Etnografías



Entre nombres, comunidad, y nominación. Aproximación a la construcción del acontecimiento e identidad en un barrio con más de cien años*   





* El presente artículo contiene algunos de los temas tratados en la investigación que corresponde a la tesis en Antropología Social: “¿Barrio El Peligro, barrio Belvedere? Un cambio de nombre nominado: La insistencia de una comunidad que nombra marcando el re-acontecimiento”. Ciencias Antropológicas, FHCE, 2012. En los meses de agosto y setiembre del año 2009 y luego en algunas visitas en el año 2010 se realizó un acercamiento al barrio, su historia y su gente. En esas instancias se llevaron a cabo algunas entrevistas y charlas espontáneas con vecinos de la zona en relación al nombre del barrio. También se realizó en la biblioteca de la Casa de Cultura de Pan de Azúcar y otras fuentes bibliográficas un relevamiento parcial de la historia y origen del barrio. Durante los años 2011-2012 se continuó con el trabajo de campo y la elaboración del texto.

 

 

Resumen: El presente artículo es un avance de investigación donde se intenta conformar algunas ideas entorno a la construcción del acontecimiento e identidad en una comunidad específica, el barrio nombrado tanto como El Peligro o Belvedere de la ciudad de Pan de Azúcar, Departamento de Maldonado, Uruguay. Este barrio se establece en una coyuntura geográfica conformando su singularidad en cuanto muestra ejes de frontera diversos, donde las diferentes etapas y yuxtaposiciones muestran arraigo tanto estratégico político- militar desde la historia y sus mitos, como representaciones que avizoran espacios de identidad personales a ser reafirmados y consumados en el tiempo; desde el propio re-nombrar el barrio en los diversos momentos y la significación que suscita por parte de los habitantes se establecen códigos y representaciones diversas. Incursionando desde la matriz cultural dada en su origen y pasando por un reconocimiento de algunas de las diversas etapas de su conformación, se abordan ciertos significados en relación a los modos de aprendizaje que hacen a la construcción del acontecimiento y representación de la identidad. El barrio El Peligro-Belvedere de constante crecimiento en los últimos años es parte de una cultura donde diversas manifestaciones se acogen de alguna manera en un ser pandeazuquense, y en esta investigación la reflexión transita la construcción del acontecimiento indagando también en los modos estigmatizados, su incidencia, ubicación y valoración, en donde los tiempos y espacios se entrecruzan y reacomodan en la identidad representada.

Palabras clave: Acontecimiento, barrio, identidad

 

Abstract: This article is an advance research which attempts to form some ideas around the construction of the event and identity in a specific community, the neighborhood named both as The Danger or Belvedere The city of Pan de Azucar, Maldonado Department, Uruguay. This district is established in a geographical situation shaping its uniqueness in showing various boundary lines, where the different stages and juxtapositions show roots both strategic political-military from the history and myths, as representations of personal identity envision spaces to be reaffirmed and consummated in time; from renaming itself the neighborhood at various times and the significance arises from the people down codes and different representations. Incursions from the cultural matrix given at source and through a recognition of some of the different stages of its formation, certain meanings are discussed in relation to learning styles that make the construction of the event and representation of identity. The Danger-Belvedere neighborhood of steady growth in recent years is part of a culture which is hosting several events in some way be pandeazuquense, and in this study reflect the construction of the event passes also investigating ways stigmatized, their incidence, location and value, where time and space intersect and rearrange the identity represented. Keywords: Event, neighborhood, identity

Introducción  

 

A partir de la reflexión metodológica desde la antropología y su consecuente acompasar en el estudio de una comunidad en crecimiento y asentada en un lugar específico como sucede con el barrio El Peligro-Belvedere, se abordan diversos conceptos relacionados a la identidad haciendo hincapié en la memoria asociada a la conformación de los diferentes tiempos y espacios como valor de una cultura propia. Los usos, costumbres y sus representaciones se relacionan con los modos de nombrar al barrio y la importancia que adquieren esos decires en sus variados contextos, donde tanto las ausencias como presencias marcan modos de identificar una pertenencia. Para tal propósito se busca indagar en las representaciones que hacen personas que viven solas, otras veces en grupos con edades y actividades diversas, y también en representaciones de la colectividad toda como una cultura particular; la identidad es asumida como la expresión de esa relación personal con el grupo y la cultura donde muchas veces se decide desde la intimidad qué es lo  importante, más allá de que esa representación o su visualidad sea notoria. Encontramos necesario reflexionar sobre diversos conceptos relacionados a límite o frontera, el adentro, el afuera, lo propio y lo ajeno y la dinámica de sus interconexiones desde lo íntimo relacional conformándose así un escenario múltiple y no meramente bipolar. Teniendo en cuenta estos vínculos se proyecta el análisis hacia la percepción del espacio y su temporalidad, mostrando cómo en la narrativa se va decidiendo los elementos a tener en cuenta para la construcción de una identidad que primero será particular y personal, para luego ampliarse hacia una identidad colectiva. En este sentido nos propusimos analizar aspectos que hacen a la conformación del acontecimiento como circunstancia de aprendizaje teniendo en cuenta los aportes de Behares (Behares, 2008) y también indagando los modos estigmatizados, su incidencia, ubicación y valoración, en donde los tiempos y espacios se entrecruzan y reacomodan en la identidad representada no puede haber una ciencia social para la cual no sea necesaria la inclusión de conceptos que hagan referencia al fenómeno que nos ocupa, ligado al desarrollo, al aprendizaje y al cambio/continuidad de lo cultural y social (…)”(Behares, 2008, 19). Es así que se establecen diversos códigos en relación a los modos de aprender y crear los acontecimientos vividos que son re-significados en diversos contextos temporales, dando cuenta de situaciones y decisiones que no siempre son propias sino que también han sido y son ajenas o asignadas como se constata en el propio renombrar el barrio. El nombre El Peligro tiene su origen en las primeras décadas del Siglo XX y está relacionado a la zona y sus bailes que eran muchas veces motivo de peleas dando cuenta incluso de algún caso de asesinato, también eran peligrosas la oscuridad y las inundaciones frecuentes en algunos caminos por las características del terreno. Luego hacia 1950 se lo renombra Belvedere como forma de inserción hacia un estilo de vida moderna-comercial. Si bien este renombrar ha sido ampliamente aceptado sobre todo por los nuevos residentes son muchas las personas que no lo aceptan, tanto entre aquellas que viven en el barrio como entre las que residen en otras zonas de la ciudad de Pan de Azúcar. En el desarrollo de la investigación se observa que esta situación no se debe tanto a que se trate de un nombre u otro, sino de una ausencia de reflexión colectiva en su momento que incluyera las diversas manifestaciones al respecto y la participación de la comunidad para la elección del nuevo nombre. La pesquisa transita merodeando estas cuestiones en un registro que no deja de ser sinuoso y fragmentario como lo son las diversas interpretaciones personales y colectivas (incluida la del investigador), y donde la metodología asume a la persona como parte integral del proceso de desarrollo y avance en un contexto relacional.

