Resumen: El
presente artículo aborda algunas ideas entorno a la construcción del
acontecimiento e identidad en una comunidad específica, el barrio nombrado
tanto como El Peligro o Belvedere de la ciudad de Pan de Azúcar, departamento de
Maldonado, Uruguay. Mediante algunos ejemplos a partir de la etnografía
realizada, se transita por los orígenes e historia del barrio, el uso de sus
nombres, así como por la memoria asociada a ello desde las diversas
representaciones que realizan sus habitantes. La ciudad de Pan de Azúcar que
tiene algunas connotaciones particulares como establecerse en una coyuntura
geográfica mediada por la historia de la región y su paisaje natural, muestra
ejes de frontera diversos que en la actualidad son re-elaborados. Ind
Palabras clave: Acontecimiento, barrio, identidad
Abstract: This article discusses some ideas around the construction of the event and identity in a specific community, the neighborhood named both as The danger or Belvedere Thecity of Pande Azucar, Maldonado, Uruguay. Using examples fromethnography done, it goes through the origins and history of the neighborhood, the use of their names, as well as the memory associated with it from the various representations madeits inhabitants
agando en
los diversos modos de construir identidades a partir de la –persona- y teniendo
en cuenta las vicisitudes del trabajo de campo desde la antropología, se toma
como lugar de reflexión el acontecimiento desde diversas manifestaciones; en
tal sentido se profundiza en los significados con relación a los modos de
aprendizaje de ciertas vivencias y la representación de la identidad. El barrio
El Peligro-Belvedere en constante
crecimiento los últimos años es parte de una cultura donde diversas
manifestaciones se acogen de alguna manera en un ser pandeazuquense, y en e
sta
investigación la reflexión transita la construcción del acontecimiento
indagando también en los modos estigmatizados, su incidencia, ubicación y
valoración, en donde los tiempos y espacios se entrecruzan y reacomodan en la
identidad representada.
.The City of Pan de Azúcar has some specific connotations as
established in a geographical situation mediated by
the history of the region and its natural landscape, shows various border lines that
are currently re-processed. Digging into the various ways to construct identities from the-person-and
taking into account the vicissitudes of fieldwork
from anthropology, is taken as a
think-tank the event from various
manifestations, in which sense it delves into the meanings relation to certain modes of learning experiences and the representation of identity.
The Danger-Belvedere neighborhood
of steady growth in recent years is part of a
culture where various events take
refuge in some way be pandeazuquense, and
in this study reflect the construction of the event passes also investigating
ways stigmatized, their incidence, location and value, where time and space intersect and rearrange the identity represented.
Keywords: Event, neighborhood,
identity
Introducción
Los usos, costumbres y sus representaciones se
relacionan con los modos de nombrar
al barrio y la importancia que adquieren esos decires en sus variados contextos, donde tanto las ausencias como
presencias marcan modos de identificar una pertenencia.
En este trabajo etnográfico se busca indagar en las
representaciones individuales y colectivas reflexionando sobre diversos
conceptos relacionados a límite o frontera, el adentro y el afuera en un
contexto particular, lo propio y lo ajeno, así como la dinámica de sus
interconexiones desde lo íntimo relacional donde se conforma un escenario
múltiple y no meramente bipolar. Se hace hincapié en las representaciones que
hacen a la construcción del acontecimiento donde los tiempos de las memorias y
las narraciones se juntan y bifurcan en múltiples metáforas y partes de
historias. En el desarrollo del trabajo se abordan diversos alcances entorno a
la identidad del barrio “El Peligro-Belvedere” de la ciudad de Pan de Azúcar,
departamento de Maldonado. Se indaga a partir de la reflexión en la memoria, el
recuerdo, y la vida actual de sus habitantes, asociado a la conformación de los
tiempos y espacios como valor de una cultura propia. A través de la elaboración de la narrativa
se va decidiendo los elementos a tener en cuenta para la construcción de una
identidad que primero será particular y personal, para luego ampliarse hacia
una identidad colectiva. Nos propusimos analizar aspectos que hacen al acontecimiento
como circunstancia de aprendizaje teniendo en cuenta los aportes de Behares,
(Behares, 2008) y también indagando los modos estigmatizados, su incidencia,
ubicación y valoración, en donde los tiempos y espacios se entrecruzan y
reacomodan en la identidad representada. En tal sentido se establecen diversos
códigos en relación a los modos de aprender y crear los acontecimientos vividos
que son re-significados en diversos contextos temporales, dando cuenta de
situaciones y decisiones que no siempre son propias sino que también han sido y
son ajenas o asignadas como se constata en el propio renombrar el barrio. La
pesquisa transita merodeando estas cuestiones en un registro que no deja de ser
sinuoso y fragmentario como lo son las diversas interpretaciones personales y
colectivas (incluida la del investigador), y donde la metodología asume a la
persona como parte integral del proceso de desarrollo y avance en un contexto
relacional. “Nos planteamos la identidad
en su aspecto relacional, cuando está dotada de eficacia social y produce
efectos sociales reales (según F. Laplantine, 1996), que no están necesariamente
circunscriptos al conflicto, sino a la distinción (unos de otros).” (Romero, 2001: 78)
La
relación entre los “hechos” y la construcción del acontecimiento
Comenzando directamente con
algunos ejemplos y haciendo mención a la dictadura militar en Uruguay entre los
años 1973 y 1984, encontramos que los discursos mantienen en algunos casos
secuencias de tiempo dislocadas no
siempre visible en una primera interpretación. En Pan de Azúcar y lindante al
barrio se produjo un hecho muy conocido (sobre todo en la zona) en la dictadura
mencionada que se interpone entre los nombres El Peligro y Belvedere; tomamos
el testimonio de Mirta que vive actualmente en el barrio para mencionar el
hecho. Se trata del asesinato de un residente de la zona, Pascasio Báez un
paisano muy querido que vivía en el barrio por aquel entonces todavía más El
Peligro que Belvedere, y que al ir a recoger su caballo y luego de avistar casualmente
a una persona entrando a un campo (tatucera) fue desaparecido y luego de unos
meses encontrado muerto en la zona. Según se confirmaría luego la muerte se
produjo por la decisión de algunos de los integrantes del Movimiento de
Liberación Nacional ya que en aquel campo había un recinto de refugio. Este
suceso muy conocido y recordado por todos los viejos residentes marca hoy una
reflexión adicional para nuestro tema y lo tomamos más allá de la indagación
política al respecto, ya que nuestro interés se centra en el modo como la
persona en este caso va elaborando el discurso para reconstruir su propio acontecimiento.
En el largo proceso a través del cual el oficialismo de turno y cierta élite
comercial en su momento han intentado dejar atrás un nombre y valerse de otro
para designar al barrio, proceso no acabado y que hoy continúa sobre todo promovido
desde el ámbito político, este caso reaparece hoy como una “marca” que se
asocia al oficialismo y al nombre Belvedere al tiempo que se repudia el acto de
violencia y de “peligro” llevado acabo. La adjudicación de un nombre como Belvedere renovado y readaptado (según
perspectiva de la junta local) a un barrio “próspero” en pleno desarrollo
demográfico, no se aprueba en esos términos y más bien se le asigna en este
caso un contexto negativo. El interés está en que las diversas interpretaciones
nos permiten ver cómo ese fluctuar constante entre el uso literal del nombre o
no, y la resignificación del contexto, se van acomodando según el interés y la
situación. Por momentos se cruzan los contextos de referencia así como el uso
de ambos nombres, que además son utilizados tanto “textualmente” sin referencia
precisa al contexto sea pasado o presente, o en relación directa a su contexto.
El alternar vuelve a estar presente en la identidad y en este caso está fuera
de una dimensión política o partidaria. No se trata de tener en cuenta solamente
una dimensión histórica o temporal para colocar la identidad en relación con
algún hecho concreto, más bien se parte de un sentir propio, personal, para
luego construir el andamiaje identitario y sus valores. En esta trama Mirta identifica
aquel suceso como infame y peligroso que no se acepta en absoluto
como escusa de una situación particular que estuviera viviendo el país, o por
alguna otra causa cualquiera sea. En consecuencia se coliga lo negativo de esa
situación con el actual oficialismo en Pan de Azúcar, marcando el peligro e
incertidumbre suscitados en el pasado y trasladando al presente ese sentir que termina por invertir el
sentido de los nombramientos. Todo el resabio que podía tener el nombre El
Peligro para insertar al barrio hacia un futuro próspero, se anula para
recomponer el contexto de valores de aquel barrio viejo y sus habitantes. Por
otro lado al interpretar el hecho ocurrido y situarlo en un vínculo hacia
algunos de los integrantes del actual gobierno de izquierda, el nombre
Belvedere queda menoscabado en todo sentido asociado al oficialismo. No se
trata de un conflicto político o partidario sino de una “visibilidad” de
ciertos valores donde la persona interpone decididamente su interpretación,
incluso quedando en evidencia que se desconocen las circunstancias del suceso
en profundidad y además repudiando la dictadura en todo sentido. Nos interesa
siendo que la relación de valores y nombres se ubica según el modo en que la
persona aprehende y elabora el acontecimiento, no basándose en los hechos
particulares y/o anecdóticos meramente dados a su conocimiento, sino desde su
construcción como parte de una identidad que insta a ser reelaborada cuando la
situación lo requiere. Un modo de asegurar una pertenencia en base a los valores
solidarios del barrio y reivindicando su historia, que a partir de un hecho
concreto pone en evidencia la confrontación y el conflicto, no para quedarse en
ellos sino como “motor” para forjar una identidad. Al referirse a la relación
entre la biografía de una persona en el pasado y la del presente Goffman dice: “La superación de esta discontinuidad se
simplifica cuando el individuo se ha convertido en alguien que no desacredita
su vida anterior y cuando su pasado no desacredita demasiado su vida actual
(…)” (Goffman, 2008: 103). A su vez en este mismo caso las referencias al
peligro que produjo la dictadura militar se interponen además con el peligro
que conformaba la guerra como totalidad, ahora haciendo mención a la “guerra mundial” aunque no queda claro a
qué guerra mundial se hace referencia. Mientras se recuerda la muerte de aquel
paisano y su relación con él como vecino se metaforiza sobre -el peligro-, en
relación también a la memoria auditiva al recordar los “tremendos ruidos” de los aviones pasando por Pan de Azúcar, porque
como Mirta dice en el relato “comenzaba
la guerra”. Ella interpone sus recuerdos a medida que hablamos como
intentando transmitir una imagen global de sus vivencias y sensaciones por
aquellos años. El modo como lo lleva a acabo es una posibilidad de reflexión
para nuestro estudio, siendo que de un hecho concreto como es el caso de la
muerte de su vecino y una descripción más que nada visual,
se abstrae hacia otros ámbitos de su sensibilidad dándole a ambas dimensiones (visual-auditiva)
la misma importancia. Nos interesa ya que se produce en el mismo encuentro
“presente” un desdoblamiento de la memoria a través del montaje
“categóricamente” seleccionado. De alguna manera rompe con una linealidad
concatenada visualmente, introduciendo otro sentido (el auditivo) y otro
tiempo, un tiempo al que hace referencia como de guerra mundial aunque sin
darnos pistas precisas sobre a cuál guerra se refiere. Sabemos por su edad que
durante la segunda guerra mundial ella era una niña, lo que no sabemos es si
aquellos ruidos de aviones a los que hace referencia eran parte de esa época de
conflicto mundial del cual sin embargo Uruguay se mantenía bastante alejado en
principio, o si está haciendo referencia en su relato a la dictadura militar uruguaya
comenzada en 1973. Tal vez ella confunda las fechas y los episodios con cierta intencionalidad
(consciente-inconsciente) para elaborar su metáfora, tal vez no haga hincapié
en hurgar datos precisos en el bagaje de sus evocaciones y ese sea el motivo de
elaboración de su relato, donde no interesa tanto lo que pasó sino cómo fue
percibido o más bien, sentido. Es posible también que no tenga o que no haya
tenido presente en esos años toda la información al respecto sobre los
episodios internacionales o políticos locales, y que tuviera un modo de vida
diferente al que se vivía en las capitales, centros de poder y la propia ciudad
de Montevideo. De todos modos lo que más nos interesa es la elaboración o
reelaboración que ella realiza en el relato, y que está en relación tanto a
momentos y situaciones vividos en la zona y en el mundo en diferentes períodos,
como con su propio vivir y sentir cotidiano siendo desde allí precisamente que
se construye el montaje a partir de la elección. Siguiendo a Gravano ponemos
atención a esas representaciones que la persona construye teniendo en cuenta su
ciudad, pueblo, o barrio. “Re-entrenarse
para penetrar esas superficies opacas que la ciudad ofrece como un paradigma
sinfónico (como decía Mumford) de imágenes que, paradójicamente, debe ser
imaginado día a día podría ser la agenda de estos días.” (Gravano, 2011:
63). Como sucede en otros momentos y
situaciones de la investigación en este entramado donde se representa la idea
de peligro de modos diversos, también se inserta el nombre “literal” del barrio
tradicional ejerciendo por momentos una dimensión exagerada en cuanto a su
espacio y fuerza de acción. En tal sentido el uso textual y “redimensionado” del
nombre El Peligro está directamente en
relación a su contraparte como salvaguardia de un barrio anterior, tradicional,
y la representación de sus valores. Esto se da en un contexto donde muchas
veces la omisión y la “marca” actuaron antes, durante y después de la
dictadura, y donde algunas vivencias y actividades que se recuerdan del barrio
tradicional mantienen la relación con el presente aunque no siempre sean “visibles”.
