plantea que lo sustancial es intentar interpretar por qué algunas representaciones se “revelan contagiosas” en el contexto sea de manera general o particular. Al hablar de una representación siguiendo a este autor se entiende que encontramos varios discursos tanto públicos como mentales que hacen a su interpretación. Es así que cada versión mental es el resultado de una incorporación como versión pública que a su vez tiene una relación directa con la exteriorización mental. Vemos que la cadena no se rompe en este caso sino que tiende a hacerse más fuerte. Resulta interesante el planteo ya que si bien puede existir gran transformación en cuanto al contenido y la forma, hay de todas maneras cierta continuidad en el recorrido que resulta en un conjunto coherente, devolviéndonos de alguna manera un sentido compensatorio y en cierto modo “ficticio” que rehúye a lo incierto, a una vuelta de la nada[5].

 

Una artesana de la memoria:

 

Los breves encuentros con la abuela, luego su hija y sus nietos. 

 

Mabel vivió en el barrio hasta la primavera del 2010 donde falleció con casi ochenta años luego de una intervención cardíaca. Con su marido quien falleciera varios años antes que ella, establecieron un molino de gofio (hoy inexistente) en un predio cercano al cementerio donde siempre vivieron y ahora vive su hija y sus nietos.

Cuando volví al barrio en el año 2011 y luego de algunos encuentros con su hija, en una oportunidad me dijo que había encontrado algo en la casa que le parecía que su madre estaba preparando para mí antes de morir. Yo le había comentado que en alguno de mis breves encuentros con su madre y teniendo en cuenta su buena disposición a colaborar con la investigación, le pedí que fuera guardando algunos recuerdos o cosas que quisiera mostrarme como parte de su vida en el barrio. Había estado más de un año antes de que falleciera y no había podido volver como pensaba en aquel verano, en ese tiempo ella fue reconstruyendo sus recuerdos visuales y poéticos a partir de algunos escritos, álbumes fotográficos y revistas donde a través de un collage que había comenzado a construir especialmente, transmite experiencias de vida de las que ha sido parte incluso desplegando un trazo metafórico hacia elementos sonoros y aromáticos. Kopytoff hablando sobre la noción durkheimiana en relación a que “la sociedad ordena el mundo de las cosas de acuerdo con la estructura prevaleciente en el mundo social de sus miembros”, sostiene que “las sociedades restringen a ambos mundo de forma similar y simultánea, motivo por el cual construyen objetos del mismo modo que construyen individuos.” (Kopytoff, 1991: 120). Me doy cuenta ahora de lo que significaron aquellos breves encuentros que habíamos tenido, la importancia para mí había sido grande lo supe siempre que la recordaba como una persona muy sensible y llena de cosas para compartir con la que tendría por delante varias charlas, por eso mi desazón al encontrarme con la noticia de su fallecimiento. La presencia “silenciosa” que nos mantuvo en contacto de algún modo durante aquel año que no nos vimos y hasta su muerte fue algo que no esperaba. Por momentos pensaba que a mi regreso debería prácticamente presentarme otra vez luego de tanto tiempo, e insistir en la recopilación de algunas memorias como le había pedido anteriormente pero no fue así, ella había tenido nuestros breves encuentros también muy presentes durante aquel año. En este montaje y sucesos que se van dando en la reflexión con la memoria, el aprendizaje en la vivencia aparece como el proceso en que se recibe y a lo que uno se apropia, lo que se asimila y también lo que se rechaza.

 

“pois um mero fragmento de existencia pode resumir e simbolizar a totalidade do tempo reencontrado en trayectos antropológicos. (…)Ele reconhece a vibraçâa do tempo no conteído material das lembranças, atribuindo a memória o principio “intencional” e “inmaterial” de uma coordenaçâo entre as diferentes temporalidades e as regiôes do espaço em que se produzem, pois as lembranças sâo solidárias das regiôes de experiencias as quais, por sua vez, ne sâo irredutíveis.” (Carvalho; Eckert, en: Guigou, (Comp.) 2007: 40,41)

 

El aprendizaje a través de la elaboración y representación plantea varios ejes de interés que nos ayuda a entender un poco más sobre el acontecimiento. En los tramos siguientes ahondamos en esto haciendo referencia en algunas comparaciones y reflexionando a partir de otras experiencias de la vida en el barrio

 

El acontecimiento como aprendizaje

 

Insistimos ahora en algunas pautas que nos acerquen a ciertos modos de aprendizaje en la valoración de un acontecimiento en una u otra forma. En este sentido aparecen diferencias referentes a qué cosa identifica más al barrio, por ejemplo las carreras de caballos que para algunas personas se hacen muy lejos de la zona (a dos kilómetros del barrio) para ser algo que los identifique, y para otras pueden representar la identidad colectiva ya que son organizadas siempre desde el propio barrio. Aquí aparece la memoria asociada a lo rural siendo que esta tradición tiene ese origen, manifestada tanto en personas oriundas del barrio que hoy asisten a las carreras recordando también sus comienzos, como en casos de actuales residentes del barrio que originariamente vivieron en otros lugares rurales. Se asocia a esto el sentido valorativo de las prácticas vinculadas en tanto nos preguntamos: ¿qué incidencia tuvo el modo de aprendizaje de algunos valores en la cultura de origen de la persona? (rural-urbana), y ¿de qué manera se conserva ese modo de aprender o reconocer el acontecimiento actual? Decimos entonces que diferentes elementos que hacen a la cultura y sus valores en cuanto a recorrido, desplazamiento, acontecimiento, constituyen el entendimiento y aprendizaje que conforman la identidad. Es aquí donde está expreso el modo referido al –cómo- a partir de un aprendizaje se valora un mismo fenómeno de una u otra forma. Si volvemos a insistir en que el modo de aprendizaje de un suceso, fenómeno o acontecimiento, es constitutivo de la identidad formada y por tanto de las decisiones en la praxis en cuanto proyección, volvemos a plantearnos imbuirnos en los códigos de relacionamiento que hacen a ese “captar” el acontecimiento de una manera determinada para aprenderlo- aprehenderlo y así hacerlo real.