 

El contexto etnográfico

 

Actualmente y desde los primeros fraccionamientos que realizara la municipalidad en combinación con el Banco de Pan de Azúcar entre los años 1940-1950 donde se comienzan a vender terrenos, y en los posteriores rediseños de la zona adjudicando nuevos planos ya en la redemocratización uruguaya hacia 1985, el barrio va incorporando pequeñas zonas aledañas que incluso en algún momento tuvieron nombre propio; es el caso por ejemplo de las viviendas de jubilados de Altos Ombúes, una franja de tierra elevada al sureste de la zona cerca de los viejos ombúes. La distribución de la zona y el llenar espacios con nuevos complejos de viviendas etc., espacios que antes estaban vacíos, ha llevado a que las distancias se acorten y que lo que estaba lejos ahora esté cerca, dándonos pistas desde ese origen y la posibilidad de pensar metafóricamente en un entramado que vislumbra un proceso complejo que no se ha detenido y que seguramente siga hasta la saturación. A medida que avanzamos en la investigación y apoyados en una mirada antropológica sobre el espacio que en definitiva es una mirada sobre el tiempo, vamos hilando las representaciones y percepciones sobre qué es lo que constituye la identidad y los diversos modos de apropiarse de ese tiempo adonde habita el acontecimiento. Enclavadas estas cuestiones en un presente y un lugar, se construyen sin embargo desde la multiplicidad temporal en un montaje que no se paraliza aunque deja las marcas de su paso en cada rincón, en cada narración, en cada habitante del barrio, en cada relación íntima con la memoria. Hoy, solamente un predio de terreno en el límite este del barrio está sin edificación y sin embargo ya tiene un destino, un nuevo proyecto de viviendas. En el resto del espacio que pocos años atrás estaba libre se están construyendo otras viviendas (Ej.: las de la zona del cementerio) y se ha hecho el salón comunal que se inauguró en el año 2011. La rápida transformación hacia un hipercontexto en muchos casos no deja tiempo para asimilar o articular la identidad de antaño con su continuidad moderna y más aún si se quiere posmoderna, esto se aprecia en los relatos de las entrevistas y en los modos y uso de valores y actividades relacionadas con el devenir del tiempo. Es decir, la extensiva y rápida utilización del espacio en su mayoría para la construcción de viviendas y la mayor cantidad de habitantes, muestra un impacto geográfico visual muy potente que absorbe en parte la reflexión sobre un posible rescate de aquella vieja identidad. De todos modos esa identidad que subyace desde otro tiempo sí aparece en los relatos, cuando incluso en los casos donde se aclara que no se utiliza el nombre El peligro para referirse al barrio porque no es bien visto, y en todo caso se ratifica que el nombre es Belvedere, todas las referencias de costumbres y valores están fuertemente asociadas a la geografía del lugar y a su origen. La oscuridad, inundaciones, los ombúes y sus historias peligrosas relacionadas a apariciones, espíritus, etc., los bailes y sus querellas, los inicios de las comparsas y el carnaval con sus raíces en los negro humildes que salían del barrio Peligro o Peligrera, y otras tantas cuestiones de relacionamiento mutuo entre vecinos. La justificación que aclara que el nombre El peligro no refleja al barrio en la actualidad, deja solapada la impronta histórica, tradicional y su reelaboración, que ubica en el nombre una identidad sin acotarla solamente a algún hecho aislado, o al texto literal. En algunos casos ese remarcar reiteradamente el uso literal del nombre sin contextualizarlo y basándose en la negación a partir de la marca, refleja o es parte del progresivo hipercontexto que viene creciendo en la zona y el barrio. Por otro lado el nombre Belvedere no cuenta con una referencia establecida y mucho menos con un contenido preciso, o no se utiliza de tal modo, siendo más bien un término ambiguo ya que pasa a reivindicar un pacto oculto (donde los tiempos se disipan) expresado como necesario. Textualmente no se sabe qué quiere decir ni tampoco está definido su contenido según otros parámetros, siendo que no tiene referencias claras por ejemplo a tradiciones o costumbres en la zona. Más bien se asocia a lo nuevo que no se sabe bien hacia donde va, más allá de que se percibe claramente un despliegue general en toda la zona y una progresiva complejidad en las relaciones interpersonales con su cuota de anonimato. Entre lo personal-individual y lo colectivo se encuentran las referencias sobre los distintos nombramientos que muestran esos pactos como lo señala Sonnia Romero Es asimismo importante interrogar la imbricación de los sujetos con lo histórico-social, político y antropológico, para “descubrir” que las subjetividades individuales producen culturalmente “pactos narcisistas” sobre un “pacto social” colectivo.” (Romero, 2011, 196). Esto hace que intentemos un acercamiento a los diversos contextos, los que hacen referencia al pasado y origen del barrio y los contextos actuales. Teniendo en cuenta las referencias al pasado, vemos que las cosas se repiten y se mencionan más o menos las mismas costumbres y acontecimientos importantes siendo recordados como buenos tiempos. En el contexto presente se desdibujan los acontecimientos de interés pasando las costumbres y valores a otro plano, ya no podemos hablar (tampoco para la tradición en su momento) de la identidad del barrio haciendo referencia solamente a hechos particulares, anecdóticos o interpersonales que se mantengan en el tiempo, y que estén muy arraigados a la geografía y visualidad de la zona como sucedió en el pasado. En la actualidad este tipo de de referencias dejaron lugar a otra resignificación del espacio y por lo tanto a otro tiempo mostrando un resorte profundo dentro de la construcción continua de significados en el fluir de las contradicciones objetivas.” (Gravano, 2011, 56). Los diversos contextos no aparecen todos en el mismo plano sino que se producen, mantienen, y reproducen en diversos niveles de apreciación, por momentos exigidos y forzados, o bien dados concomitantemente en acuerdo. La coexistencia de los contextos no es horizontal sino desnivelada y radial, es decir que la trama global del barrio se forma a partir de fragmentos según la apreciación e idea de lugar en un momento, situación, memoria o vínculo determinado; esto hace que el hipercontexto se disuelva, y ya no para volver a una mediación axiomática. Diremos por ahora, y para este trabajo: lugar de la disposición, donde las personas, lugares e historias (lo personal, institucional, tecnológico), se hacen en su definición aún más particular, más íntimo, tanto en su sentido positivo como negativo. En el mismo proceso se produce la reelaboración de la negación como anonimato, dando cuenta en esa artimaña que el anonimato potencia un escenario que no permite la ausencia, y que se afianza cada vez más como propio en tanto el agobio busca ser reinventado. Tal situación queda expuesta en la dificultad para sociabilizar algunos acontecimientos que aunque repetitivos tienen un carácter anónimo y/o eventualmente no visible a no ser en su contexto más inmediato (contexto reducido), constatando la tensión que esto produce.