El hecho de resaltar algunos episodios de peligro en el pasado en algunos casos
está asociado a la negación que generan otras vivencias también del pasado, y
que aparecen visibles a través del uso descontextualizado del nombre El Peligro
haciendo énfasis en la “marca” literal. Unas pocas décadas atrás ese contexto
(ahora descontextualizado) se dio por ejemplo a través de las relaciones
laborales y sus diversas etapas en la zona. Muchos residentes dependieron en
algún momento de trabajos de mucha exigencia y sueldos irrisorios, con los
servicios básicos no resueltos y a los que había que resignarse por ser las
únicas fuentes laborales, propuestas estas desde los grandes estancieros en
beneficio de sus producciones comercial que avalados por el estado habían
afianzado la explotación de la zona. Es el caso por ejemplo de las plantaciones
de papa donde existían jornadas de 14, 16 o 20 horas en las que había que sumar
“bolsa llena”, esto es que a mayor cantidad de recolecta mayor sueldo ya que el
pago era por bolsa y por lo tanto la suma exigía una gran cantidad de bolsas
llenas para obtener un jornal. También las pagas por hora exigían horarios muy
extensos para lograr un salario medianamente digno, y en la mayoría de los casos
no tenían ningún tipo de beneficio de descuentos laborales para un amparo
futuro. Hoy muchos de aquellos trabajadores por no haber contado con los
beneficios jubilatorios etc., se encuentran en una situación que prolonga aquel
desamparo sin lograr una respuesta, ya que no tienen la posibilidad de
“demostrarle” al estado aquellos años trabajados del modo y con los trámites
que el estado les exige; es el caso por ejemplo de algunos integrantes (mujeres
y hombres) de la comunidad afrodescendiente hoy ya prácticamente desaparecida.
Esta comunidad con integrantes que vinieron de varios lugares del interior se
afianzó desde la primera mitad del Siglo XX en el barrio Peligro, El Peligro, o
La Peligrera
como se le llamaba por aquellos años, en un predio cercano a la plaza de la
ciudad en una zona que posteriormente se nombró también como “barrio del
centro” precisamente por ser la zona del barrio El Peligro-Belvedere más
cercana a la plaza y centro de Pan de Azúcar. En los últimos años el
fallecimiento de varios de sus integrantes y los traslados hacia otras zonas en
busca de nuevas posibilidades, hicieron que esta comunidad prácticamente desapareciera
en el barrio. En relación a los grupos estigmatizados tomamos otra cita de
Goffman:
“el problema fundamental relativo a
estos grupos es su lugar en la estructura social; las eventualidades que
enfrentan estas personas en la interacción cara a cara son solo una parte del
problema, y no pueden comprenderse totalmente sin una referencia a la historia,
al desarrollo político y a las estrategias habituales del grupo.”
(Goffman, 2008: 159)
Otras situaciones de aquel
ámbito vivido en el barrio refieren por ejemplo a la distribución del espacio y
los servicios básicos, como el alumbrado eléctrico en las casas y tardíamente
en la vía pública, el agua potable que llegó con la instalación de una primer y
única canilla en uno de los caminos, el saneamiento, la caminería y luego pavimentado
de las calles, y el transporte público.
Todos
servicios muy postergados si tenemos en cuenta en las fechas que el alumbrado
en la vía pública por ejemplo tiene unos 15 años y el saneamiento inclusive
algunos años menos, dándonos la pauta de cierta omisión y su “marca” hoy
reflejada en un modo particular de resignificar a través del discurso.
Reconstruyendo
también la identidad, más sobre la elaboración y la persona
Para profundizar en esta
compleja construcción pondremos a consideración algunas reflexiones que
pensamos son propias de cualquier acontecimiento y de interés para nuestro
estudio, señalando que el modo de aprendizaje de un fenómeno sea de cualquier
origen o circunstancia es constitutivo de la identidad formada y por tanto de
las decisiones en la praxis en cuanto proyección. Nos planteamos entonces
imbuirnos en los códigos de relacionamiento que hacen a ese “captar” el
fenómeno, suceso o acontecimiento de una manera determinada para aprenderlo-
aprehenderlo y así hacerlo real. Haciendo también hincapié en el desplazarse de
la persona, partimos de la reflexión en tanto que está el movimiento constante
y nos preguntamos: ¿qué incidencia tiene en la persona el modo de aprendizaje
de ciertos valores concebidos en su cultura de origen?, y como pregunta
conjunta: ¿de qué manera se conserva esa forma de aprender o reconocer en la
construcción del acontecimiento actual? Desde el vínculo entre la persona y el
barrio y donde la institución (política, de enseñanza, etc.) está siempre presente
aunque más o menos visible según el lugar que se le asigne, la investigación va
transitando por los diversos modos en que el acontecimiento es aprendido, e
indagando en las formas de establecer las representaciones que se reelaboran y
estabilizan en una simultaneidad.
Cuando
la historia personal es puesta en tela de juicio, auto-reflexiones en historias
de vida. Un caso de empresa y terrón
Enrique es el sobrino del primer propietario y constructor de la
vivienda que ahora ampliada y reformada es en parte un almacén, agencia de remises,
y más recientemente también sala de máquinas de azar, todo en un complejo que
comenzó en un rancho de terrón. Hoy él revé su pasado haciendo uso de la
memoria para seguir construyendo lo que llama “darse un gusto tremendo”, cuando planifica cada nueva inversión
estratégica para sus negocios con un entusiasmo envidiable, sin por ello dejar
de hacer referencia a su “humilde
infancia de trapos viejos” como dice.
De rancho de terrón a agencia de remises
- El mismo lugar, otros tiempos
De niño Enrique vivió en una
familia muy humilde de diez hermanos donde los remiendos de trapos viejos eran
habituales. Ahora con 60 años sus ilusiones y proyectos hacen conciliar las
experiencias pasadas con lo que diariamente realiza de un modo alentador. Como
él mismo dice se saca las ganas de hacer lo que antes no era posible, y hace
mención por ejemplo a uno de sus vehículos nuevos cerco quilómetro que utiliza
como remís que realmente impacta por su modelo. Él va reelaborando su discurso
en la intimidad de la memoria en un entramado que luego de estar listo da a
conocer. Allí están los buenos y malos tiempos de su niñez, su juventud, los
cambios y desplazamientos varios a los que tuvo que enfrentarse por razones
laborales, y muchas otras vivencias que recordadas se hacen parte de sus
actuales proyectos. Según Goffman todos tenemos o hemos tenido en algún momento
experiencia con un estigma “el problema ya no consiste en saber si una
persona tiene experiencia con un estigma, porque de hecho la tiene, sino más
bien cuántas son las variedades de esa experiencia.” (Goffman, 2008: 162). Una
tarde mientras charlábamos un rato sobre la temporada de verano que es cuando
hay más trabajo en el turismo sobre todo hacia Piriápolis y Punta del Este, un
amigo suyo y compañero de trabajo en la agencia de viajes hace algunas
reflexiones sobre el desempeño como chofer de traslados para turistas. Dice que
le gustaría que existiera por parte del estado un asesoramiento en el cual él
pudiera formarse para tener mayor conocimiento de la zona y su historia, todo
esto luego de que habláramos un poco sobre el motivo de esta investigación y la
antropología. Su reflexión se basa en que sería mucho más productivo en todo
sentido que los chóferes que trasladan turistas puedan evacuar dudas
relacionadas a la cultura y geografía de la zona, siente que conoce muy poco al
respecto. La charla se tornó aún más interesante cuando intervino Enrique
reivindicando el conocimiento que ellos ya tienen por haber vivido toda la vida
en la zona y que es muy valioso. A todo esto su amigo en un momento le recrimina
diciendo que lo que él (Enrique) hace es payar
porque en realidad no sabe mucho. De algún modo esta doble lectura y el
contexto en que se da la charla entre ellos en esos minutos, termina por
volverse complicidad y alianza. Tanto lo que uno u otro proponen aunque en una
primera instancia podría verse como opuesto, lejos de esto es complementario ya
que en sus reflexiones se puede ver la búsqueda del intercambio. No solo un
intercambio somero entre “ellos” que son los que conocen la cultura por haber
vivido allí y la institución oficial que emprendiera en todo caso el cometido
de brindarles más información, sino un intercambio también “silencioso”, más
profundo que los vincula y nos vincula a todos los que estábamos allí esa
tarde.
“igualmente
tenemos que destacar la importancia referencial del paisaje, de la memoria que
historiza el lugar, de las relaciones sociales que definen
un estilo de
vida manteniendo redes locales, familiares, productivas, de vecindad o de
amistad. Así también la importancia de los testimonios históricos que marcan
materialmente y simbólicamente una línea de continuidad y pertenencia”
(Romero, 2000: 142)
Sutiles y grandes diferencias
En otro encuentro en la empresa de remises otra situación dio lugar
nuevamente a la sorpresa. Estábamos hablando del motivo y proceso de mi trabajo
en el barrio y Enrique se mostró muy interesado en saber cuál sería el destino,
cómo se daría la difusión del mismo. Su insistencia me llamó la atención ya que
no lo esperaba de ese modo en el que se me daba el crédito de poder vender el
resultado del trabajo como libro, contando con la aprobación e interés de
algunos residentes del barrio. Por supuesto había intentado explicar mi
propósito y que realizaría un trabajo final y escrito, aunque en ningún momento
se había hablado de editar un libro y mucho menos sin saber realmente (en ese
momento aún menos) cuál sería el contenido del mismo. Enrique, más allá de mi
reincidencia en aclarar el propósito de la investigación que tenía un parámetro
en principio dentro de la realización de proyectos de campo, insistió en que
era necesario tener ese registro enfatizando además en su sentido histórico.