 

Algunas consideraciones comparativas

 

En zonas medianamente cercanas al barrio y centro de la ciudad encontramos ejemplos  que nos ayudan a la comparación y reflexión en relación a los nombres, nombramientos, y la construcción del acontecimiento a partir de los usos de la memoria, los espacios y el tiempo. Es el caso por ejemplo cuando varios residentes de Pan de Azúcar mencionan la zona nombrada como “Km.110” al recordar hechos pasados, o relacionan ese lugar con experiencias vividas. Esta zona muy conocida desde finales de la década del 30 del Siglo XX tuvo gran auge por la fábrica de Portland situada en ese paraje (kilómetro 110 por la vía de tren no por la carretera), y recientemente hace unos diez años se le cambió aparentemente el nombre para “Pueblo Jerona” que es el apellido de un médico muy conocido que vivió en la zona a fines del Siglo XIX. El nombre Jerona inicialmente estaba identificado solamente en el “Paso Jerona” que se encuentra a unos tres kilómetros del “Pueblo Km. 110 ahora "Pueblo Jerona” donde cruza el arroyo Pan de Azúcar. Se supone que la adjudicación del nombre en este caso es una extensión del Paso Jerona hacia la zona aledaña que en la actualidad está más poblada. Sin embargo el nombre original “Km.110” se sigue utilizando entre la mayoría de los residentes de Pan de Azúcar, esto también sucede con el nombre “El Peligro” cuando hablamos sobre todo con personas que no residen en el barrio. Aparecen diferencias entonces en relación al modo de verse desde adentro y cómo lo  ven los de afuera. El nombre Km.110 tiene un componente muy fuerte asociado al trabajo en la zona, allí se explotaron durante muchos años las canteras de piedra muy conocidas en toda la región. Si bien esta zona no es en su desarrollo histórico y geográfico igual al del barrio El Peligro-Belvedere, nos interesan algunas consideraciones que hacen a la trasformación, asimilación y proyección de la memoria para el nombramiento de una localidad, paraje, pueblo o barrio. En el caso del barrio El Peligro-Belvedere vemos que no hay un personaje particular o único a quien se le reconozca por algún motivo su permanencia histórica en la zona a modo de inscripción, ni tampoco al que se le adjudiquen los méritos de su nombramiento. Además se incorpora un término “ajeno”, Belvedere, que no está reconocido históricamente y se lo interpreta como el nuevo nombre que no se sabe qué quiere decir realmente, literalmente. Por su parte el pueblo o paraje Km. 110 carecía tradicionalmente de aval institucional como otras zonas satélites de Pan de Azúcar que se estaban formando. Ese espacio vacío fue personificado en un profesional en este caso un médico, y que además era un médico de origen catalán que sería luego médico del ejército revalidando a fines del siglo XIX su título para quedarse en el país. Lo que nos interesa es que este hecho se “transporta” en el tiempo hacia el presente como si hubiera que llenar un espacio que de algún modo se torna ausente por no contar con un nombramiento “oficial”. En algún momento y no hace muchos años comenzó a utilizarse el nuevo nombre en los mapas de la zona etc., aunque el nombre elegido no es el de uso corriente por los residentes y vecinos que utilizan para el nombramiento una idea de lugar: “Km. 110”, y no una personificación del mismo: “Jerona”. Llama también la atención que esta “idea institucionalizada” del nombre Pueblo Jerona se concrete en los últimos diez años, más de un siglo después del asentamiento del médico en aquel lugar. ¿Por qué?  Probablemente aquel espacio institucional “vacío” de antaño debió ser lleno para saciar la memoria y esto nos interesa especialmente para reflexionar sobre la construcción del acontecimiento y la visualidad del espacio-tiempo. Esta relación entre el lugar, la situación y el tiempo es analizada por Behares ahora con una cita de Badiou: “Lo que faltó en Lacan (…) fue hacer depender radicalmente la verdad de la suplementación de un ser-en-situación, a través de un acontecimiento separador del vacío” (Badiou, 1988: 476, citado por Behares, 2008: 26). En la actualidad se puede observar Pueblo Jerona como nombre “oficial” en algunos mapas del servicio estatal de agua potable o de la municipalidad por ejemplo, aunque al parecer como en el caso de Belvedere no existió un pronunciamiento o normativa oficial al respecto; ambos casos comparten situaciones de origen aunque en diversos tiempos y espacios. En el caso de El Peligro-Belvedere hace unos cincuenta años que el cambio de nombre transita por una transformación que ya no es solamente “oficial” (ni nunca lo fue por decreto) como en sus comienzos y que incluye otras categorías de valores culturales adquiridos. Se puede decir que hoy en el barrio no se habla de Belvedere como un nombre meramente impuesto si bien algunas personas así lo afirman, y lo que se encuentra es una readaptación que se fue dando tal vez en dos o tres etapas en los últimos cincuenta años que muestra la conformación de códigos nuevos. En este proceso el rastro es complejo donde las “marcas” muchas veces están solapadas y otras veces aparecen de manera contundente mostrándose a cualquier costo, incluso el de la censura. En el caso del Km.110 y Pueblo Jerona la relación actual entre ambos nombres es diferente por haber sido también diferente la conformación de uno y otro. En la conformación de valores de la zona “Kilómetro 110” hay un origen marcadamente “de paso” asociado al trabajo en las canteras de piedra donde llegaban principalmente residentes de zonas aledañas, lo que tal vez haya facilitado en cierto modo la utilización como extensión del nombre “Paso Jerona” ubicado a tres kilómetros; de cualquier modo para un entendimiento adecuado y profundo de la conformación actual en esta zona habría que remitirse a una investigación específica. El barrio El Peligro-Belvedere por su parte se forma y transforma desde otro origen, estableciéndose en una complejidad que arraigada a sus valores tradicionales diversos, no deja de pugnar hoy en la plena confrontación de identidades.  

 

El espacio-tiempo

 