 

 

La diseminación de los tiempos y espacios - Acopios para la reelaboración de la identidad.

 

Aquella gran familia tuvo que ser reinventada: ¿pero de qué forma fue posible?

 

En principio y tras la paulatina desaparición-transformación de aquella primera gran familia extensa (como los propios lugareños dicen) de espacio de ocupación rural y radial o dispersa, se fue gestando en el barrio “una especie de ghetto autoasumido, desde una re-medievalización de la urbanidad contemporánea” (Gravano, 2011,59). Si bien Gravano para exponer su reflexión apoyado en Harvey (Harvey, 1989) toma como referencia sobre todo los últimos veinte años para referirse a la actualidad, nos es muy útil para ampliar el contexto hacia las décadas de 1940-50 (y tal vez antes) en nuestro caso, donde la confrontación entre los de afuera y los de adentro en el barrio se hizo notar entre otras cosas por cierto control del espacio cuando aquel ghetto del barrio El Peligro impedía en algunas circunstancias el acceso a la zona. Es el caso de las peleas en los antiguos bailes y su contexto donde al tiempo que estos eran abiertos para los moradores que venían de lugares próximos, las revanchas por pleitos suscitados llegaban a confrontaciones entre bandos o contra la policía que muchas veces por los embates impedía la entrada al barrio a los otros, o bien a los del centro como en algunos casos se hacía referencia. Con la transformación del barrio y su impronta moderna aparecen otros escenarios tales como: mayor actividad política y comunal, vida comercial, lugares de enseñanza, actividades en la construcción de ayuda mutua, varias creencias religiosas y lugares de encuentro para las reuniones, y todo lo referido a una población que por su envergadura pasa a ser más anónima y compleja. Al tiempo que estos espacios van siendo apropiados por los nuevos residentes en las últimas décadas, van dejando atrás algunas de sus antiguas señales y enclaves espacio-temporales siendo ahora re-significados. Aquellas familias originarias diseminadas en principio en una zona más amplia de la que hoy advierte los límites del lugar, y que se conformaron en una gran familia de comunicación y ayuda recíproca, pasaron a través de su transmisión generacional por un proceso casi obligado de absorción de ciertos valores con el solo fin de mantener en resguardo partes de una identidad. El interés mayor está en que ese proceso no se ha detenido y más aún está en pleno vigor, vigilante y al acecho para entenderse con la diseminación de ese espacio propio hoy en el lugar de la disposición. Una aparente contingencia que no siempre fue tal, una o varias causas no dichas, y muchos espacios ocupados, distribuidos y construidos en un breve período de tiempo, hicieron de esa transformación precipitada un ámbito propicio para la colecta de valores e imágenes de la memoria conservados muchas veces a través de una complicidad silenciosa. En ese espacio que tiene esos tiempos como vínculo insoslayable, se da la conformación de las identidades y sus representaciones que se reelaboran una y otra vez en las vidas de la gente. “ya sea porque entendamos la identidad como fondo virtual (Lévi-Strauss, 1981) o bajo su dinámica relacional y contrastiva (Bourdieu, 1998).”(Guigou, 2011, 23). En los contextos de relacionamiento aparece entonces el mapa que nos muestra diversos niveles o ámbitos de apreciación de ese pasado: el ámbito de la inmediatez por un lado que asume la memoria en su totalidad, es decir donde esta se hace decisivamente práctica en la vida cotidiana tal vez de manera inconsciente, sin pretender buscar una respuesta (mítica) más allá de la concreción en un momento determinado. Aquí las experiencias vividas son trasladadas a un contexto de relacionamiento en acto donde están coligadas a la persona que evoca mediante valores adquiridos de antaño, actividades, usos y costumbres, frases o comentarios etc., todos relacionados al hacer. Por otro lado aparece la memoria siendo sustancialmente memoria, recuerdo dicho e imaginado donde no se expone una práctica concreta del hacer, sino que la práctica pasa por la imagen o el decir de esa memoria; el desdoblamiento de la vivencia del sujeto aquí va en otro sentido, quizá en el sentido de un diálogo introspectivo con los saberes ocultos, aquellos que no están dados sino que están por ser descubiertos en el pleno uso de su creación. Por cierto que estas representaciones tienen igualmente una relación e incidencia marcada en el hacer aunque no se visualicen en principio como el mismo proceso; tampoco son expresiones o “reiteración de Lo mismo[1] (Guigou, 2011, 11) ni de lo otro ya que son parte de la narrativa que construye la identidad (Guigou, 2011). En ese fluctuar se muestra la cultura estigmatizada del barrio que se reproduce también desde la negación y una consecuente autoexclusión. “Soy rural, es bravo ser rural para tratar en la ciudad, mi vida fue eso nada más”[2]. En este caso lo rural asociado a una historia personal donde la propia familia ha excluido a la persona, conforma la identidad tomando lo que se ha vivido en otro lugar y otro tiempo de un modo sincrónico con la vivencia actual. “Queda para la función mimética de la narrativa el campo de la acción y los valores temporales” (Guigou, 2011, 182). 

 

        