Habíamos hablado también algo del complejo entramado entre la historia y lo que
significaba estar haciendo hoy una etnografía, y de que mi trabajo no sería un
trabajo solamente “histórico” del barrio. En aquel momento se había mostrado
muy interesado en esas diferencias y relaciones y siempre me hacía alguna
pregunta relacionada a la metodología que estaba desarrollando, o reflexionaba
sobre lo que le comentaba de la importancia para mí de estar con ellos
directamente. El lugar que le daba a lo histórico estaba muy presente ya que
los escritos que él conocía en relación a la zona eran principalmente
históricos, folclóricos o anecdóticos, y en gran parte precisamente por eso
tenía interés en la metodología etnográfica. Esta situación me motivó a pensar
en el sentido último de la identidad como construcción, ya no se trataba de
largas charlas y anotaciones encontradas o de entrevistas sobre algunos temas
solamente, sino que además lo que aparecía era la “idea de”, y la demanda
exigida para plasmar esa idea.
De alguna manera había que transmitir hacia la comunidad esos
encuentros que estábamos creando y una posibilidad era un trabajo plasmado en
un impreso, posibilidad que se tornó como una de las viables aunque no
definitiva. Entretanto Enrique bregaba al tiempo que interpelaba mencionando su
rechazo por los estudios estrictamente históricos o descriptivos, cosa que
apareció varias veces dando cuenta de que no representaban “fielmente” la
identidad del barrio. En el siguiente tramo a partir de otro ejemplo profundizamos
en la construcción del acontecimiento.
La
magia como acontecimiento y sus derivaciones
Cuando hablamos con Nora que
nació y se crió en el barrio entre los temas de su interés estuvo la magia como
vivencia frecuente, que existió hace varios años en la zona y que ella recuerda
y vive también hoy de alguna manera habitualmente. A partir de sus recuerdos
reflexionamos sobre el significado que produce separar unos hechos de otros y
su reconstrucción en un tiempo que es el creado para un nuevo acontecimiento.
Nora tiene ahora 75 años y está
jubilada, vive con su marido en una modesta casa hace más de 40 años en la zona
donde se gestó el barrio, y pasó su niñez en un finca que estaba muy próxima a
su actual morada. Desde hace más de 20 años también la acompaña su hija a quién
adoptara y el hijo de esta nacido recientemente. A través de sus relatos y
expresiones vamos discurriendo por las vivencias pasadas, por los recuerdos de
lo que más quiso y lo que fue también un trago amargo o un impulso a veces para
seguir adelante. Nos encontramos en el limbo de su tiempo donde mientras nos
cuenta nos atrapa para no dejarnos ir, para hacernos parte y cómplices de su
historia. Varias veces insiste en que lo que dice es verdad porque lo vivió y
también lo vivió en parte su marido, marcando la diferencia con otras
manifestaciones de “fantasmas” o “energías extrañas” que pudieran ser
producto de la imaginación u otro tipo de fuerzas que actuaban entre la gente. Decididamente
quiere revivir aquellos acontecimientos y según dice “mostrarlos tal cual eran” auque sin prejuicio en el orden que le da
a la narrativa, donde “pasea” por su memoria y entreteje sus vivencias con
relatos y vivencias de otros o de sí misma en otros momentos.
¿Cómo se recuerda eso ahora?
“Y yo lo recuerdo siempre…y cuando
converso así como…y vos vas… a reírte…pero hay mucha gente que se ríe porque…
como y nosotros nunca vemos…pero que antes…yo lo…yo lo viví y lo vi…él lo vivió
y lo vio… los otros no lo ven, ahora porque no existe nadie estudia eso…que
decían que era la magia viste, la magia blanca y la magia negra que se
estudiaba antes, como quién estudia otra cosa, entonces la hacían trabajar…a x
persona que la estudiaba…había que estudiar, además que se quedaba media
trastornada la persona, no… era muy completo…con el estudio ese se ve que tanto
trabajar eso se quedaba…”[1]
En estas primeras líneas de una
de las charlas vemos como se va armando el acontecimiento basado en el recuerdo,
que en principio Nora nos lo presenta desarticulado tomando más adelante una
orientación si se quiere más controlada que nos aclara lo que intenta
transmitir. Esto es significativo en tanto muestra la articulación de la
memoria donde las vivencias tienen varios órdenes y secuencias posibles a
establecer.
Si bien el acontecimiento es el
mismo, en este caso la magia, se puede advertir sus diversos alcances y una
separación entre lo que como ella misma expresa, se sabe de hecho y lo que no
se sabe porque no se ha estudiado para ello. Esta partición será un vínculo constante en todo el desarrollo
del acontecimiento que reconstruye donde entra y sale el tiempo de varias
maneras. En principio lo que “se sabe” está expuesto de manera que se incluye
en un contexto dado y certero, auque no podemos saber exactamente cómo es que esto
sucede y de qué manera se constituye realmente como contexto válido. Lo otro
que “no se sabe porque no se ha estudiado”, encuentra un significado propio en otro lugar, un lugar de expectativa y
manifestaciones ocultas. Sobre la precaria estabilidad de la subjetividad y el
no control del acontecimiento Behares señala: “En este interjuego de la ilusión, necesaria como tal para todo sujeto
pragmático que cree saber de sí y planifica su accionar, y la falta, es que
habría que incluir el acontecimiento” (Behares, 2008: 26). Vemos entonces
la impronta que adquiere el suceso de aprendizaje para que el acontecimiento se
constituya como relato legítimo, incluso pudiendo coexistir más de un relato
para el mismo acontecimiento y por supuesto diversos modos de aprender.
Asimismo la magia como primer acontecimiento a ser relatado, se entrecruza con
otros sucesos que forman un contexto más amplio y que están de alguna manera
lejos y cerca al mismo tiempo. A continuación hacemos un recorrido por algunos
escenarios también “materiales” de la cultura donde se proyecta el
acontecimiento e identidad.
Los
objetos, las cosas, y otras cuestiones en la etnografía como modo de aprehensión.
Revisamos
algunas cuestiones que a partir de la experiencia en el trabajo de campo
reflejan otro acercamiento a la identidad. El modo de inclusión de factores
como el tacto, el sonido y su recuerdo, o el gusto y los olores además de lo
visual, forman una amalgama de situaciones y experiencias que se manifiestan en
cosas-objeto y de la cual pudimos extraer en algunos casos parte de su
biografía.[2] Estas
apreciaciones están dadas por abstracciones a partir de manifestaciones que
constituyen la etnografía, el intento es asimilarlas de acuerdo a sutiles
pliegues de sentido entre y dentro de cada una, y en asociaciones que no
podemos manipular en forma constante o determinada. En este sentido la
utilización de biografía de objetos y su vinculación en el área geográfica nos
muestra otros datos del contexto, donde a través del registro se capta parte
del hecho sensible que emerge desde la vinculación entre objetos-cosas y
personas. La propuesta es no dejar al
presente etnográfico fuera de lo que hay[3],
entendiendo que el momento etnográfico está dado por múltiples “miradas” en
cuanto hecho que trasciende un concepto de espacio-tiempo determinado, y más
bien se acerca a un constante fluir de acuerdos para la construcción de ese momento
en el que participamos. Asimismo teniendo en cuenta que la práctica en la
investigación la asumimos como propia y no
solamente
como condición, y que al menos en parte instamos a que sea la misma que el
investigador practica habitualmente. El acontecer de la cosa-objeto nos sirve
para distanciarnos de un pretendido y párvulo objeto-objetivado que se sitúa
por momentos en otro lugar que no es el del sujeto, si bien esos objetos-cosas
van a tener también parte de un significado trascendente y su “cola” de
inaprensible objetividad. Nos apoyamos en algunos textos que recogen la idea
que nos interesa donde se resalta la importancia del modo como el objeto se
desplaza y llega a un lugar (e incluso en algunos casos siendo más
significativo que la forma o contenido), la manera como el objeto llega a un
determinado lugar y no solamente la forma, explicación o referencia en sí de
ese objeto. Por supuesto hacemos la salvedad en relación a las semejanzas (o
no) que podemos encontrar entre los conceptos de forma y contenido, donde sus
representaciones y complejidad de significados puedan escapar a este estudio.
De todos modos nuestro interés es tener
en cuenta el contenido, la forma y diseño, así como el soporte, el medio
utilizado, y el modo en que llega a concebirse como acontecimiento
representado.