Al valorar el aprendizaje en su relación con la memoria es interesante la apreciación que hacen varios residentes sobre la distancia entre el barrio y el centro de Pan de Azúcar. Cuando el barrio tenía fama de peligroso ya sea por los bailes y alguna de sus viejas querellas, o por las inundaciones en la zona, oscuridad, etc., éste era percibido como “muy lejano” de la ciudad o centro ya que mayoritariamente se trataba de una zona descampada, lo que intensificaba tal denominación. Además era el barrio más cercano al cementerio (y lo sigue siendo) apareciendo varias historias “fantásticas” relacionadas a espíritus, magia, mitos y misterios. Actualmente queda solo una estrecha franja de terreno sin edificar sobre la calle Francisco Bonilla al este del barrio. Geográficamente estamos hablando de unas pocas cuadras, tal vez cuatro o cinco que sin embargo por tratarse de una distancia “vacía” o descampada se tornó en su momento un lugar “desolado y oscuro”. Ese resignificar el espacio y su distancia nos muestra una coyuntura para el estudio geográfico-espacial de la cultura cosa que nos interesa resaltar. Hoy esa distancia literalmente no existe ya que no hay espacios vacíos ni oscuros, y la pregunta que nos hacemos es si podemos encontrar entre el espacio y el tiempo algunos puntos entrelazados. Algunas reflexiones que tal vez ameriten estar ampliadas en próximos trabajos nos sugieren cuestiones tales como: ¿si las distancias se acortan, también lo hace de alguna manera el tiempo?, o bien si la visualización del espacio se torna más “estrecha”, menos vacía, nos preguntamos si el tiempo (como recuerdo) de ese espacio anterior se aleja de la memoria. En la conformación identitaria del barrio vemos que unas veces sí y otras no. Tanto la idea de espacio o lugar como de tiempo son utilizadas y reelaboradas según códigos de pertenencia e intereses diversos, utilizadas por momentos a partir de una concepción de amplitud, desplegada, y otras veces reducidas, mitigadas, abreviadas. También otras veces cruzadas en su significación, dislocadas, donde cabría agregar entonces la complejidad entre ambas ideas centrales (espacio-tiempo) separadas y juntas al mismo tiempo, en un escenario que se deja entrever cuando se hace presente la deshistorización de un “antes” indeterminado en el tiempo cronológico pero constructor de un tiempo mítico (…)” (Gravano, 2011: 55). Entendemos que si bien esto se puede percibir en muchos aspectos relacionales merece una indagación persuasiva de mayor alcance en algún caso concreto. El cambio de nombre se sustenta en la transformación colectiva del espacio-tiempo, en un entramado complejo que va sumando y adaptando a las viejas ideas otras asociadas y revaloradas, quedando algunas solapadas a espera de ser vistas.

 

Diferencias en la percepción del acontecimiento  

 

Siguiendo con el análisis y reflexión entorno al nombramiento para referirnos al acontecimiento, podemos decir que encontramos diferencias en el modo de concebir el cambio de nombre entre las generaciones más adultas y otras. Muchas de las personas que tienen más tiempo en el barrio, personas de más de setenta años que han vivido parte del proceso de inicio y desarrollo en la zona, o los hijos de éstas que más han seguido a la familia, remarcan que el actual nombre es Belvedere. No obstante esto es diferente en muchas otras situaciones como por ejemplo en el caso de Hilda que tiene poco más de setenta años y es hija de otra de las familias originarias que continúa actualmente viviendo en el barrio. Su casa es una de las más antiguas con unos 100 años ubicada sobre la actual calle Francisco Bonilla y que comprara su padre cuando ella era una niña, en este caso ella nombra al barrio como El Peligro. Hacemos ahora una inflexión que nos permita considerar algunos puntos o quiebres donde poder visualizar la reconstrucción “presente” del acontecimiento. En los primeros casos donde se utiliza mayoritariamente el nombre Belvedere, encontramos que se hace mención una y otra vez a “El peligro” o más atrás incluso “La peligrera” como una “marca” de origen. Se intenta dejar clara la connotación negativa del término que ha sido, o es, contundentemente explícita y que a su vez está muy lejos de la identidad del barrio. La insistencia de remarcar el significado del nombre de un modo netamente literal nos muestra algunos cruces de interés para nuestro trabajo. Podemos hablar de una suerte de desdoblamiento en la percepción de la memoria, cuando las personas a las que hacemos referencia toman distancia con esa “marca” del pasado dando lugar primordial al nombre literal, “al texto”. Se elimina de este modo y a través de la connotación negativa del nombre “textual”, el contexto donde los sucesos muchas veces dolorosos, de exclusión o desatención por los que han transitado en su asentamiento al lugar tuvieron presencia. Es así que la negación o constricción de la identidad se conforma a partir de visualizar la marca literal del nombre de manera omnipresente y estática, más que de un modo variable ajustado a las circunstancias dinámicas de esa conformación identitaria. Esta representación que deja fuera el contexto histórico del nombre, se construye en algunos casos a partir de cierta opresión y desatención que produjo un ámbito de desconfianza y que reaparece ahora como negación. Hablamos de algunas familias en su momento con bajos salarios, con recursos y servicios generales limitados, y que han estado condicionadas por las fluctuaciones de los grandes propietarios y sus emprendimientos económicos en la zona. En algunas actividades laborales las condiciones generales de aseo, descansos, seguridad etc. eran muy precarias y la estipendia en muchos casos irrisoria. Como ya hemos mencionado, en su origen el nombrar la zona como La Peligrera o El Peligro fue bastante más que el uso de un simple término o nombre literal, ya que incluyó todo un desarrollo de la cultura local en donde el pasaje por “El peligro” era inevitable, y en el cual se afianzaron varias redes de comunicación y tránsito de la zona de Pan de Azúcar. Sobre la identidad que construyen los pobladores de los barrios tradicionales Gravano sostiene:

 

“se estructura alrededor de un conjunto de valores, o paradigma de lo barrial. Algunos de ellos son la “tranquilidad”, el carácter distintivo de lo obrero (de “gente de trabajo”), la solidaridad vecinal, la confianza y el conocimiento mutuos (lo que llamamos relacionalidad), la pobreza como rasgo reivindicativo de tipo moral, etc.” (Gravano, 2011: 55)

 

Brevemente y al situarnos en los comienzo podemos ver que la propia calle actual Francisco Bonilla que atraviesa el barrio fue antiguamente una arteria fundamental para comunicar el viejo molino de harina con la ciudad de Pan de Azúcar. También fue el camino hacia la vieja escuela y un acceso importante a la ruta nueve que más allá de sus nombres y diseño según al período que refiera, atravesó el país desde la capital Montevideo hasta el Chuy, frontera con Brasil desde los primeros contactos entre estos puntos de la región litoral del Río de la Plata. Por tratarse precisamente de un pasaje muy utilizado es que el nombre toma envergadura al menos para esta versión de su origen. Las carretas que venían del molino ubicado a un par de kilómetros de la ciudad, quedaban atascadas en uno de los “bajos” de este camino que atravesaba la zona de Pan de Azúcar comprendida entre el cementerio y la plaza. Esta zona inundable estaba hacia el sureste de lo que hoy es el barrio, por lo tanto el nombre El Peligro en un principio fue dado a una pequeña franja que además era donde estaban algunas de las pocas casas del momento, y no a toda la extensión de campo hacia el cementerio casi despoblada. Aquí toman mayor relevancia las pocas familias que en su momento allí residían, en tanto que “el pasaje” El Peligro estuvo en todo momento “custodiado” por aquellas primeras mujeres y hombres habitantes que auxiliaron como lo dicen los relatos, para “desenterrar las carretas”[6] articulando así el uso y manejo del lugar.