El -lugar de la  disposición- expande y reduce al mismo tiempo el acontecimiento. 

 

¿La imposibilidad de un anonimato buscado?  

 

Lo sustancial en este punto es que el lugar de la disposición expande y reduce al mismo tiempo el acontecimiento. La cantidad de residentes y vínculos hacia otras zonas siguen creciendo al tiempo que aumenta el desconocimiento entre personas, crece el lugar de la disposición y crece el anonimato para reelaborarse. Hoy siendo imposible un trato persona a persona entre todos los residentes del barrio, muchos de los sucesos importantes que se desarrollan tanto económicos, de valores solidarios, políticos etc., están mediados por la reelaboración del anonimato. Paralelamente hay un quiebre con la visualidad identitaria anterior, se hace referencia a los acontecimientos pasados al tiempo que se oculta su marca. En este contexto la negación reproduce aún más una identidad que se separa de otras que coexisten en el barrio. Esta identidad de la negación toma mayor fuerza en lugar de disiparse, donde lo otro aparece redimensionado imposibilitando el anonimato, la ausencia, o el vacío. El estigma reaparece ahora personificado en la palabra peligro soportando el peso de la autoexclusión. En varios casos son los propios residentes del barrio vinculados a familias tradicionales los que intentan contrarrestar la tradición con la avasallante vida moderna a través de la negación de la marca relacionada al nombre El Peligro.

Por otro lado la percepción de los jóvenes en su gran mayoría tanto entre los que viven en el barrio como los que residen en otras zonas de la ciudad e incluso en otras ciudades cercanas, toman en cuenta la tradición dejando a un lado la marca estigmatizante y deteriorada de los mayores, resaltando una identidad fuerte, presente, que reivindica un nombramiento lejano. En otros casos residentes del centro de Pan de Azúcar aseguran que el nombre más usado para el barrio es El Peligro, y que es usado indistintamente por la población en general. Si bien no todos los casos se refieren del mismo modo aparece una tendencia en este sentido cuestionando algunos discursos hipotéticamente instalados, donde ciertas cuestiones que surgen contribuyen a poder visualizar el porqué de tal negación del nombre tradicional. Por los relatos sabemos que el nombre no tiene ninguna connotación negativa exagerada, lo que aparece son algunos episodios en momentos determinados que dieron sustento al nombre El Peligro o La Peligrera, como por ejemplo las peleas en los antiguos bailes, las inundaciones frecuentes en algunos caminos de terrenos bajos, o la oscuridad cuando la zona todavía no cotaba con luz eléctrica. Transcurridos varios años desde los últimos bailes y transformado el espacio hoy con calles de pavimento y alumbrado público, y perdida la identidad que se conformaba entorno a ello, se fue afianzando una marca a partir de la reelaboración de una idea de peligro que solapada reelabora un nombrar permitido. Al no existir en la actualidad ejemplos de los viejos tiempos, situaciones de violencia en los bailes, oscuridad o inundaciones que verifiquen un estado de alerta peligroso, la marca resurge a partir de la negación. Negar un nombre o cambiarlo por otro tal vez no sea de trascendencia sino fuera porque en esa negación están asumidas experiencias de vida fuertemente arraigadas en la zona, que son reprimidas al tiempo que aparecen como vitales en la construcción de identidad. La contradicción que impulsa la puja,  y la identidad como un estado histórico de esa puja” (Grabano, 2011, 56) por aceptar o negar fragmentos del tiempo, de ese y este tiempo, nos da elementos para comprender alguna de las cosas que hoy suceden en el barrio en relación a la construcción de los acontecimientos y sus representaciones, su ubicación, las decisiones tomadas o no, así como la reelaboración y aprendizaje como proceso reflejado en la identidad.  