La
reflexión está en la relación que la cosa-objeto puede establecer con la narración
y es por ello que tomamos autores que reflexionan sobre la interpretación en
este sentido como es el caso de Todorov: “Por
lo tanto, el acto de interpretar implica necesariamente dos elecciones
sucesivas: imponer limitaciones a la asociación de los dos textos o no
imponerlas, y en el primer caso unirlos al texto de partida, al texto al cual
se llega o bien al recorrido que va de uno a otro.” (Todorov, 1981:182). Poniendo
el ejemplo del análisis psicoanalítico, Todorov plantea la posibilidad de interpretar
el texto de llegada (y agregamos al comentario de Todorov: llegada del
concepto) como el propio objeto de interpretación sin poner el énfasis en la
partida. En otro pasaje de su trabajo y mencionando a Lanson en relación al uso
de la verdad en la interpretación, escribe sobre la importancia de intentar
acceder no sólo a la verdad sino tener en cuenta también que la verdad no está
en los otros, así como el sentido de interpretar lo que hay y nada más de lo
que hay. Aparece el contexto histórico que se establece para hablar de lo que
él llama el tercer grupo de presiones; nos interesa tomar su idea y como
venimos haciendo relacionarla con la práctica etnográfica. Es en ese sentido
que resulta útil su contextualización cuando haciendo referencia a la historia
y uso de los libros, plantea la importancia de tener conocimiento de su
biografía, su trayectoria, sus diferentes usos, los contenidos así como los
datos referidos a sus autores. También habla de la “suerte” de cada libro, los
modos y grados de aceptación según el momento, quienes fueron sus destinatarios
y a quienes pertenecieron, su transformación como objeto sagrado y en qué grado
pasa ser parte de una obra única-mayor, en fin todo tipo de circunstancias
relacionadas a la cosa-objeto. Este marco de análisis teórico es válido para ubicar
la trayectoria y contexto de cualquier objeto-cosa que sea parte del estudio en
la investigación, donde insistimos en una ubicación para el desarrollo
metodológico que entienda su uso no sólo como una ida o vuelta. Lo que nos
interesa es la persona que hace uso de ese objeto-cosa, y aquí también
encontramos algunos cruces conceptuales con teóricos que en el arte por ejemplo
han tratado la obra como “abierta” (Eco, Umberto, 1979) y no finalizada sino
luego del significado que el espectador le asigna. Como usuario, o como
espectador, la persona se hace cargo de identificar aunque sea sólo en un
momento dado el contenido simbólico de esa cosa-objeto, desmitificando así un
sentido-eterno que tal vez sólo por estar en una “línea de tiempo” prolongada
pasa a tener una interpretación estable o no de aceptación. Aquí también
podemos hacer uso de la teoría para sumar “fronteras difíciles” como es la
contraposición que se establece muchas veces de manera embozada entre la
materia, entendida siguiendo este desarrollo en principio como objeto-cosa, y la vida física o biológica. Sin duda
cualquiera de estos u otros ámbitos de movimiento donde la realidad se hace
presente cuenta con la significación que le es propia, y es allí donde habita
nuestra metodología tomando como vínculo entre esos espacios a la persona y sus representaciones. En
ese significar es donde encontramos
el quiebre de los sentidos y donde el prestigio o mérito concedidos pueden
tener una aventada, o bien morir en el desuso. Y para simplificar ya que la otra
parte le toca a la práctica, acentuamos en el concepto de línea tan visualizado
en la concepción occidental de tiempo y su proyección para nuestro caso. La línea como instrumento para establecer
ciertos parámetros válidos, sea de progreso, de inserción del barrio hacia una
vida moderna-comercial, etc., aparece asimismo como una prolongación de muchas
y variadas incertidumbres que le son propias a la/las instituciones y entidades
que han proyectado hasta la actualidad algunas de las modificaciones en el
barrio; por tal motivo es que la tomamos en un perspectiva que incluye los
quiebres y variantes antes mencionados. Entendemos necesario visualizar otros
posibles diseños de trayecto, que apunten a la significación de la cosa-objeto
sin hacer mención exclusiva a “mojones de transito” para establecer secuencias
espacio-temporales. El prestigio adquirido por la cosa-objeto que en algunos
casos podría fortalecerse y entenderse simplemente por una oportunidad de
“existir” y no deteriorarse en el mundo físico, no puede sin embargo ser
interpretado y mantener una relación sino es conjuntamente con los enclaves móviles[4]de su
sentido adquirido; optamos por la metáfora “línea dispersa” que nos es más útil
para un seguimiento en ese sentido. Hay fuerzas que permanecen más estables,
que irradian y contagian, y otras si aceptamos el término, más sutiles, que se entreveran de manera frágil
para proteger o destruir un modelo de trayectoria dado. Por su parte Sperber
(1988) plantea que lo sustancial es intentar interpretar por qué algunas
representaciones se “revelan contagiosas”
en el contexto sea de manera general o particular. Al hablar de una representación
siguiendo a este autor se
entiende que encontramos varios discursos tanto públicos como mentales que
hacen a su interpretación. Es así que cada versión
mental es el resultado de una incorporación como versión pública que
a su vez tiene una relación directa con la exteriorización mental. Vemos que la
cadena no se rompe en este caso sino que tiende a hacerse más fuerte. Resulta
interesante el planteo ya que si bien puede existir gran transformación en
cuanto al contenido y la forma, hay de todas maneras cierta continuidad en el
recorrido que resulta en un conjunto coherente, devolviéndonos de alguna manera
un sentido compensatorio y en cierto modo “ficticio” que rehúye a lo incierto,
a una vuelta de la nada[5].
Una artesana de
la memoria:
Los breves
encuentros con la abuela, luego su hija y sus nietos.
Mabel vivió en el barrio hasta la primavera del
2010 donde falleció con casi ochenta años luego de una intervención cardíaca.
Con su marido quien falleciera varios años antes que ella, establecieron un
molino de gofio (hoy inexistente) en un predio cercano al cementerio donde
siempre vivieron y ahora vive su hija y sus nietos.
Cuando volví al barrio en el año 2011 y luego de
algunos encuentros con su hija, en una oportunidad me dijo que había encontrado
algo en la casa que le parecía que su madre estaba preparando para mí antes de
morir. Yo le había comentado que en alguno de mis breves encuentros con su
madre y teniendo en cuenta su buena disposición a colaborar con la
investigación, le pedí que fuera guardando algunos recuerdos o cosas que
quisiera mostrarme como parte de su vida en el barrio. Había estado más de un
año antes de que falleciera y no había podido volver como pensaba en aquel
verano, en ese tiempo ella fue reconstruyendo sus recuerdos visuales y poéticos
a partir de algunos escritos, álbumes fotográficos y revistas donde a través de
un collage que había comenzado a construir especialmente, transmite
experiencias de vida de las que ha sido parte incluso desplegando un trazo
metafórico hacia elementos sonoros y aromáticos. Kopytoff hablando sobre la
noción durkheimiana en relación a que “la
sociedad ordena el mundo de las cosas de acuerdo con la estructura
prevaleciente en el mundo social de sus miembros”, sostiene que “las sociedades restringen a ambos mundo de
forma similar y simultánea, motivo por el cual construyen objetos del mismo
modo que construyen individuos.” (Kopytoff, 1991: 120). Me doy cuenta ahora
de lo que significaron aquellos breves encuentros que habíamos tenido, la
importancia para mí había sido grande lo supe siempre que la recordaba como una
persona muy sensible y llena de cosas para compartir con la que tendría por
delante varias charlas, por eso mi desazón al encontrarme con la noticia de su
fallecimiento. La presencia “silenciosa” que nos mantuvo en contacto de algún
modo durante aquel año que no nos vimos y hasta su muerte fue algo que no
esperaba. Por momentos pensaba que a mi regreso debería prácticamente
presentarme otra vez luego de tanto tiempo, e insistir en la recopilación de
algunas memorias como le había pedido anteriormente pero no fue así, ella había
tenido nuestros breves encuentros también muy presentes durante aquel año. En
este montaje y sucesos que se van dando en la reflexión con la memoria, el
aprendizaje en la vivencia aparece como el proceso en que se recibe y a lo que
uno se apropia, lo que se asimila y también lo que se rechaza.
“pois um mero fragmento de existencia pode resumir
e simbolizar a totalidade do tempo reencontrado en trayectos antropológicos.
(…)Ele reconhece a vibraçâa do tempo no conteído material das lembranças,
atribuindo a memória o principio “intencional” e “inmaterial” de uma
coordenaçâo entre as diferentes temporalidades e as regiôes do espaço em que se
produzem, pois as lembranças sâo solidárias das regiôes de experiencias as
quais, por sua vez, ne sâo irredutíveis.” (Carvalho; Eckert, en: Guigou, (Comp.) 2007: 40,41)
El aprendizaje a través de la
elaboración y representación plantea varios ejes de interés que nos ayuda a
entender un poco más sobre el acontecimiento. En los tramos siguientes ahondamos
en esto haciendo referencia en algunas comparaciones y reflexionando a partir
de otras experiencias de la vida en el barrio
El acontecimiento como
aprendizaje
Insistimos ahora en algunas pautas
que nos acerquen a ciertos modos de aprendizaje en la valoración de un acontecimiento
en una u otra forma. En este sentido aparecen diferencias referentes a qué cosa
identifica más al barrio, por ejemplo las carreras de caballos que para algunas
personas se hacen muy lejos de la zona (a dos kilómetros del barrio) para ser
algo que los identifique, y para otras pueden representar la identidad
colectiva ya que son organizadas siempre desde el propio barrio. Aquí aparece
la memoria asociada a lo rural siendo que esta tradición tiene ese origen,
manifestada tanto en personas oriundas del barrio que hoy asisten a las
carreras recordando también sus comienzos, como en casos de actuales residentes
del barrio que originariamente vivieron en otros lugares rurales. Se asocia a
esto el sentido valorativo de las prácticas vinculadas en tanto nos
preguntamos: ¿qué incidencia tuvo el modo de aprendizaje de algunos valores en
la cultura de origen de la persona? (rural-urbana), y ¿de qué manera se
conserva ese modo de aprender o reconocer el acontecimiento actual? Decimos
entonces que diferentes elementos que hacen a la cultura y sus valores en
cuanto a recorrido, desplazamiento, acontecimiento, constituyen el
entendimiento y aprendizaje que conforman la identidad. Es aquí donde está expreso
el modo referido al –cómo- a partir de un aprendizaje se valora un mismo
fenómeno de una u otra forma. Si volvemos a insistir en que el modo de
aprendizaje de un suceso, fenómeno o acontecimiento, es constitutivo de la
identidad formada y por tanto de las decisiones en la praxis en cuanto
proyección, volvemos a plantearnos imbuirnos en los códigos de relacionamiento
que hacen a ese “captar” el acontecimiento de una manera determinada para
aprenderlo- aprehenderlo y así hacerlo real.
Algunas
consideraciones comparativas
En zonas medianamente cercanas
al barrio y centro de la ciudad encontramos ejemplos que nos ayudan a la comparación y reflexión
en relación a los nombres, nombramientos, y la construcción del acontecimiento
a partir de los usos de la memoria, los espacios y el tiempo. Es el caso por
ejemplo cuando varios residentes de Pan de Azúcar mencionan la zona nombrada
como “Km.110” al recordar hechos pasados, o relacionan ese lugar con
experiencias vividas. Esta zona muy conocida desde finales de la década del 30
del Siglo XX tuvo gran auge por la fábrica de Portland situada en ese paraje
(kilómetro 110 por la vía de tren no por la carretera), y recientemente hace
unos diez años se le cambió aparentemente el nombre para “Pueblo Jerona” que es
el apellido de un médico muy conocido que vivió en la zona a fines del Siglo
XIX. El nombre Jerona inicialmente estaba identificado solamente en el “Paso
Jerona” que se encuentra a unos tres kilómetros del “Pueblo Km. 110 ahora
"Pueblo Jerona” donde cruza el arroyo Pan de Azúcar. Se supone que la
adjudicación del nombre en este caso es una extensión del Paso Jerona hacia la
zona aledaña que en la actualidad está más poblada. Sin embargo el nombre
original “Km.110” se sigue utilizando entre la mayoría de los residentes de Pan
de Azúcar, esto también sucede con el nombre “El Peligro” cuando hablamos sobre
todo con personas que no residen en el barrio. Aparecen diferencias entonces en
relación al modo de verse desde adentro y cómo lo ven los de afuera. El nombre Km.110 tiene un
componente muy fuerte asociado al trabajo en la zona, allí se explotaron
durante muchos años las canteras de piedra muy conocidas en toda la región. Si
bien esta zona no es en su desarrollo histórico y geográfico igual al del
barrio El Peligro-Belvedere, nos interesan algunas consideraciones que hacen a
la trasformación, asimilación y proyección de la memoria para el nombramiento
de una localidad, paraje, pueblo o barrio. En el caso del barrio El
Peligro-Belvedere vemos que no hay un personaje particular o único a quien se
le reconozca por algún motivo su permanencia histórica en la zona a modo de
inscripción, ni tampoco al que se le adjudiquen los méritos de su nombramiento.