 

¿Por qué entonces la negación?

 

Volvemos a mencionar que no en todos los casos los viejos residentes hacen este uso del nombre, de todos modos siendo que la negación está presente intentamos una aproximación teniendo en cuenta además distintas edades; en muchos casos luego de un primer resguardo sobre el tema logramos tener un acercamiento más detallado de las vivencias que hacían a este nombre. En las generaciones que siguieron a los primeros pobladores del barrio la marca ya no está tan cercana en cuanto a una vivencia directa, y esto hizo que se menoscabe aquella idea literal del nombre El Peligro de la que hemos hablado dando paso a la reivindicación de los valores asociados a esta. Si bien esto es algo que no podemos saber o identificar en todo su alcance, surge de las largas charlas con los vecinos en diversas situaciones y reflexiones. Sería de considerar además, que a mayor tiempo transcurrido de un “trauma” de origen (o sin haber vivido directamente esa época) la recomposición sea mayor y se vea el pasado en un sentido más amplio, con mayor apertura hacia la “convivencia” con las memorias de aquellas antiguas experiencias. Y aquí podríamos incluir evocaciones de vivencias de algunas familias de aquella época habiendo sido pioneras en una zona difícil, no obstante también recordadas como buenas épocas. Podríamos incluso hacer una analogía con otras situaciones en otros lugares, donde familias que se han afianzado en zonas de difícil acceso etc. como fundadoras, muestran cierta resistencia por rescatar lo positivo de aquella situación ya que la “vida ha sido muy dura”, optando en algunos casos por omitir parte del contexto de referencia o bien simplificarlo; esto lo hemos visto por ejemplo en nuestro propio acercamiento a familias rurales en el departamento de Canelones. En este sentido las personas que más relatan o transmiten sus vivencias pasadas “positivas” en relación a la zona, son las que se sienten menos incómodas hablando del nombre El Peligro. Las que optan por no hacer muchas referencias a esas vivencias, mantienen de manera más presente “la marca” como negación reduciendo el contexto a esta. En ambos casos lo que se ha perdido está presente, solo que se reacomoda para el acontecimiento nuevo de diferente modo, según si está más o menos presente la negación o la marca. Por su parte las generaciones más jóvenes optan en muchos casos por romper con cierto esteriotipo de dificultad y amenaza, dando lugar a una recomposición temporal y espacial de la identidad fuera de un contexto de victimización y omisión. En este recorte de la memoria buscado e inconsciente al mismo tiempo, es donde se bifurca y se afianza el entramado de la identidad que encontramos en el barrio. A continuación y a partir de otros casos y situaciones indagamos en las presencias y ausencias que se producen a partir del trabajo etnográfico y su incorporación en la investigación.

 

Volviendo al campo y la presencia - ausente en el intervalo

 

Las vicisitudes entre presencia y ausencia en el campo etnográfico, más pistas sobre la compleja confección del acontecimiento.

 

¿Qué sucede mientras no estamos en el campo etnográfico?

 

Esta era la pregunta que me hacía mientras estaba en Montevideo a 100 kilómetros del campo etnográfico y sin tener la posibilidad de volver por un tiempo, luego ya de regreso también la re-formulé en los cortos períodos en donde estuve ausente. Fue entonces posible indagar en lo que en este punto era de mayor importancia: reflexionar sobre la idea de que aunque no estando físicamente presente de todos modos podía estarlo en otros órdenes, cosa que sería recíproca ya que de igual modo supe luego que le pasaba a algunos habitantes del barrio. En mi caso recordaba y pensaba mucho en alguno de ellos durante mis ausencias, lo cual además me permitió reflexionar también en su contraparte, el hecho de que estando en el campo etnográfico podía no estar tan presente como creía.  

 

Perspectivas para los pasos de un registro no direccional y un intento de búsqueda de sentido cuando cambia el acontecimiento.

 

Existían algunos puntos recurrentes en las reflexiones: a) ¿Cómo registrar un acontecimiento sin advertirlo? b) El miedo al sobre dato y un acercamiento al acontecer. c) El alejamiento del campo de investigación y el reconocimiento del tiempo transcurrido hacia pautas para visualizar un acontecimiento no lineal, fueron estos algunos ejemplos.

En este marco parecía oportuno tener en cuenta la apelación a retener en cierto sentido el impulso investigativo, en el sentido de optar en algún momento por no exponerse a nuevas reflexiones teórico-metodológicas, y contribuir de ese modo a ordenar “pasivamente” una determinada estructura o secuencia parcial del trabajo.

 

Consideraciones sobre el trabajo de campo - Reseña etnográfica

 

El acontecer del  acontecimiento - La carrera de caballos

 