 

 

El peso de una marca cultural y la resignificación en una identidad cómplice. Algunas consideraciones.

 

La idea de peligro o del peligro tradicional trasciende la negación y está asociada a la vida solidaria de aquella gran familia pionera, inserta en un área geográfica más extensa y dispersa que la que hoy comprende el barrio, y con las dificultades propias de un área rural que en su momento fortaleció el valor del apoyo frente a la adversidad.

En aquellos tiempos era usual que los vecinos tuvieran un relacionamiento diario para resolver contratiempos o bien alguna de la exigencias de lo cotidiano, como cargar agua de los pozos o del arroyo y más tarde de la única canilla que existía en el barrio, lavar la ropa y enseres en las cañadas naturales, la distribución de alimentos, etc., el alumbrado a farol que había que encender en las casas y luego también en algunos pasajes o caminos comunales, el auxilio cuando las carretas se atascaban en el barro, y los acuerdos referidos a la seguridad, salud y demás servicios que no eran accesibles como en la actualidad. Hoy ha cambiado el contexto de valores y por lo tanto también la idea de lo que significa el peligro o lo peligroso y su contraparte solidaria. En este sentido aparece el intento por parte de algunos viejos residentes de borrar una imagen peligrosa a través del uso textual del nombre ahora descontextualizado. Pero ¿cuál es el motivo de intentar extirpar aquel contexto? ¿No se supone que también y sobre todo existieron en aquel entonces los vínculos solidarios que asentaron las bases de esta comunidad?

Esta insistencia literal de la idea de peligro nos es muy útil para recontextualizar la historia, la memoria y la vida actual en el barrio. Se anula de alguna manera el contexto para dar lugar primordial al texto, a la palabra peligro descontextualizada, se utiliza una idea personificada del término peligro al mismo tiempo que se rechaza. Esta bifurcación se nos presenta en la valoración del término ajustado a un tiempo representado como remoto, ya caduco, vació, donde el relato acota el contexto a la marca y ya no como reconocimiento hacia un contexto amplio que incluya la vida del barrio como parte de un nombrar permitido. El quiebre está presente por lo tanto no hablamos de un tiempo que fue y otro que está siendo, sino de un episodio de tiempo donde se encuentra el acontecimiento precisamente a partir de la fragmentación. Teniendo en cuenta el proceso que ha experimentado el barrio y su despliegue actual, podemos decir que los valores adquiridos en las relaciones de antaño están presente ya que han ayudado a forjar todo lo que hoy sucede en el barrio, desde la distribución geográfica y lugares de vivienda hoy expandidos, la conformación de las familias residentes también incrementadas y sus costumbres, aunque con otras características de composición en relación a los integrantes y en viviendas más reducidas, las relaciones con la gente que llega de otros lugares, etc.; tal vez aquí esté el desdoblamiento y uno de los ejes principales para nuestra reflexión. No es tan probable que se pueda adjudicar un término vacío a un no contexto, el término peligro no está vacío porque sí hay un contexto que aunque camuflado o estigmatizado, reaparece en otra lectura y reafirmando esta vez su opuesto, la negación del texto literal mostrando justamente su razón de ser y su signo como tal. De algún modo este doble juego y oscilar constante se va afianzando como parte del proceso metodológico en la etnografía y en nuestra reflexión personal, mostrando que se hace uso literal para salvar lo inasible e inminente que de otro modo quedaría expuesto y en riesgo. Un mecanismo que tal vez sea en gran parte inconsciente y que hace a desdibujar los límites del acontecimiento cuando por momentos no sabemos desde qué lugar o tiempo se está reflexionando, el que recuerda para crear un presente, o el que además recuerda negando. De cualquier modo ambos sentidos, de acopio y de rechazo, están siempre presentes en las representaciones e identidad del barrio. 

 

 

Lo social y lo político en el barrio

 

¿Por qué hay un discurso oficial que ha negado sistemáticamente el nombre EL Peligro si varios residentes de todo Pan de Azúcar (y del barrio) lo llaman también de ese modo y reconocen su legitimidad? (más allá de que siempre lo expongan públicamente). Además: ¿existió una prescripción o nombramiento realmente oficial en algún momento? 