Además se incorpora un término “ajeno”, Belvedere, que no está reconocido
históricamente y se lo interpreta como el nuevo nombre que no se sabe qué
quiere decir realmente, literalmente. Por su parte el pueblo o paraje Km. 110
carecía tradicionalmente de aval institucional como otras zonas satélites de
Pan de Azúcar que se estaban formando. Ese espacio vacío fue personificado en un
profesional en este caso un médico, y que además era un médico de origen
catalán que sería luego médico del ejército revalidando a fines del siglo XIX
su título para quedarse en el país. Lo que nos interesa es que este hecho se
“transporta” en el tiempo hacia el presente como si hubiera que llenar un
espacio que de algún modo se torna ausente por no contar con un nombramiento
“oficial”. En algún momento y no hace muchos años comenzó a utilizarse el nuevo
nombre en los mapas de la zona etc., aunque el nombre elegido no es el de uso
corriente por los residentes y vecinos que utilizan para el nombramiento una
idea de lugar: “Km. 110” ,
y no una personificación del mismo: “Jerona”. Llama también la atención que
esta “idea institucionalizada” del nombre Pueblo
Jerona se concrete en los últimos diez años, más de un siglo después del
asentamiento del médico en aquel lugar. ¿Por qué? Probablemente aquel espacio institucional “vacío”
de antaño debió ser lleno para saciar la memoria y esto nos interesa
especialmente para reflexionar sobre la construcción del acontecimiento y la
visualidad del espacio-tiempo. Esta relación entre el lugar, la situación y el
tiempo es analizada por Behares ahora con una cita de Badiou: “Lo que faltó en Lacan (…) fue hacer
depender radicalmente la verdad de la suplementación de un ser-en-situación, a
través de un acontecimiento separador del vacío” (Badiou, 1988: 476, citado
por Behares, 2008: 26). En la actualidad se puede observar Pueblo Jerona como
nombre “oficial” en algunos mapas del servicio estatal de agua potable o de la
municipalidad por ejemplo, aunque al parecer como en el caso de Belvedere no
existió un pronunciamiento o normativa oficial al respecto; ambos casos
comparten situaciones de origen aunque en diversos tiempos y espacios. En el
caso de El Peligro-Belvedere hace unos cincuenta años que el cambio de nombre
transita por una transformación que ya no es solamente “oficial” (ni nunca lo
fue por decreto) como en sus comienzos y que incluye otras categorías de
valores culturales adquiridos. Se puede decir que hoy en el barrio no se habla
de Belvedere como un nombre meramente impuesto si bien algunas personas así lo
afirman, y lo que se encuentra es una readaptación que se fue dando tal vez en
dos o tres etapas en los últimos cincuenta años que muestra la conformación de
códigos nuevos. En este proceso el rastro es complejo donde las “marcas” muchas
veces están solapadas y otras veces aparecen de manera contundente mostrándose
a cualquier costo, incluso el de la censura.
En el caso del Km.110 y Pueblo Jerona la relación actual entre
ambos nombres es diferente por haber sido también diferente la conformación de
uno y otro. En la conformación de valores de la zona “Kilómetro 110” hay un origen
marcadamente “de paso” asociado al trabajo en las canteras de piedra donde
llegaban principalmente residentes de zonas aledañas, lo que tal vez haya
facilitado en cierto modo la utilización como extensión del nombre “Paso
Jerona” ubicado a tres kilómetros; de cualquier modo para un entendimiento
adecuado y profundo de la conformación actual en esta zona habría que remitirse
a una investigación específica. El barrio El Peligro-Belvedere por su parte se
forma y transforma desde otro origen, estableciéndose en una complejidad que
arraigada a sus valores tradicionales diversos, no deja de pugnar hoy en la
plena confrontación de identidades.
El
espacio-tiempo
Al valorar el aprendizaje en su
relación con la memoria es interesante la apreciación que hacen varios
residentes sobre la distancia entre el barrio y el centro de Pan de Azúcar.
Cuando el barrio tenía fama de peligroso ya sea por los bailes y alguna de sus
viejas querellas, o por las inundaciones en la zona, oscuridad, etc., éste era
percibido como “muy lejano” de la ciudad o centro ya que mayoritariamente se
trataba de una zona descampada, lo que intensificaba tal denominación. Además
era el barrio más cercano al cementerio (y lo sigue siendo) apareciendo varias
historias “fantásticas” relacionadas a espíritus, magia, mitos y misterios.
Actualmente queda solo una estrecha franja de terreno sin edificar sobre la
calle Francisco Bonilla al este del barrio. Geográficamente estamos hablando de
unas pocas cuadras, tal vez cuatro o cinco que sin embargo por tratarse de una
distancia “vacía” o descampada se tornó en su momento un lugar “desolado y
oscuro”. Ese resignificar el espacio y su distancia nos muestra una coyuntura
para el estudio geográfico-espacial de la cultura cosa que nos interesa
resaltar. Hoy esa distancia literalmente no existe ya que no hay espacios
vacíos ni oscuros, y la pregunta que nos hacemos es si podemos encontrar entre
el espacio y el tiempo algunos puntos entrelazados. Algunas reflexiones que tal
vez ameriten estar ampliadas en próximos trabajos nos sugieren cuestiones tales
como: ¿si las distancias se acortan, también lo hace de alguna manera el
tiempo?, o bien si la visualización del espacio se torna más “estrecha”, menos
vacía, nos preguntamos si el tiempo (como recuerdo) de ese espacio anterior se
aleja de la memoria. En la conformación identitaria del barrio vemos que unas
veces sí y otras no. Tanto la idea de espacio o lugar como de tiempo son
utilizadas y reelaboradas según códigos de pertenencia e intereses diversos,
utilizadas por momentos a partir de una concepción de amplitud, desplegada, y
otras veces reducidas, mitigadas, abreviadas. También otras veces cruzadas en
su significación, dislocadas, donde cabría agregar entonces la complejidad entre ambas ideas centrales
(espacio-tiempo) separadas y juntas al mismo tiempo, en un escenario que se
deja entrever “cuando se
hace presente la deshistorización de un “antes” indeterminado en el tiempo
cronológico pero constructor de un tiempo mítico (…)” (Gravano, 2011: 55). Entendemos
que si bien esto se puede percibir en muchos aspectos relacionales merece una
indagación persuasiva de mayor alcance en algún caso concreto. El cambio de
nombre se sustenta en la transformación colectiva del espacio-tiempo, en un
entramado complejo que va sumando y adaptando a las viejas ideas otras
asociadas y revaloradas, quedando algunas solapadas a espera de ser vistas.
Diferencias en la percepción del
acontecimiento
Siguiendo con el análisis y reflexión entorno al nombramiento para
referirnos al acontecimiento, podemos decir que encontramos diferencias en el
modo de concebir el cambio de nombre entre las generaciones más adultas y
otras. Muchas de las personas que tienen más tiempo en el barrio, personas de
más de setenta años que han vivido parte del proceso de inicio y desarrollo en
la zona, o los hijos de éstas que más han seguido a la familia, remarcan que el
actual nombre es Belvedere. No obstante esto es diferente en muchas otras situaciones
como por ejemplo en el caso de Hilda que tiene poco más de setenta años y es hija
de otra de las familias originarias que continúa actualmente viviendo en el
barrio. Su casa es una de las más antiguas con unos 100 años ubicada sobre la
actual calle Francisco Bonilla y que comprara su padre cuando ella era una
niña, en este caso ella nombra al barrio como El Peligro. Hacemos ahora una inflexión
que nos permita considerar algunos puntos o quiebres donde poder visualizar la
reconstrucción “presente” del acontecimiento. En los primeros casos donde se
utiliza mayoritariamente el nombre Belvedere, encontramos que se hace mención
una y otra vez a “El peligro” o más atrás incluso “La peligrera” como una “marca”
de origen. Se intenta dejar clara la connotación negativa del término que ha
sido, o es, contundentemente explícita y que a su vez está muy lejos de la
identidad del barrio. La insistencia de remarcar el significado del nombre de
un modo netamente literal nos muestra algunos cruces de interés para nuestro
trabajo. Podemos hablar de una suerte de desdoblamiento en la percepción de la
memoria, cuando las personas a las que hacemos referencia toman distancia con
esa “marca” del pasado dando lugar primordial al nombre literal, “al texto”. Se
elimina de este modo y a través de la connotación negativa del nombre “textual”,
el contexto donde los sucesos muchas veces dolorosos, de exclusión o
desatención por los que han transitado en su asentamiento al lugar tuvieron
presencia. Es así que la negación o constricción de la identidad se conforma a
partir de visualizar la marca literal del nombre de manera omnipresente y
estática, más que de un modo variable ajustado a las circunstancias dinámicas
de esa conformación identitaria. Esta representación que deja fuera el contexto
histórico del nombre, se construye en algunos casos a partir de cierta opresión
y desatención que produjo un ámbito de desconfianza y que reaparece ahora como
negación. Hablamos de algunas familias en su momento con bajos salarios, con
recursos y servicios generales limitados, y que han estado condicionadas por
las fluctuaciones de los grandes propietarios y sus emprendimientos económicos
en la zona. En algunas actividades laborales las condiciones generales de aseo,
descansos, seguridad etc. eran muy precarias y la estipendia en muchos casos
irrisoria. Como ya hemos mencionado, en su origen el nombrar la zona como La Peligrera o El Peligro
fue bastante más que el uso de un simple término o nombre literal, ya que
incluyó todo un desarrollo de la cultura local en donde el pasaje por “El
peligro” era inevitable, y en el cual se afianzaron varias redes de
comunicación y tránsito de la zona de Pan de Azúcar. Sobre la identidad que
construyen los pobladores de los barrios tradicionales Gravano sostiene:
“se estructura
alrededor de un conjunto de valores, o paradigma
de lo barrial. Algunos de ellos son la “tranquilidad”, el carácter
distintivo de lo obrero (de “gente de trabajo”), la solidaridad vecinal, la
confianza y el conocimiento mutuos (lo que llamamos relacionalidad), la pobreza como rasgo reivindicativo de tipo
moral, etc.” (Gravano, 2011: 55)
Brevemente y al situarnos en los comienzo podemos ver que la propia
calle actual Francisco Bonilla que atraviesa el barrio fue antiguamente una
arteria fundamental para comunicar el viejo molino de harina con la ciudad de
Pan de Azúcar. También fue el camino hacia la vieja escuela y un acceso
importante a la ruta nueve que más
allá de sus nombres y diseño según al período que refiera, atravesó el país
desde la capital Montevideo hasta el Chuy, frontera con Brasil desde los
primeros contactos entre estos puntos de la región litoral del Río de la Plata. Por tratarse
precisamente de un pasaje muy utilizado es que el nombre toma envergadura al
menos para esta versión de su origen. Las carretas que venían del molino
ubicado a un par de kilómetros de la ciudad, quedaban atascadas en uno de los
“bajos” de este camino que atravesaba la zona de Pan de Azúcar comprendida
entre el cementerio y la plaza. Esta zona inundable estaba hacia el sureste de
lo que hoy es el barrio, por lo tanto el nombre El Peligro en un principio fue
dado a una pequeña franja que además era donde estaban algunas de las pocas
casas del momento, y no a toda la extensión de campo hacia el cementerio casi
despoblada. Aquí toman mayor relevancia las pocas familias que en su momento
allí residían, en tanto que “el pasaje” El Peligro estuvo en todo momento
“custodiado” por aquellas primeras mujeres y hombres habitantes que auxiliaron
como lo dicen los relatos, para “desenterrar
las carretas”[6]
articulando así el uso y manejo del lugar.
¿Por qué entonces la negación?