Cuando el acontecimiento es reelaborado para ser contado se produce otro acontecimiento, entonces este acontecer tiene una singularidad, y es que en cierto sentido es “producto” de otro acontecer anterior. Entonces: ¿Cuál fue exactamente el acontecer anterior o bien posterior a la charla con Alfredo? Parece ingenuo pensar cualquier acontecimiento en término exactos, y además intentar hablar de un acontecer específico o primario. De todas maneras y como fuere en ese cometido hay algo que nos insta para comenzar. Las carreras de caballos son tradición en el barrio y como todo lo que está sucediendo actualmente en la zona (sobre todo en la última década) están transitando por algunas transformaciones, sobre todo las que tienen que ver con mayor presencia de residentes y habitantes de otras regiones que se acercan para las apuestas o bien trayendo sus propios caballos para competir. Si bien el encuentro regional fue siempre una característica de estos eventos, que en la actualidad residan más habitantes en el barrio da posibilidad a que mayor cantidad de curiosos lleguen a ver la largada. Anteriormente se realizaban en un campo lindante al barrio sobre la franja este, hoy y desde hace varios años se realizan en otro campo a dos kilómetros hacia el norte por el camino que pasa por el viejo molino y la antigua escuela, ambos predios hoy sin esa utilidad. Al ir a presenciar en una oportunidad las carreras de caballos en principio no se tomó en cuenta la totalidad del objeto de estudio, que si bien sí se trataba de la identidad del barrio “El peligro-Belvedere”, era mucho más que eso también. En realidad la reflexión pasó luego por entender el proceder en el campo de investigación, y sobre todo nuestra propia asimilación del acontecimiento vivido. En esta ocasión el suceso fue una carrera de caballos que se organizó como tantas otras desde el propio barrio y que tuvo a Alfredo como organizador con quien luego volvimos a conversar varias veces sobre las carreras. Hablamos de los contratiempos como el mal tiempo donde hay que postergar todo varios días o semanas por el barro en la pista (la pista es un sendero de unos 400 mts. sobre el pasto del campo), y algunas cuestiones relacionadas a las expectativas y posteriores reflexiones luego de finalizar las carreras. Las reflexiones sobre las carreras fueron muy provechosas para ampliar la red geo-cultural en la percepción de un mismo acontecimiento, y además indagar en las fronteras de la propia interioridad del barrio. Tanto las reflexiones de personas residentes en la zona o el propio barrio, como las del organizador del evento, o bien la de ciertos huéspedes de lugares un tanto más alejados, podrían aportar junto con la nuestra a una conciencia “carrerística”. Esto si hubiese sido el plan, pero lo que buscábamos no era eso en realidad y sí un acercamiento a las fragmentaciones del acontecimiento en sus diversas reconstrucciones estereotipadas o tal vez no tanto. Al comenzar esta investigación no conocía muchas de las maneras e intenciones de “vincularme”, de involucrarme decididamente en todo momento con el tema que me había planteado en la etnografía. Si bien sabía y tenía en cuenta que sí era mi intención reflexionar acerca del involucramiento de manera constante, las cosas fueron desviándose como luego comprendí no podía ser de otra manera. Tal vez lo que sucedió fue que se rompió una especie de encantamiento donde las cosas comparecerían en algunos lugares y no otros, algo así como un acuerdo secreto entre mi presencia y el campo de investigación donde llegaríamos por fin a conocernos. Fue así que luego de algunas reflexiones se hizo presente una suerte de recompensa pero siempre desconocida en su más íntima esencia; luego continué reflexionando sobre un acontecimiento que no se concretó como lo hubiese esperado en principio, y es esa justamente la condición que tomo para hacerlo re-reflexivo. El hecho de no encontrar en las carreras de caballos a las personas del barrio con quienes había hablado antes y que se suponía que irían, significó una apertura e inclusión en la investigación de mi persona como “presencia” y no solamente como vínculo. Es decir que a partir de ese encuentro frustrado quedaba más expuesto a lo que sucedía realmente y con menos “ataduras” a ciertos roles vinculantes; en pocas horas la relación con el entorno se fue transformando hacia otras maneras de entrega y diálogo con la ausencia que suscitaba el no haber encontrado a las personas que esperaba. Hasta ese momento y sabiendo que no había avanzado demasiado en el trabajo de campo, intentaba diseñar una adecuada y reflexiva etnografía, solo que me había olvidado de algo aunque lo intuía en teoría y percibía en la práctica: había olvidado que para intentar hacer una buena etnografía había que trabajar 24horas al día y no rendirse. En principio en aquel momento intentaba buscar una mejor organización del trabajo para compensar lo que creía supuestamente haber perdido, me refiero al acontecimiento de las carreras donde no pasó nada de lo que esperaba, ni hablé con nadie de las personas que había “inventado” antes del acontecimiento para asegurar justamente algún acontecimiento, fue entonces que comencé a vislumbrar que algo había acontecido realmente fuera o no acorde a mis primeros juicios; era eso lo que había venido a buscar. Ya no se trataba de ir al campo y luego reflexionar bastante, intentar despejarse y otra vez. Eso no alcanzaba, tenía que estimar aún más la “presencia” del campo en la mía propia y así serían las cosas de ahí en adelante lo que significó otras posibilidades de acercamiento al acontecimiento. Decidí entonces en lugar de descartar la circunstancia de no haber visto a la gente del barrio, investigar por qué era importante para la etnografía que no fueran, y cómo se da la importancia del acontecimiento en esa misteriosa “ausencia presencial”. En todo caso: ¿Dónde está el acontecimiento?

  

Buscando una salida

 

¿Cuál fue el acontecer posterior a la charla con Alfredo?

 

Se entrometían más diálogos, más confianza, más estereotipos varios en lugar de querer ser medianamente ausente. Había asistido a este evento con expectativas de encontrar a varios vecinos del barrio y no había visto a ninguno de ellos, sólo llegué a intercambiar brevemente un par de palabras con Alfredo que estaba en la entrada cuando ingresé al campo de la pista; me había propuesto entonces hablar con ellos del acontecimiento en el que no nos encontramos. En el reencuentro posterior con algunas de las personas que no había visto en la carrera, para mi sorpresa me dijeron que ellos sí me habían visto allí aquella tarde, e incluso me dieron algunos datos de lo que había hecho como el comer un chorizo de rueda casero hecho a parrilla en el suelo. Evidentemente el modo de andar por aquel gentío (que tampoco era en realidad exorbitante) les era más familiar a ellos que a mí, allí aparecían modos de visualización y usos del espacio donde la forma de apropiarse del acontecimiento iba en varios sentidos. Aparecía el encuentro etnográfico y lo que hace a la construcción de la etnografía como “dominio” de todas las partes, intentamos entonces que la reflexión transite por lugares donde el investigador se vea sin tanto control de decisión, o al menos con un control en cuanto a los datos obtenidos que no se entienda meramente como confrontación, es decir más bien acorde al acontecimiento. Ya hemos hecho referencia en casos anteriores a la presencia-ausente como posibilidad de registro de datos y de elaboración de una guía hacia la construcción del acontecimiento, como lo fue por ejemplo en relación a las cosas-objetos y su contexto, ahora la orientación está hacia una reflexión de la propia metodología etnográfica.

Volviendo al campo

 

Luego de una prolongada ausencia y pasados varios meses comienzo a rediseñar la estrategia para realizar el trabajo de campo. En principio fue un trabajo arduo ya que si bien la distancia de varios meses podía ayudar a tomar cierto sosiego para la reflexión, también dejó muchas incógnitas que apenas se avizoraban en mis primeras visitas al barrio, y que además al volver al campo tampoco aparecían claramente. En primer lugar el planteo era volver a los lugares que tenía registrados como posibles para comenzar con las nuevas entrevistas, esto era por ejemplo hablar con Solio como le dicen, escritor, poeta, ensayista folclórico e histórico y artista plástico, quien es una persona relevante de la cultura de Pan de Azúcar. También tenía previsto visitar algunos vecinos del barrio con quienes ya había tenido algún contacto, entre los que se encontraba Alfredo el organizador de las carreras de caballos y quien me invitara a aquella carrera a la que asistí. Me había propuesto en principio tomar este evento (la carrera de caballos) al que pude asistir, como eje para encontrar las maneras de vincularme con el acontecimiento en un doble juego entre la distancia y la cercanía.