Aparecen varios espacios vacíos, discursos cortados o sin respuesta cuando indagamos en el momento que el barrio pasó a llamarse también Belvedere que de hecho hoy es el nombre oficial. Entre los residentes que viven hace más tiempo en el barrio no hay recuerdos de una fecha precisa donde oficialmente el nombre pasara a Belvedere. Cuando hablamos sobre este tema son muchos los sorprendidos, manifestando que es curioso en realidad que nadie sepa y que intentarán averiguar más al respecto ya que les concernir directamente. Por otro lado si bien tampoco para el nombre El Peligro está bien claro su origen, hay acuerdo en que se tiene más conocimiento sobre el porqué de este nombre como lo señalan algunos pasajes en las entrevistas “Todos sabemos por qué es Peligro o tenemos un idea, cosa  que no pasa con Belvedere”[3].

Las fechas oscilan ampliamente, hay quienes plantean que en los años 1940-50 se dieron las primeras transformaciones en la zona incluyendo el cambio de nombre, quienes sostienen que en el año 1985 al término de la dictadura militar se realizó la apertura hacia la reforma local fraccionando terrenos donde apareció el nombre Belvedere en los planos, algunos jóvenes también sostienen que hace pocos años no más de diez o quince que están escuchando el nombre Belvedere sobre todo por los nuevos residentes en un gran crecimiento demográfico. Estas diferentes visiones sobre el origen del nuevo nombre que no se sabe bien cómo se fue imponiendo y su cohabitar con el nombre tradicional El Peligro, dieron reflexiones en varios sentidos tanto para los habitantes del barrio como para las notas que ayudaron a zanjar algunas cuestiones en el proceso metodológico de la investigación. No faltaron las reflexiones que nos tomaron por sorpresa cuando por ejemplo hablando con una de las familias más  antiguas del barrio, la hija mayor que hoy tiene poco más de cincuenta años, se cuestiona junto a sus hijos si no será que “desde siempre” el barrio se llamó Belvedere invirtiendo así la relación temporal de los diferentes nombramientos. Esto que parece poco probable, de todos modos nos obliga a situarnos en la alteración de esa relación y la posibilidad de ver desde otro lado la construcción del acontecimiento. Aquí no se ve una estrategia política o financiera de imposición referida a un cambio de nombre para dar una buena imagen y lograr vender terrenos, o tal vez no se quiera ver, lo que en realidad interesa es que al retroceder hacia un tiempo aún más remoto que se desdibuja en ese decir desde siempre, nos plantea la posibilidad de que el nombrar se sitúe en definitiva fuera del tiempo. De este modo el quedar fuera del tiempo está acorde a la invención de una especialidad a partir de los tiempos del sujeto, es decir de los tiempos que el sujeto elige para crear la realidad, quedando aquellos enclaves discursivos meramente anecdóticos o históricos del acontecimiento, condicionados a este contexto que surge a partir de la eterna reinvención de la memoria alusiva al sujeto. La postura que se ha sostenido desde la junta municipal en relación a la identidad del barrio, y la reafirmación de una nominación más cercana a la actualidad (también más moderna) influye a modo de espejo, solo que un espejo contradictorio donde refuerza una identidad revelada desde la confrontación, ya no peligrosa o de guerra aunque sí con arraigo a una pertenencia gloriosa y pionera. En este punto el discurso político-oficial muestra una presencia desarticulada, ya que si bien se sabe y dice que el nombre oficial del barrio es Belvedere (auque no por decreto), también se sabe que gran parte de los habitantes de Pan de Azúcar lo nombra El Peligro. En consecuencia el poder que ejerce la autoridad en este caso más visiblemente desde la junta local, se torna apocada en cuanto que la gente interpone acuerdos representativos (no siempre visibles) de una identidad dicha ampliando el uso textual del término Peligro a su contexto de valores. Esta identidad se manifiesta aunque no esté declarada oficialmente, y también desde personas que utilizan el término Belvedere. En este sentido un juego de poder ciego eventualmente solapado, da características propias que por su condición prolongada en el tiempo hace que se pueda vincular con otros acontecimientos en la región e incluso con sucesos que han incidido en Uruguay y en el ámbito internacional. Marc Augé refriéndose al enfoque en la investigación antropología subraya el conflicto a partir de la tensión entre el sentido social y la libertad individual donde aparece el poder y la confrontación tensión entre sentido y libertad (sentido social y libertad individual), tensión de la que preceden todos los modelos de organización social, desde los más elementales hasta los más complejos” (Augé, 2007, 62). Desde algunos ámbitos que hacen al barrio se puede ver una suerte de exigencia al devenir en la zona, a un desarrollo continuo donde ya no hay tiempo y espacios para los tropiezos de épocas pasadas. Borrar la imagen de peligro a cualquier costo puede ser una meta, incluso optando por la descontextualización para resurgir con una postura renovada hacia el tiempo que apremia. Sin embargo, el tiempo de la vida en el barrio no es solamente uno y tampoco tiene un direccionar preestablecido. Aparecen metáforas, partes de historias y encuadres que suscitan recopilaciones de varios tipos, que no son meramente textuales, sino sensibles al encuentro y que incluyen el trabajo de campo y sus vicisitudes también. Todos estos espacios y rincones del tiempo son expresados en varias entrevistas y charlas cuando hablando de recuerdos del barrio y reflexionando en la memoria, se interponen permanentemente sucesos e imágenes que separados podrían parecer contrapuestos o bien referencias a diversos acontecimientos. Sin embargo vemos como se va trazando un minucioso diseño en cada caso y donde solo resta comenzar para que uno mismo (donde nos incluimos), vaya entendiéndose con otras realidades que no solo son discursivas sino que entran en la esfera de lo sensorial, en el modo en que en el hacer y exponerse se va situando y elaborando el acontecimiento. En suma aquí el barrio es la casa segura al tiempo que es la marca perpetua, y no una marca estigmatizada por la violencia o delincuencia en un período, sino más bien por un modo complejo de aprendizaje donde la conformación de identidad se aprecia desde diversas secuencias y etapas representativas de los acontecimientos. En ellas aparecen valores relacionados al trabajo, a la templanza y la fuerza de acción, a la benevolencia, a la familia y otros tantos valores y costumbres con un fuerte sentimiento compartido, y también lo relacionado a cierta opresión, desarraigo, omisión y segregación, adversidad y violencia. El estigma aparece entonces como marca socializada de amplio alcance y no meramente defectuoso como tal vez lo fue o quiso serlo para otros temas y momentos en la historia de la cultura occidental. Es así que las sugerentes connotaciones que se repiten en las narraciones marcan las vicisitudes de la memoria. Por un lado la proyección de una idea de peligro por los encuentros de antaño en los bailes y la oscuridad de la zona, que con frecuencia estaba tiznada de algún encontronazo rebelde entre vecinos donde se sumaban también los allegados. Por otro los lazos vinculados a valores y pertenencia que unía una zona geográficamente más extensa a la actual, en donde había que apoyarse para habitar en un lugar descampado, oscuro y en el que se producían inundaciones frecuentes. En todo caso podemos hablar de varios modos en la utilización de una idea de peligro, los que responden a sucesos vinculados a la cultura tradicional del barrio y sus contratiempos, y los que reivindican un sustrato de valores adquirido a través de la convivencia en un lugar geográficamente peligroso; a todo se suma la reivindicación constante de esos acuerdos y decires. Luego podemos convocar al mito que puede transcurrir tanto en uno u otro lugar, sumando su propio valor a determinada relación, historia o suceso.    