Volvemos a mencionar que no en todos los casos los viejos residentes
hacen este uso del nombre, de todos modos siendo que la negación está presente
intentamos una aproximación teniendo en cuenta además distintas edades; en
muchos casos luego de un primer resguardo sobre el tema logramos tener un
acercamiento más detallado de las vivencias que hacían a este nombre. En las
generaciones que siguieron a los primeros pobladores del barrio la marca ya no está tan cercana en cuanto a
una vivencia directa, y esto hizo que se menoscabe aquella idea literal del
nombre El Peligro de la que hemos hablado dando paso a la reivindicación de los
valores asociados a esta. Si bien esto es algo que no podemos saber o
identificar en todo su alcance, surge de las largas charlas con los vecinos en
diversas situaciones y reflexiones. Sería de considerar además, que a mayor
tiempo transcurrido de un “trauma” de origen (o sin haber vivido directamente
esa época) la recomposición sea mayor y se vea el pasado en un sentido más
amplio, con mayor apertura hacia la “convivencia” con las memorias de aquellas
antiguas experiencias. Y aquí podríamos incluir evocaciones de vivencias de
algunas familias de aquella época habiendo sido pioneras en una zona difícil,
no obstante también recordadas como buenas épocas. Podríamos incluso hacer una
analogía con otras situaciones en otros lugares, donde familias que se han
afianzado en zonas de difícil acceso etc. como fundadoras, muestran cierta
resistencia por rescatar lo positivo de aquella situación ya que la “vida ha
sido muy dura”, optando en algunos casos por omitir parte del contexto de
referencia o bien simplificarlo; esto lo hemos visto por ejemplo en nuestro
propio acercamiento a familias rurales en el departamento de Canelones. En este
sentido las personas que más relatan o transmiten sus vivencias pasadas
“positivas” en relación a la zona, son las que se sienten menos incómodas
hablando del nombre El Peligro. Las que optan por no hacer muchas referencias a
esas vivencias, mantienen de manera más presente “la marca” como negación
reduciendo el contexto a esta. En ambos casos lo que se ha perdido está
presente, solo que se reacomoda para el acontecimiento nuevo de diferente modo,
según si está más o menos presente la negación o la marca. Por su parte las
generaciones más jóvenes optan en muchos casos por romper con cierto
esteriotipo de dificultad y amenaza, dando lugar a una recomposición temporal y
espacial de la identidad fuera de un contexto de victimización y omisión. En
este recorte de la memoria buscado e inconsciente al mismo tiempo, es donde se
bifurca y se afianza el entramado de la identidad que encontramos en el barrio.
A
continuación y a partir de otros casos y situaciones indagamos en las
presencias y ausencias que se producen a partir del trabajo etnográfico y su
incorporación en la investigación.
Volviendo al
campo y la presencia - ausente en el intervalo
Las
vicisitudes entre presencia y ausencia en el campo etnográfico, más pistas
sobre la compleja confección del acontecimiento.
¿Qué sucede mientras no estamos
en el campo etnográfico?
Esta era la pregunta que me
hacía mientras estaba en Montevideo a 100 kilómetros del campo etnográfico y sin tener la
posibilidad de volver por un tiempo, luego ya de regreso también la re-formulé
en los cortos períodos en donde estuve ausente. Fue entonces posible indagar en
lo que en este punto era de mayor importancia: reflexionar sobre la idea de que
aunque no estando físicamente presente de todos modos podía estarlo en otros
órdenes, cosa que sería recíproca ya que de igual modo supe luego que le pasaba
a algunos habitantes del barrio. En mi caso recordaba y pensaba mucho en alguno
de ellos durante mis ausencias, lo cual además me permitió reflexionar también
en su contraparte, el hecho de que estando en el campo etnográfico podía no
estar tan presente como creía.
Perspectivas para los pasos de
un registro no direccional y un intento de búsqueda de sentido cuando cambia el
acontecimiento.
Existían algunos puntos recurrentes
en las reflexiones: a) ¿Cómo registrar un acontecimiento sin advertirlo? b) El
miedo al sobre dato y un acercamiento al acontecer. c) El alejamiento del campo
de investigación y el reconocimiento del tiempo transcurrido hacia pautas para
visualizar un acontecimiento no lineal, fueron estos algunos ejemplos.
En este marco parecía oportuno tener
en cuenta la apelación a retener en cierto sentido el impulso investigativo, en
el sentido de optar en algún momento por no exponerse a nuevas reflexiones
teórico-metodológicas, y contribuir de ese modo a ordenar “pasivamente” una
determinada estructura o secuencia parcial del trabajo.
Consideraciones
sobre el trabajo de campo - Reseña etnográfica
El
acontecer del acontecimiento - La carrera de caballos
Cuando el acontecimiento es
reelaborado para ser contado se produce otro acontecimiento, entonces este
acontecer tiene una singularidad, y es que en cierto sentido es “producto” de
otro acontecer anterior. Entonces: ¿Cuál fue exactamente el acontecer anterior
o bien posterior a la charla con Alfredo? Parece ingenuo pensar cualquier
acontecimiento en término exactos, y además intentar hablar de un acontecer
específico o primario. De todas maneras y como fuere en ese cometido hay algo
que nos insta para comenzar. Las carreras de caballos son tradición en el
barrio y como todo lo que está sucediendo actualmente en la zona (sobre todo en
la última década) están transitando por algunas transformaciones, sobre todo
las que tienen que ver con mayor presencia de residentes y habitantes de otras
regiones que se acercan para las apuestas o bien trayendo sus propios caballos
para competir. Si bien el encuentro regional fue siempre una característica de
estos eventos, que en la actualidad residan más habitantes en el barrio da
posibilidad a que mayor cantidad de curiosos lleguen a ver la largada.
Anteriormente se realizaban en un campo lindante al barrio sobre la franja
este, hoy y desde hace varios años se realizan en otro campo a dos kilómetros
hacia el norte por el camino que pasa por el viejo molino y la antigua escuela,
ambos predios hoy sin esa utilidad. Al ir a presenciar en una oportunidad las
carreras de caballos en principio no se tomó en cuenta la totalidad del objeto
de estudio, que si bien sí se trataba de la identidad del barrio “El
peligro-Belvedere”, era mucho más que eso también. En realidad la reflexión
pasó luego por entender el proceder en el campo de investigación, y sobre todo
nuestra propia asimilación del acontecimiento vivido. En esta ocasión el suceso
fue una carrera de caballos que se organizó como tantas otras desde el propio
barrio y que tuvo a Alfredo como organizador con quien luego volvimos a
conversar varias veces sobre las carreras. Hablamos de los contratiempos como
el mal tiempo donde hay que postergar todo varios días o semanas por el barro
en la pista (la pista es un sendero de unos 400 mts. sobre el pasto del campo),
y algunas cuestiones relacionadas a las expectativas y posteriores reflexiones
luego de finalizar las carreras. Las reflexiones sobre las carreras fueron muy
provechosas para ampliar la red geo-cultural en la percepción de un mismo
acontecimiento, y además indagar en las fronteras de la propia interioridad del
barrio. Tanto las reflexiones de personas residentes en la zona o el propio
barrio, como las del organizador del evento, o bien la de ciertos huéspedes de
lugares un tanto más alejados, podrían aportar junto con la nuestra a una
conciencia “carrerística”. Esto si hubiese sido el plan, pero lo que buscábamos
no era eso en realidad y sí un acercamiento a las fragmentaciones del
acontecimiento en sus diversas reconstrucciones estereotipadas o tal vez no
tanto. Al comenzar esta investigación no conocía muchas de las maneras e intenciones
de “vincularme”, de involucrarme decididamente en todo momento con el tema que
me había planteado en la etnografía. Si bien sabía y tenía en cuenta que sí era
mi intención reflexionar acerca del involucramiento de manera constante, las
cosas fueron desviándose como luego comprendí no podía ser de otra manera. Tal
vez lo que sucedió fue que se rompió una especie de encantamiento donde las
cosas comparecerían en algunos lugares y no otros, algo así como un acuerdo
secreto entre mi presencia y el campo de investigación donde llegaríamos por
fin a conocernos. Fue así que luego de algunas reflexiones se hizo presente una
suerte de recompensa pero siempre desconocida en su más íntima esencia; luego
continué reflexionando sobre un acontecimiento que no se concretó como lo
hubiese esperado en principio, y es esa justamente la condición que tomo para
hacerlo re-reflexivo. El hecho de no encontrar en las carreras de caballos a
las personas del barrio con quienes había hablado antes y que se suponía que
irían, significó una apertura e inclusión en la investigación de mi persona
como “presencia” y no solamente como vínculo. Es decir que a partir de ese
encuentro frustrado quedaba más expuesto a lo que sucedía realmente y con menos
“ataduras” a ciertos roles vinculantes; en pocas horas la relación con el
entorno se fue transformando hacia otras maneras de entrega y diálogo con la
ausencia que suscitaba el no haber encontrado a las personas que esperaba. Hasta
ese momento y sabiendo que no había avanzado demasiado en el trabajo de campo,
intentaba diseñar una adecuada y reflexiva etnografía, solo que me había
olvidado de algo aunque lo intuía en teoría y percibía en la práctica: había
olvidado que para intentar hacer una buena etnografía había que trabajar
24horas al día y no rendirse. En principio en aquel momento intentaba buscar
una mejor organización del trabajo para compensar lo que creía supuestamente
haber perdido, me refiero al acontecimiento de las carreras donde no pasó nada
de lo que esperaba, ni hablé con nadie de las personas que había “inventado”
antes del acontecimiento para asegurar justamente algún acontecimiento, fue
entonces que comencé a vislumbrar que algo había acontecido realmente fuera o no
acorde a mis primeros juicios; era eso lo que había venido a buscar. Ya no se
trataba de ir al campo y luego reflexionar bastante, intentar despejarse y otra
vez. Eso no alcanzaba, tenía que estimar aún más la “presencia” del campo en la
mía propia y así serían las cosas de ahí en adelante lo que significó otras
posibilidades de acercamiento al acontecimiento. Decidí entonces en lugar de
descartar la circunstancia de no haber visto a la gente del barrio, investigar
por qué era importante para la etnografía que no fueran, y cómo se da la
importancia del acontecimiento en esa misteriosa “ausencia presencial”. En todo
caso: ¿Dónde está el acontecimiento?
Buscando
una salida
¿Cuál
fue el acontecer posterior a la charla con Alfredo?
Se entrometían más diálogos, más
confianza, más estereotipos varios en lugar de querer ser medianamente ausente.
Había asistido a este evento con expectativas de encontrar a varios vecinos del
barrio y no había visto a ninguno de ellos, sólo llegué a intercambiar
brevemente un par de palabras con Alfredo que estaba en la entrada cuando ingresé
al campo de la pista; me había propuesto entonces hablar con ellos del
acontecimiento en el que no nos encontramos. En el reencuentro posterior con algunas
de las personas que no había visto en la carrera, para mi sorpresa me dijeron
que ellos sí me habían visto allí aquella tarde, e incluso me dieron algunos
datos de lo que había hecho como el comer un chorizo de rueda casero hecho a
parrilla en el suelo. Evidentemente el modo de andar por aquel gentío (que
tampoco era en realidad exorbitante) les era más familiar a ellos que a mí,
allí aparecían modos de visualización y usos del espacio donde la forma de
apropiarse del acontecimiento iba en varios sentidos. Aparecía el encuentro
etnográfico y lo que hace a la construcción de la etnografía como “dominio” de
todas las partes, intentamos entonces que la reflexión transite por lugares
donde el investigador se vea sin tanto control de decisión, o al menos con un
control en cuanto a los datos obtenidos que no se entienda meramente como
confrontación, es decir más bien acorde al acontecimiento. Ya hemos hecho
referencia en casos anteriores a la presencia-ausente como posibilidad de
registro de datos y de elaboración de una guía hacia la construcción del
acontecimiento, como lo fue por ejemplo en relación a las cosas-objetos y su
contexto, ahora la orientación está hacia una reflexión de la propia
metodología etnográfica.