Tenía la idea de que Alfredo me recibiría con gusto, aunque me intrigaba mucho cómo sería su reacción cuando le preguntara sobre aquella carrera que ya estaba unos cuantos meses alejada en el tiempo, y que además se trataba tan solo de unas cuantas horas en una tarde de domingo siendo la segunda oportunidad en la que estuvimos juntos y sin haber hablado casi. Tuve que volver varias veces al campo para lograr hablar brevemente en otras oportunidades con Alfredo, siendo que en aquella primera instancia su afable cordialidad se sumaba a que fuera a las carreras donde también se paga una entrada, además luego comprendí que era un hombre bastante introvertido para charlar de un modo más íntimo. En aquella oportunidad el costo de la entrada para las carreras fue de 30 pesos en beneficio de un hombre de poco más de 40 años que estaba padeciendo un cáncer de pulmón y quien falleciera pocos meses más tarde. En el barrio es tradición que se organicen las carreras de caballos a merced de alguien que esté pasando por un momento difícil, sobre todo en relación a problemas de salud. Lo significativo es que los aportes en cuanto al intervalo y ausencia de mi intervención en la comunidad durante estos períodos, dieron algunos indicios luego a través de los modos de construir mi presencia en el campo. Se plantean otras interrogantes, otras preguntas para tener en cuenta. ¿Cuál es la idea que tenían los habitantes del barrio de mi presencia y cuál es la idea que tienen luego de volverme a ver? ¿Cuál es la idea que yo tenía y cuál la que tengo ahora de la gente y del lugar? Si bien estas preguntas no fueron planteadas o argumentadas para ser decididamente respondidas, fue acertado que estuvieran de todos modos en el planteo al intentar re-ingresar al campo. ¿Por qué?, porque de esa manera se logró tener en cuenta y no olvidar el tiempo transcurrido. El tiempo debía ser tomado en cuenta entonces desde el comienzo así como estaba presente a través de todo el recorrido que hacía y reorganizaba el trabajo en el campo. Anteriormente me había cuestionado sobre los modos de acceso y acercamiento al campo de investigación como ser los viajes en ómnibus y sus “contra tiempos” en torno a sus horarios, días, empresas etc. Al regreso al campo la intención era sumar el contenido de ese tiempo y espacio ahora en relación a la distancia y el recorrido desde otros puntos de vista, el lugar así aparecía más expuesto, más indefinido. El barrio es nombrado y representado recurriendo tanto a la memoria como al modo de utilización del tiempo y espacio, en el tramo siguiente hacemos referencia a esos usos y desusos que muestran los diversos nombramientos y su resignificación.

 

 

Los nombres: Usos y desusos

 

“[La unidad de la palabra es un esquema, una concepción insensata. No hay que confundir tal uso con la significación. De la misma manera como la palabra está afectada por la modificación de los entornos, también lo está su significación]” (Schleiermacher, s/d.:47; Citado por: Todorov, 1981:176-177)

 

El nombre El peligro tiene un fuerte componente tradicional y afectivo vinculado a varios acontecimientos, como las relaciones y valores asociados a los antiguos bailes y sus peleas muy famosos en la región, algunos episodios de asesinato, cuestiones geográficas por tratarse de una zona de inundación en el pasado así como la oscuridad y lejanía también remotas. También las representaciones relacionadas a la vida espiritual, la magia, mitos, leyendas, etc., y su vínculo con la zona geográfica donde aparecen los viejos ombúes, árboles con varias historias fantásticas o el cementerio de Pan de Azúcar lindante al barrio. El nombre Belvedere promovido desde hace varias décadas por los ámbitos comercial y político intentando la incursión del barrio hacia la vida moderna y el comercio (venta de terrenos etc.), tiene un fuerte componente de pertenencia adquirido sobre todo por la gran cantidad de nuevos residentes. Sin embargo muchos de los viejos residentes no usan este nombre y cuando lo hacen es para sumarse a un intento de cambiar la “imagen” del nombre, y no por considerar que el barrio tenga una historia “oscura” (a no ser por algún aislado episodio como parte de la identidad) sino más bien lo contrario. También encontramos en algunas opiniones ambas denominaciones representadas y compartiendo el mismo lugar geográfico, donde la frontera es de “palabra” a modo de corte interno del barrio, diferente a la vieja frontera que antiguamente corría transversalmente desde la plaza o centro de Pan de Azúcar hacia los límites de la ciudad, alejando al centro y manteniendo un espacio vacío “entre” en el cual estaba inserto el barrio El Peligro.

 

“Una frontera no es una barrera, sino un paso, ya que señala, al mismo tiempo, la presencia del otro y la posibilidad de reunirse con él. Una gran cantidad de mitos señalan tanto la necesidad como los peligros que se encuentran en este tipo de zonas de paso (…) y lo que señalan es, en primer lugar, la necesidad de aprender para comprender.” (Augé, 2007: 21) 

 