 

 

Reconstruyendo el acontecimiento

 

Como lo mencionamos anteriormente si bien es notorio que hay por parte de los habitantes cierta expresión de pertenencia al barrio que lo encontramos por ejemplo en la legitimación del nombre El peligro, o de otro modo más disperso y reciente con el nombre Belvedere, no existe una idea de identidad colectiva y más bien encontramos la coexistencia de varias y marcadas maneras de relacionarse con la zona. Esto se puede ver incluso cuando se utiliza alguno de los nombres como manifestación de pertenencia clara al barrio, lo que sucede es un encuentro íntimo con la memoria, la vivencia, y la elaboración del acontecimiento, donde cada experiencia al ser dicha se manifiesta como la causa de otra que está sucediendo. En cuanto a esta relación y el modo de aprendizaje del acontecimiento, nos concierne la manera en que personas que llevan varios años (en algunos casos toda la vida) viviendo en el barrio, interpretan en diversos modos un mismo acontecimiento. En el caso del nombramiento del barrio, aparecen diversas interpretaciones del momento histórico en que se designaron los nombres El peligro o Belvedere. Nos preguntamos por qué y en qué medida se relaciona con un modo de acercarse al acontecimiento, más allá de que en esas interpretaciones esté implícito el desconocimiento de datos precisos. En casos de personas que tienen poco o menos tiempo viviendo en la zona es visto que también entre ellas hay intereses y búsqueda de identidad en forma fragmentada, es decir que al no contar con una historia común de origen siendo que provienen de diversos lugares aunque sea dentro del departamento de Maldonado, se marcan formas diversas de asimilación del recuerdo en tanto constructor de la identidad. En algunos casos el recuerdo de una vivencia en un lugar anterior, de origen, trasiega hacia la asimilación del acontecimiento más reciente según la  manera en que se ha dado reconocible ese aprendizaje en la cultura de origen. 

 

 

 

A modo de reflexión final. Los espacios, los tiempos y el sujeto en la elaboración del acontecimiento.

 

¿Qué significa el barrio y dónde se encuentra?

 

Encontramos que la idea de barrio está diseminada en múltiples escenarios dentro del propio barrio donde aparecen tensiones entre los nuevos y viejos residentes como lo vemos en los trabajos de Sonnia Romero “Confirmamos en diferentes grupos etáreos la consistencia de un imaginario ‘barrial’ que se activa cotidianamente en etiquetajes binarios inapelables: hay ‘verdaderos vecinos’ y ‘otros’ recién llegados o intrusos” (Romero, 2011, 200); también ente los jóvenes y los adultos u otras categorías siendo que en cada caso mantienen diversos modos de representación de lo barrial. Además de la puja interna “siempre el barrio tiene el significado de oponerse a algo (a la ciudad en su conjunto, al centro, a otro u otros barrios) por medio de la atribución  / negación o no de un conjunto de valores que conforman lo barrial (Gravano, 2011, 54).

En el caso de los jóvenes, si bien vemos que no es lo mismo ser un joven de una familia tradicional del barrio o serlo de una familia que llegó hace algunos años, se van a mantener de todos modos ciertas representaciones de pertenencia propias al grupo de los jóvenes, “deben estar en el barrio, en oposición a lo barrial como ethos, como valor o conjunto de valores, para que el paradigma siga teniendo eficacia, porque actúan precisamente como motor interno de la identidad” (Gravano, 2011, 55).

Tampoco se ve o representa la identidad barrial del mismo modo entre los mayores que son oriundos de la zona o aquellos que han venido desde otras regiones. Asimismo dentro del espacio geográfico del barrio encontramos diferentes modos de apropiación del terreno a partir de la utilización espacial en relación a la distribución de cosas-objeto, en casos de personas que han llegado por ejemplo desde zonas rurales (cosas u objetos ubicados o esparcidos de determinada manera en el predio de la vivienda).