Volviendo
al campo
Luego de una prolongada ausencia
y pasados varios meses comienzo a rediseñar la estrategia para realizar el
trabajo de campo. En principio fue un trabajo arduo ya que si bien la distancia
de varios meses podía ayudar a tomar cierto sosiego para la reflexión, también
dejó muchas incógnitas que apenas se avizoraban en mis primeras visitas al
barrio, y que además al volver al campo tampoco aparecían claramente. En primer
lugar el planteo era volver a los lugares que tenía registrados como posibles
para comenzar con las nuevas entrevistas, esto era por ejemplo hablar con Solio
como le dicen, escritor, poeta, ensayista folclórico e histórico y artista
plástico, quien es una persona relevante de la cultura de Pan de Azúcar. También
tenía previsto visitar algunos vecinos del barrio con quienes ya había tenido
algún contacto, entre los que se encontraba Alfredo el organizador de las
carreras de caballos y quien me invitara a aquella carrera a la que asistí. Me
había propuesto en principio tomar este evento (la carrera de caballos) al que
pude asistir, como eje para encontrar las maneras de vincularme con el
acontecimiento en un doble juego entre la distancia y la cercanía.
Tenía la idea de que Alfredo me
recibiría con gusto, aunque me intrigaba mucho cómo sería su reacción cuando le
preguntara sobre aquella carrera que ya estaba unos cuantos meses alejada en el
tiempo, y que además se trataba tan solo de unas cuantas horas en una tarde de
domingo siendo la segunda oportunidad en la que estuvimos juntos y sin haber
hablado casi. Tuve que volver varias veces al campo para lograr hablar brevemente
en otras oportunidades con Alfredo, siendo que en aquella primera instancia su
afable cordialidad se sumaba a que fuera a las carreras donde también se paga
una entrada, además luego comprendí que era un hombre bastante introvertido
para charlar de un modo más íntimo. En aquella oportunidad el costo de la
entrada para las carreras fue de 30 pesos en beneficio de un hombre de poco más
de 40 años que estaba padeciendo un cáncer de pulmón y quien falleciera pocos
meses más tarde. En el barrio es tradición que se organicen las carreras de
caballos a merced de alguien que esté pasando por un momento difícil, sobre
todo en relación a problemas de salud. Lo significativo es que los aportes en
cuanto al intervalo y ausencia de mi intervención en la comunidad durante estos
períodos, dieron algunos indicios luego a través de los modos de construir mi presencia
en el campo. Se plantean otras interrogantes, otras preguntas para tener en
cuenta. ¿Cuál es la idea que tenían los habitantes del barrio de mi presencia y
cuál es la idea que tienen luego de volverme a ver? ¿Cuál es la idea que yo
tenía y cuál la que tengo ahora de la gente y del lugar? Si bien estas
preguntas no fueron planteadas o argumentadas para ser decididamente
respondidas, fue acertado que estuvieran de todos modos en el planteo al
intentar re-ingresar al campo. ¿Por qué?, porque de esa manera se logró tener
en cuenta y no olvidar el
tiempo transcurrido. El tiempo debía ser tomado en cuenta entonces desde el
comienzo así como estaba presente a través de todo el recorrido que hacía y
reorganizaba el trabajo en el campo. Anteriormente me había cuestionado sobre
los modos de acceso y acercamiento al campo de investigación como ser los
viajes en ómnibus y sus “contra tiempos” en torno a sus horarios, días,
empresas etc. Al regreso al campo la intención era sumar el contenido de ese
tiempo y espacio ahora en relación a la distancia y el recorrido desde otros
puntos de vista, el lugar así aparecía más expuesto, más indefinido. El barrio
es nombrado y representado recurriendo tanto a la memoria como al modo de utilización
del tiempo y espacio, en el tramo siguiente hacemos referencia a esos usos y
desusos que muestran los diversos nombramientos y su resignificación.
Los
nombres: Usos y desusos
“[La unidad de la palabra es un esquema, una
concepción insensata. No hay que confundir tal uso con la significación. De la
misma manera como la palabra está afectada por la modificación de los entornos,
también lo está su significación]” (Schleiermacher, s/d.:47; Citado por: Todorov,
1981:176-177)
El nombre El peligro tiene un fuerte componente tradicional y afectivo
vinculado a varios acontecimientos, como las relaciones y valores asociados a los antiguos bailes y sus peleas muy famosos en la región, algunos
episodios de asesinato, cuestiones geográficas por tratarse de una zona de
inundación en el pasado así como la oscuridad y lejanía también remotas.
También las representaciones relacionadas a la vida espiritual, la magia,
mitos, leyendas, etc., y su vínculo con la zona geográfica donde aparecen los
viejos ombúes, árboles con varias historias fantásticas o el cementerio de Pan
de Azúcar lindante al barrio. El nombre Belvedere
promovido desde hace varias décadas por
los ámbitos comercial y político intentando la incursión del barrio hacia la
vida moderna y el comercio (venta de terrenos etc.), tiene un fuerte
componente de pertenencia adquirido sobre todo por la gran cantidad de nuevos
residentes. Sin embargo muchos de los viejos residentes no usan este nombre y
cuando lo hacen es para sumarse a un intento de cambiar la “imagen” del nombre,
y no por considerar que el barrio tenga una historia “oscura” (a no ser por
algún aislado episodio como parte de la identidad) sino más bien lo contrario. También
encontramos en algunas opiniones ambas denominaciones representadas y
compartiendo el mismo lugar geográfico, donde la frontera es de “palabra” a
modo de corte interno del barrio, diferente a la vieja frontera que
antiguamente corría transversalmente desde la plaza o centro de Pan de Azúcar
hacia los límites de la ciudad, alejando al centro y manteniendo un espacio
vacío “entre” en el cual estaba inserto el barrio El Peligro.
“Una frontera no es una barrera, sino
un paso, ya que señala, al mismo tiempo, la presencia del otro y la posibilidad
de reunirse con él. Una gran cantidad de mitos señalan tanto la necesidad como
los peligros que se encuentran en este tipo de zonas de paso (…) y lo que
señalan es, en primer lugar, la necesidad de aprender para comprender.” (Augé,
2007: 21)
Por lo tanto el barrio mantiene en la actualidad el uso de al menos
dos nombres definidos. Por un lado El
Peligro nombre acordado desde la cultura local hace unos cien años, y por
otro lado el nombre Belvedere
promovido hace varias décadas (no hay acuerdos aunque posiblemente desde los
años 1940-50) desde los ámbitos comerciales y políticos. Durante todo
este proceso ha habido incorporaciones comerciales e institucionales importantes en el barrio, uno o dos talleres
de automóviles, almacenes, panadería etc., varias actividades y talleres de
música, artesanía, etc. en otros, y actividades comunales llevadas a cabo tanto
en ámbitos privados, como en el reciente salón comunal inaugurado en el año
2011. Incluso instituciones como la Escuela Industrial
en la calle Felipe Lizarza que fue uno de los primeros lugares de referencia
estatal y de enseñanza en el barrio y en la ciudad de Pan de Azúcar, o el liceo
de Pan de Azúcar que si bien está alejado unas pocas cuadras, también tuvo
importante influencia en la distribución del espacio y representaciones de la
identidad del barrio. En cuanto a grandes diferencias en relación a otros
barrios no parece haber muchas a no ser por tener menos comercios o algunos
servicios generales. Los residentes del centro de Pan de Azúcar perciben que el
nombre más usado es El Peligro y que es usado indistintamente por la gente de
Pan de Azúcar en general; las personas de otras zonas de la ciudad que no viven
en el barrio lo llaman también El Peligro. Otros nombres como “El pozo” o
“Altos del ombú” también están insertos en el barrio auque no visiblemente para
todos los residentes. En el primer caso se trata de un pequeño espacio de
tierras bajas de unos 200
metros de extensión, donde existieron en el pasado
problemas para atravesar el camino debido a inundaciones periódicas. Estos incidentes
aunque no está claro, pudieron además derivar en el nombre El Peligro para el
resto de la zona. Algunos vecinos sostienen que actualmente sigue siendo El pozo y que tienen que aclarar o
recordar su nombre cuando conversan con otros residentes de Pan de Azúcar sobre
temas afines al barrio y la región. Según los planos que dio la intendencia en
el año 1985 donde se planificaba un rediseño en la zona y la posibilidad de
construcción de viviendas de ayuda mutua, esta zona Del Pozo y otra pequeña
zona lindante conocida como el lugar donde vivían los negros de Pan de Azúcar
(asimilada a veces al barrio del centro por su cercanía), también aparecían
como Belvedere al igual que el resto del barrio. Cuando representantes en su
momento de aquella comisión barrial que trató el tema de los planos y
redistribución de espacios nos recuerdan hoy los arreglos suscitados, dicen que
de todos modos para la gente esa extensa zona que aparecía como Belvedere
seguía siendo El Peligro. En el otro caso con el nombre Altos del ombú se hace mención a una estrecha franja en el extremo
sureste de la zona que se nombró cuando se formaron allí las cooperativas de
vivienda para jubilados. La zona es alta y próxima inmediata a los pocos
tradicionales ombúes que todavía existen en el barrio y que en su momento sumaban
varios ejemplares también en otras lugares, lo que dio origen e ese nombre que
luego de un tiempo quedó prácticamente en desuso. Si bien esta zona también ha
sido inserta en el despliegue mayor del barrio y un nombrar más generalizado,
el significado y uso del nombre persiste y se hace presente en la memoria y la
reflexión cosa que pudimos constatar en algunas oportunidades. No podemos
olvidar también la existencia al menos en la memoria, del barrio nombrado “De
los estudiantes”, en la zona justamente donde se encuentra actualmente el
Liceo, centro de estudios secundarios de Pan de Azúcar. En su creación y para
construir el edificio se donaron esos terrenos por una familia que poseía
varias hectáreas de viñas, es así que toda la zona aledaña en algún momento
llegó a llamarse barrio de los estudiantes. Por último haciendo referencia a
otros nombres muy antiguos que están tal vez aún más alejados de lo que hoy es
el barrio aunque de todos modos permanecen en el recuerdo, podemos citar el
caso de “Los troncos”, nombre adjudicado a la zona por la cantidad de árboles
que se encontraban: perales, pinos, olivos, uña de gato, transparentes, etc.