Por lo tanto el barrio mantiene en la actualidad el uso de al menos dos nombres definidos. Por un lado El Peligro nombre acordado desde la cultura local hace unos cien años, y por otro lado el nombre Belvedere promovido hace varias décadas (no hay acuerdos aunque posiblemente desde los años 1940-50) desde los ámbitos comerciales y políticos. Durante todo este proceso ha habido incorporaciones comerciales e institucionales  importantes en el barrio, uno o dos talleres de automóviles, almacenes, panadería etc., varias actividades y talleres de música, artesanía, etc. en otros, y actividades comunales llevadas a cabo tanto en ámbitos privados, como en el reciente salón comunal inaugurado en el año 2011. Incluso instituciones como la Escuela Industrial en la calle Felipe Lizarza que fue uno de los primeros lugares de referencia estatal y de enseñanza en el barrio y en la ciudad de Pan de Azúcar, o el liceo de Pan de Azúcar que si bien está alejado unas pocas cuadras, también tuvo importante influencia en la distribución del espacio y representaciones de la identidad del barrio. En cuanto a grandes diferencias en relación a otros barrios no parece haber muchas a no ser por tener menos comercios o algunos servicios generales. Los residentes del centro de Pan de Azúcar perciben que el nombre más usado es El Peligro y que es usado indistintamente por la gente de Pan de Azúcar en general; las personas de otras zonas de la ciudad que no viven en el barrio lo llaman también El Peligro. Otros nombres como “El pozo” o “Altos del ombú” también están insertos en el barrio auque no visiblemente para todos los residentes. En el primer caso se trata de un pequeño espacio de tierras bajas de unos 200 metros de extensión, donde existieron en el pasado problemas para atravesar el camino debido a inundaciones periódicas. Estos incidentes aunque no está claro, pudieron además derivar en el nombre El Peligro para el resto de la zona. Algunos vecinos sostienen que actualmente sigue siendo El pozo y que tienen que aclarar o recordar su nombre cuando conversan con otros residentes de Pan de Azúcar sobre temas afines al barrio y la región. Según los planos que dio la intendencia en el año 1985 donde se planificaba un rediseño en la zona y la posibilidad de construcción de viviendas de ayuda mutua, esta zona Del Pozo y otra pequeña zona lindante conocida como el lugar donde vivían los negros de Pan de Azúcar (asimilada a veces al barrio del centro por su cercanía), también aparecían como Belvedere al igual que el resto del barrio. Cuando representantes en su momento de aquella comisión barrial que trató el tema de los planos y redistribución de espacios nos recuerdan hoy los arreglos suscitados, dicen que de todos modos para la gente esa extensa zona que aparecía como Belvedere seguía siendo El Peligro. En el otro caso con el nombre Altos del ombú se hace mención a una estrecha franja en el extremo sureste de la zona que se nombró cuando se formaron allí las cooperativas de vivienda para jubilados. La zona es alta y próxima inmediata a los pocos tradicionales ombúes que todavía existen en el barrio y que en su momento sumaban varios ejemplares también en otras lugares, lo que dio origen e ese nombre que luego de un tiempo quedó prácticamente en desuso. Si bien esta zona también ha sido inserta en el despliegue mayor del barrio y un nombrar más generalizado, el significado y uso del nombre persiste y se hace presente en la memoria y la reflexión cosa que pudimos constatar en algunas oportunidades. No podemos olvidar también la existencia al menos en la memoria, del barrio nombrado “De los estudiantes”, en la zona justamente donde se encuentra actualmente el Liceo, centro de estudios secundarios de Pan de Azúcar. En su creación y para construir el edificio se donaron esos terrenos por una familia que poseía varias hectáreas de viñas, es así que toda la zona aledaña en algún momento llegó a llamarse barrio de los estudiantes. Por último haciendo referencia a otros nombres muy antiguos que están tal vez aún más alejados de lo que hoy es el barrio aunque de todos modos permanecen en el recuerdo, podemos citar el caso de “Los troncos”, nombre adjudicado a la zona por la cantidad de árboles que se encontraban: perales, pinos, olivos, uña de gato, transparentes, etc. Otro dato importante que aparece en la zona intermedia entre el centro de la ciudad y el extremo norte del barrio, es la ausencia definitiva de un nombramiento hacia un barrio determinado. Algunos residentes de este sector del barrio directamente no nombran la zona y en su lugar dan los nombres de las calles e intersecciones donde viven. Cuando tienen que hacer un trámite o llamar a algún servicio a domicilio, mencionan el nombre de su calle y omiten en toda oportunidad mencionar el barrio. Si se les pregunta responden que la zona no tiene nombre, y si tienen que aclarar mencionan que no pertenece ni al Peligro, ni a Belvedere. Esto por cierto que agrega un “cuello de botella” a la interpretación ya que estos vecinos manifiestan no sentirse reflejados en las representaciones que existen para el resto de la zona. Lo impreciso o ambiguo en la construcción de los nombres “El peligro” o “Belvedere” para la misma zona, produce por otro lado esta otra característica identitaria de optar por apartarse de la discusión. Por último otros nombres de otros barrios son también muy nombrados cuando se recuerdan épocas pasadas y los orígenes de Pan de Azúcar: “Estación”, “Brisas”, “Suárez”, “Sur”, “Renegado” entre otros. Estos nombres son reivindicados haciendo referencia a la comparación con las variantes en los nombramientos para la zona del barrio en nuestro caso, manifestando de este modo la justificación de la diversidad. Teniendo en cuenta los diversos nombramientos podemos decir que el tiempo no es solamente uno en el barrio, lo que aparece es más bien un entramado de acontecimientos nombrados y re-escriturados en un lugar dinámico que se va acomodando entre el decir, el reafirmar, y los diversos usos del espacio en relación muchas veces al diálogo íntimo con la memoria. La ausencia también es re-significada y valorada para la representación identitaria como vemos a continuación.

 

La ausencia en la construcción de la identidad

 

La ausencia de festejos o acontecimientos que sean recordados y reconocidos como del barrio El Peligro, marca el acercamiento a un tiempo mediado, en tanto el “otro-tiempo” remoto, anterior, va quedando atrás invisibilizado siendo que las fechas que en la actualidad marcan el –tiempo- del barrio están más cercanas y representan al barrio Belvedere. Aquí podemos hacer mención a lo que llamamos lugar de la disposición[7] donde las personas, lugares e historias (lo personal, institucional, tecnológico), se hacen en su definición aún más particular, más íntimo, tanto en su sentido positivo como negativo. Ese otro tiempo anterior que no es decididamente visible, tiene sin embargo la complicidad de ser compartido y reelaborado de manera permanente en la significación de una evocación que está vigente. Este lapso de tiempo “vacío” no identificable expresamente desde algunos ámbitos políticos administrativos da cuenta de la presencia de la marca, la no mención juega su papel constituyendo un escenario en donde una identidad fragmentada busca “sus otras” maneras de aparición. Basta darse una vuelta por el barrio hablando con algunos vecinos para colmarse de sensaciones, relatos y cuentos que vinculan tiempos paralelos, donde lo antaño ahora reelaborado es parte del quehacer diario en la construcción del acontecimiento y vida-simbólica. No obstante y siendo que estas manifestaciones no están muchas veces en reciprocidad “real” con las propuestas de desarrollo en la zona, se ven sofocadas al tiempo que exigen un lugar muchas veces sin saber de qué modo. Tal vez no se trate de una negación total o condicionada hacia estas manifestaciones, de todos modos lo que sí aparece es una ausencia de intercambio en este sentido dando un saldo en donde los programas y propuestas muchas veces no colman las diversas miradas que se encuentran en el barrio. Hay encuentros y actividades en el salón comunal por ejemplo que son muy bien recibidas por algunos residentes, y que no tienen tal significado para muchos otros. Con esto no decimos que esté la posibilidad de conocer todas las presencias y ausencias que conforman la identidad del barrio, lo que nos proponemos en este trabajo es dar cierta visibilidad a la compleja conformación del espacio-tiempo donde esto se produce. También indagar en varias reflexiones que se elaboran a partir de la negación o ausencia de estos “mundos” imaginados y vividos, y que tal vez por no estar ostensiblemente amparados reflejan expresiones diseminadas que se tornan coartadas para su continuidad y existencia. 