Otro dato importante que aparece en la zona intermedia entre el centro de la
ciudad y el extremo norte del barrio, es la ausencia definitiva de un
nombramiento hacia un barrio determinado. Algunos residentes de este sector del
barrio directamente no nombran la zona y en su lugar dan los nombres de las
calles e intersecciones donde viven. Cuando tienen que hacer un trámite o llamar
a algún servicio a domicilio, mencionan el nombre de su calle y omiten en toda
oportunidad mencionar el barrio. Si se les pregunta responden que la zona no
tiene nombre, y si tienen que aclarar mencionan que no pertenece ni al Peligro,
ni a Belvedere. Esto por cierto que agrega un “cuello de botella” a la
interpretación ya que estos vecinos manifiestan no sentirse reflejados en las
representaciones que existen para el resto de la zona. Lo impreciso o ambiguo
en la construcción de los nombres “El peligro” o “Belvedere” para la misma
zona, produce por otro lado esta otra característica identitaria de optar por
apartarse de la discusión. Por último otros nombres de otros barrios son
también muy nombrados cuando se recuerdan épocas pasadas y los orígenes de Pan
de Azúcar: “Estación”, “Brisas”, “Suárez”, “Sur”, “Renegado” entre otros. Estos
nombres son reivindicados haciendo referencia a la comparación con las
variantes en los nombramientos para la zona del barrio en nuestro caso,
manifestando de este modo la justificación de la diversidad. Teniendo en cuenta los diversos nombramientos
podemos decir que el tiempo no es solamente uno en el barrio, lo que aparece es
más bien un entramado de acontecimientos nombrados y re-escriturados en un
lugar dinámico que se va acomodando entre el decir, el reafirmar, y los
diversos usos del espacio en relación muchas veces al diálogo íntimo con la
memoria. La ausencia también es re-significada y valorada para la representación
identitaria como vemos a continuación.
La ausencia en
la construcción de la identidad
La ausencia de festejos o acontecimientos que sean
recordados y reconocidos como del barrio El Peligro, marca el acercamiento a un
tiempo mediado, en tanto el “otro-tiempo” remoto, anterior, va quedando atrás
invisibilizado siendo que las fechas que en la actualidad marcan el –tiempo-
del barrio están más cercanas y representan al barrio Belvedere. Aquí podemos
hacer mención a lo que llamamos lugar de
la disposición[7]
donde las personas, lugares e historias
(lo personal, institucional, tecnológico), se hacen en su definición aún más
particular, más íntimo, tanto en su sentido positivo como negativo. Ese otro
tiempo anterior que no es decididamente visible, tiene sin embargo la
complicidad de ser compartido y reelaborado de manera permanente en la
significación de una evocación que está vigente. Este lapso de tiempo “vacío”
no identificable expresamente desde algunos ámbitos políticos administrativos
da cuenta de la presencia de la marca, la no mención juega su papel constituyendo
un escenario en donde una identidad fragmentada busca “sus otras” maneras de
aparición. Basta darse una vuelta por el barrio hablando con algunos vecinos
para colmarse de sensaciones, relatos y cuentos que vinculan tiempos paralelos,
donde lo antaño ahora reelaborado es parte del quehacer diario en la
construcción del acontecimiento y vida-simbólica. No obstante y siendo que
estas manifestaciones no están muchas veces en reciprocidad “real” con las
propuestas de desarrollo en la zona, se ven sofocadas al tiempo que exigen un
lugar muchas veces sin saber de qué modo. Tal vez no se trate de una negación
total o condicionada hacia estas manifestaciones, de todos modos lo que sí
aparece es una ausencia de intercambio en este sentido dando un saldo en donde
los programas y propuestas muchas veces no colman las diversas miradas que se
encuentran en el barrio. Hay encuentros y actividades en el salón comunal por
ejemplo que son muy bien recibidas por algunos residentes, y que no tienen tal
significado para muchos otros. Con esto no decimos que esté la posibilidad de
conocer todas las presencias y ausencias que conforman la identidad del barrio,
lo que nos proponemos en este trabajo es dar cierta visibilidad a la compleja
conformación del espacio-tiempo donde esto se produce. También indagar en
varias reflexiones que se elaboran a partir de la negación o ausencia de estos
“mundos” imaginados y vividos, y que tal vez por no estar ostensiblemente
amparados reflejan expresiones diseminadas que se tornan coartadas para su
continuidad y existencia.
¿Y dónde se
encuentra la memoria entonces?
Al tiempo que se fueron terminando algunas de las
actividades que tradicionalmente eran propias del barrio como el tablado en
carnaval, los antiguos y famosos
bailes, las reuniones y charlas al frente de las casas que en verano
congregaban a varios vecinos hasta altas horas en la noche, las carreras de
caballos que anteriormente se hacían en un predio lindante al barrio, etc., la
memoria fue siendo más memoria quedando en el recuerdo. La falta de un
reconocimiento si se quiere expositivo o visual de esa memoria y el paulatino
deceso de algunos de sus fragmentos, hace que esas representaciones se
desvanezcan en las actividades globales del barrio pasando desapercibidas para la
esfera pública. Sin embargo están muy presentes en muchas de las vidas de los
viejos residentes, y también en la de jóvenes que se han apropiado de las
mismas a través de los relatos y valores compartidos. De algún modo también
puede parecer que quienes custodian esa memoria, lo hacen dándole un sentido a
lo nuevo basándose en lo viejo para minimizar el riesgo y la responsabilidad
que el “progreso” suscita en el barrio. Ahora bien, si el tiempo aquí
apareciera simplemente en forma “lineal” tal vez esto bastaría, de no ser así
estamos necesariamente obligados a atender las bifurcaciones que hacen que
existan variados procesos de elaboración donde encontramos semejanzas con los
trabajos de Sonnia Romero:
“Una
construcción colectiva que trasciende franjas etáreas y que se enmarca en un
procedimiento ideológico-cultural de tipo ‘étnico’. (...) En este caso operan
múltiples elementos que organizan mucho más complejamente la identidad (...) y
le confieren una dimensión mítica.... potenciada por el hecho de ocupar un
territorio de por sí excepcional y significativamente diferenciado por
marcadores naturales”. (S. Romero, 1995; Citado por: Romero,
2000: 142).
¿Entonces, es
posible adjudicarle a la representación o nombramiento un origen?
Estamos de acuerdo en que la suscripción a los diversos
“decires” va más allá de su contexto o lugar
de disposición según nuestra acotación para esta expresión, e incluso más
allá de la adquisición de un lugar o posicionamiento para el decir, dado desde
un posible “lugar o tiempo”. Lo que aparece es acaso la “eterna”
re-escrituración llevada adelante como reacción frente a los por momentos
“des-ajustes” de un-otro tiempo, el/los tiempos de las instituciones, de la política,
y del comercio que atravesó y atraviesa todo este escenario de
representaciones. La impronta moderna que signó al barrio gradualmente desde
las décadas de 1940-50 y con mayor ímpetu a comienzos de la recomposición
democrática hacia el año 1985, no tuvo muchas veces en cuenta los ritmos y
procesos de asimilación propios en cuanto valores esenciales para incorporar y
sumar lo nuevo. Se confinó a implementar una serie de medidas que aunque tal
vez bien intencionadas para el momento, no contemplaron muchas de las
representaciones de la cultura local y que hoy sí estamos en condiciones de
apreciar de un modo más atento. En este espacio el trazo está dado desde y
entre cada uno de los pliegues de la devolución,
la devolución del significado de la marca. Cada insigne contingente, cada par o
uno, todos mediados por la contumaz re-devolución de la marca, remiten a su
saber la vuelta de la ingestión que no es gratuita. De un modo u otro lo que
está es esa eterna preparación para la contra-vuelta discursiva donde
paradójicamente se desvanece un origen retroactivo perpetuo. Se va en busca
“de”, para saciarse en el eterno retorno “hacia”; en otras palabras, el doble
juego de robar y devolver, de replegar un origen para que embozado exista en el
todo. Nuevamente el mito y el acontecimiento entran en escena y tomamos una
reflexión de Guigou al respecto mencionando a Barthes y Lévi-Strauss: “El mito, en la lectura de Barthes, supera lo que
serían –riesgos- del acontecimiento para el pensamiento de Lévi-Strauss a
través del doble juego de robar y devolver". (Guigou, 2004:105). En este sentido no hay apertura
posible más allá del escenario, del juego de obcecación y afirmación. Todo está
“dado” y es pasible al tiempo que emana su razón desde “lugares”, sin embargo
más que de orígenes se trata de albures buscados, provocados (o no tanto) que
se apropian en persona o “personas”, y que responden en gran medida a una
negación propia que en este caso comparte la omisión que sí tiene un origen,
tiempo y destino. En todo caso incluimos una mirada que toma los términos de
manera no “independiente” sino en su relación con todos los demás en el lugar de la disposición, asumiéndose
cada “uno” al tiempo que es “otro”.
Bibliografía
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una antropología de la movilidad, Barcelona, Gedisa, 2007.
Behares, Luis,
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saber, Montevideo, Psicolibros, Waslala, 2008 [2004], p.11 a 30.
Carvalho Da Rocha,
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L., Nicolás (Comp.), Trayectos
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1979.
Goffman, Erving, Estigma, Buenos Aires, Amorrortu, 2008 [1970].
Gravano, Ariel, “Imaginarios barriales y gestión social: trayectorias y proyecciones a dos
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Guigou,
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Kopytoff,
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en: Appadurai, La vida social de las
cosas.- Perspectiva cultural de las mercancías, México, Grijalbo, 1991, p.
89 -122.
Romero, Gorski, Sonnia, “Cuestión de
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S. Romero) FHCE, Montevideo: Ed. Nordan-Comunidad, 2000, p. 127 a 146. Disponible en:
http://www.unesco.org.uy/shs/es/areas-de-trabajo/ciencias-sociales/publicaciones.html.
Última acceso: 01/03/2012.
_“Estudio sobre la situación fronteriza
en Colonia del Sacramento”, Anuario
de Antropología Social y Cultural en Uruguay (comp. S. Romero) FHCE, Montevideo: Ed. Nordan-Comunidad, 2001,
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Disponible
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–Última acceso: 07/04/2012.
Sperber, Dan, “El
materialismo en las ciencias sociales”, en:
Las ciencias cognitivas, las ciencias sociales y el materialismo, Paris, Revista Le Debat, Ed.
Gallimard, 1988. s/d.
Todorov,
T, Una interpretación operacional: la
exégesis filológica, Caracas, Monteávila Editores, 1981.
· El presente artículo contiene algunos de los
temas tratados en la investigación que corresponde a la tesis en Antropología
Social: “¿Barrio El Peligro, barrio Belvedere? Un cambio de nombre nominado: La
insistencia de una comunidad que nombra marcando
el re-acontecimiento”. Ciencias Antropológicas, FHCE, 2012. En los meses de
agosto y setiembre del año 2009 y luego en algunas visitas en el año 2010 se
realizó un acercamiento al barrio, su historia y su gente. En esas instancias
se llevaron a cabo algunas entrevistas y charlas espontáneas con vecinos de la
zona en relación al nombre del barrio. También se realizó en la biblioteca de la Casa de Cultura de Pan de
Azúcar y otras fuentes bibliográficas un relevamiento parcial de la historia y
origen del barrio. Durante los años
2011-2012 se continuó con el trabajo de campo y la elaboración del texto.
[1] Parte de entrevista –Nora- Agosto 2009
[2] Ver por ejemplo: Kopytoff, Igor, 1991.
[3] Se entiende esta expresión no necesariamente como un recorrido que va
sumando conexiones simplemente, sino que también toma en cuenta las
des-conexiones, los des-vínculos.
[4] Usada la expresión para visualizar ciertos límites que en su
redefinición instauran parte de la construcción identitaria como aprendizaje desde
el acontecimiento.
[5] Como acotación hacia algo que no tiene forma o contenido preciso y de
todos modos existe, se restituye e inventa como sistema o categoría.
[6] Entrevista
hombre de 76 años que vivió toda su vida en el barrio.
[7] Esta idea
aparece ampliada en el trabajo completo de la investigación.
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