 

¿Y dónde se encuentra la memoria entonces?

 

Al tiempo que se fueron terminando algunas de las actividades que tradicionalmente eran propias del barrio como el tablado en carnaval, los antiguos y famosos bailes, las reuniones y charlas al frente de las casas que en verano congregaban a varios vecinos hasta altas horas en la noche, las carreras de caballos que anteriormente se hacían en un predio lindante al barrio, etc., la memoria fue siendo más memoria quedando en el recuerdo. La falta de un reconocimiento si se quiere expositivo o visual de esa memoria y el paulatino deceso de algunos de sus fragmentos, hace que esas representaciones se desvanezcan en las actividades globales del barrio pasando desapercibidas para la esfera pública. Sin embargo están muy presentes en muchas de las vidas de los viejos residentes, y también en la de jóvenes que se han apropiado de las mismas a través de los relatos y valores compartidos. De algún modo también puede parecer que quienes custodian esa memoria, lo hacen dándole un sentido a lo nuevo basándose en lo viejo para minimizar el riesgo y la responsabilidad que el “progreso” suscita en el barrio. Ahora bien, si el tiempo aquí apareciera simplemente en forma “lineal” tal vez esto bastaría, de no ser así estamos necesariamente obligados a atender las bifurcaciones que hacen que existan variados procesos de elaboración donde encontramos semejanzas con los trabajos de Sonnia Romero:

 

“Una construcción colectiva que trasciende franjas etáreas y que se enmarca en un procedimiento ideológico-cultural de tipo ‘étnico’. (...) En este caso operan múltiples elementos que organizan mucho más complejamente la identidad (...) y le confieren una dimensión mítica.... potenciada por el hecho de ocupar un territorio de por sí excepcional y significativamente diferenciado por marcadores naturales”. (S. Romero, 1995; Citado por: Romero, 2000: 142).

 

¿Entonces, es posible adjudicarle a la representación o nombramiento un origen?

 

Estamos de acuerdo en que la suscripción a los diversos “decires” va más allá de su contexto o lugar de disposición según nuestra acotación para esta expresión, e incluso más allá de la adquisición de un lugar o posicionamiento para el decir, dado desde un posible “lugar o tiempo”. Lo que aparece es acaso la “eterna” re-escrituración llevada adelante como reacción frente a los por momentos “des-ajustes” de un-otro tiempo, el/los tiempos de las instituciones, de la política, y del comercio que atravesó y atraviesa todo este escenario de representaciones. La impronta moderna que signó al barrio gradualmente desde las décadas de 1940-50 y con mayor ímpetu a comienzos de la recomposición democrática hacia el año 1985, no tuvo muchas veces en cuenta los ritmos y procesos de asimilación propios en cuanto valores esenciales para incorporar y sumar lo nuevo. Se confinó a implementar una serie de medidas que aunque tal vez bien intencionadas para el momento, no contemplaron muchas de las representaciones de la cultura local y que hoy sí estamos en condiciones de apreciar de un modo más atento. En este espacio el trazo está dado desde y entre cada uno de los pliegues de la devolución, la devolución del significado de la marca. Cada insigne contingente, cada par o uno, todos mediados por la contumaz re-devolución de la marca, remiten a su saber la vuelta de la ingestión que no es gratuita. De un modo u otro lo que está es esa eterna preparación para la contra-vuelta discursiva donde paradójicamente se desvanece un origen retroactivo perpetuo. Se va en busca “de”, para saciarse en el eterno retorno “hacia”; en otras palabras, el doble juego de robar y devolver, de replegar un origen para que embozado exista en el todo. Nuevamente el mito y el acontecimiento entran en escena y tomamos una reflexión de Guigou al respecto mencionando a Barthes y Lévi-Strauss: “El mito, en la lectura de Barthes, supera lo que serían –riesgos- del acontecimiento para el pensamiento de Lévi-Strauss a través del doble juego de robar y devolver". (Guigou, 2004:105). En este sentido no hay apertura posible más allá del escenario, del juego de obcecación y afirmación. Todo está “dado” y es pasible al tiempo que emana su razón desde “lugares”, sin embargo más que de orígenes se trata de albures buscados, provocados (o no tanto) que se apropian en persona o “personas”, y que responden en gran medida a una negación propia que en este caso comparte la omisión que sí tiene un origen, tiempo y destino. En todo caso incluimos una mirada que toma los términos de manera no “independiente” sino en su relación con todos los demás en el lugar de la disposición, asumiéndose cada “uno” al tiempo que es “otro”.   

 

 

Bibliografía 

 

Augé, Marc, Por una antropología de la movilidad, Barcelona, Gedisa, 2007. 

Behares, Luis, E., “Enseñanza-Aprendizaje revisitados. Un análisis de la “fantasía” didáctica” Behares, Luis, E. (Director), Bordoli, Eloísa, Fernández, Ana, M., et al, Didáctica Mínima. Los acontecimientos del saber, Montevideo, Psicolibros, Waslala, 2008 [2004], p.11 a 30.  

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· El presente artículo contiene algunos de los temas tratados en la investigación que corresponde a la tesis en Antropología Social: “¿Barrio El Peligro, barrio Belvedere? Un cambio de nombre nominado: La insistencia de una comunidad que nombra marcando el re-acontecimiento”. Ciencias Antropológicas, FHCE, 2012. En los meses de agosto y setiembre del año 2009 y luego en algunas visitas en el año 2010 se realizó un acercamiento al barrio, su historia y su gente. En esas instancias se llevaron a cabo algunas entrevistas y charlas espontáneas con vecinos de la zona en relación al nombre del barrio. También se realizó en la biblioteca de la Casa de Cultura de Pan de Azúcar y otras fuentes bibliográficas un relevamiento parcial de la historia y origen del barrio. Durante los años 2011-2012 se continuó con el trabajo de campo y la elaboración del texto.
 
[1] Parte de entrevista –Nora- Agosto 2009
[2] Ver por ejemplo: Kopytoff, Igor, 1991.  
[3] Se entiende esta expresión no necesariamente como un recorrido que va sumando conexiones simplemente, sino que también toma en cuenta las des-conexiones, los des-vínculos.
 
[4] Usada la expresión para visualizar ciertos límites que en su redefinición instauran parte de la construcción identitaria como aprendizaje desde el acontecimiento.
[5] Como acotación hacia algo que no tiene forma o contenido preciso y de todos modos existe, se restituye e inventa como sistema o categoría.  
[6] Entrevista hombre de 76 años que vivió toda su vida en el barrio.
[7] Esta idea aparece ampliada en el trabajo completo de la investigación.