En estos casos el uso del espacio asociado a una memoria anterior es el impulso para entender-se en el barrio y de este modo re-hacerlo en la  reconstrucción del acontecimiento. De todos modos si bien la referencia no sea hacia un caso de origen rural, esta resignificación estará siempre presente, tal vez con otro alcance de interpretación entre las personas y las cosas-objeto de un modo si se quiere más sutil, más íntimo y menos expuesto. El contexto se complejiza aún más cuando aparece la categoría rural en sí misma diseminada, es decir cuando esa relación con la memoria y las cosas está presente tanto desde el recuerdo de un origen rural del que se partió para llegar a vivir al barrio, como desde la memoria inscrita en los residentes que siempre han vivido en él y que tienen su propia visión del viejo barrio rural. La relación con el espacio geográfico barrio trasciende precisamente ese espacio pasando a un-otro tiempo y es por esto que nos interesa la idea de Bajtin planteada por Gravano “En nuestro caso, es posible relacionar lo popular ligado a la cultura barrial si se trasciende la empiria hacia la concepción bajtitiana de lo barrial en circulación, irradiado y diseminado desigualmente en el conjunto social.” (Gravano, 2011,58). Asimismo pudimos profundizar en una idea de barrio que no aparece precisamente en el barrio, una idea por ejemplo en la plaza de la ciudad de Pan de Azúcar donde se juntan habitualmente varios de los jóvenes del barrio El Peligro-Belvedere y de otros barrios de la ciudad, a comentar entre otras cosas sucesos o anécdotas del barrio y los barrios. Incluso cuando los temas no pertenecen al barrio explícitamente y hagan referencia a otras circunstancias vivenciales de adolescentes o jóvenes, no podemos abstraernos de la idea de barrio ya que esos encuentros además de ser apropiados o re-significados en sí mismos, aparecen desde un narrar que en gran parte ha sido aprendido y reelaborado en el barrio acorde a sus diferentes etapas de apropiación y diferencia. 

 

 

El aprendizaje y el contexto

 

Las referencias a lo moderno en el barrio y la disyuntiva entre moderno y tradicional aparecen como implicancia asimilada en diversos sentidos, distorsionada y manifiesta, donde casi no queda tiempo (y espacio) para pensar-se tampoco ya como posmoderno, ni como alguna otra cosa. Entre estas pujas y contra-pujas vemos que la escenificación de lo moderno lleva a una suerte de negación de la diferencia y seguimos a Sonnia Romero al comentar las reflexiones de Michel Mafesoli en su visita a Uruguay en el año 2009: “En la modernidad todo va a ser reducido al Uno, al todo como Uno. Este monismo va a suscitar la gran paranoia occidental: el mundo occidental juega a la negación.” (Romero, 2011, 197). En este trabajo se pudo atender a la negación en la reconstrucción del acontecimiento y la identidad donde esta (negación) actúa y procesa como frontera de acción simbólica dentro del múltiple juego de la representación, y donde además se suscita al tiempo que la frontera va desapareciendo, o va quedando solapada como tal, agudizando aún más la razón de ser de tal negación en sus diversas manifestaciones. Podemos observar por ejemplo que aunque no se niegue a los nuevos habitantes que residen en las  viviendas de ayuda mutua, etc., o se crea incluso que es positivo su asentamiento en la zona, en cierto modo son igualmente los intrusos por ser invisibles ya que no tienen vínculo con la gente de tradición en el barrio. Según las reflexiones de algunos viejos residentes podríamos decir que están ahí para ser vistos al pasar y no tienen mayor relevancia para una tradición total. Insistiendo el transitar por este juego de las representaciones ahora a modo de inversión, vemos que esa invisibilidad pretendida hace a un proceso de negación tanto de lo nuevo, como de negar-se en parte como tradición en un contexto identitario que sofoca, y donde el barrio va perdiendo aquello antes de asumir esto otro. Entonces, ¿quiénes construyen ahora la tradición que debe ser reelaborada? Pareciera si seguimos esta lectura que nadie podría asumir esta tarea y que la reelaboración quedaría postergada en tanto lo tradicional es algo que estuvo y ya no vuelve, y que en el futuro siempre hablaremos de la misma tradición capturada en un-otro tiempo que compareció hasta que se impuso lo moderno. Y entonces nuevamente ¿qué es lo moderno? Volvemos ahora sí a insistir en que este giro tenso hace a la reelaboración también como aprendizaje en un sentido amplio de asimilación, donde esta no se muestra desde una tradición típica y acabada ni tampoco desde un constante devenir exclusivamente moderno o posmoderno, o algún otro contexto tentativo que pueda dar lugar a una visión abrumadora o agonizante. Asimismo hacemos referencia a una reelaboración que si bien puede aparecer en algunos escenarios del lugar de la disposición con ciertas pretensiones, no está atravesada y flagelada en su totalidad por una visión de un modelo particular cualquiera sea este, y que alcance por lo tanto aturdir y ofuscar las diversas manifestaciones que son constitutivas de tal construcción y representación. No es posible en tanto que el límite al tiempo que inventa el acontecimiento se disipa como límite. Podríamos decir que mientras más límites más cantidad de manifestaciones se desvanecen hacia una sola demarcación posible, o hacia el acercamiento entre las marcaciones e inscripciones como tales, que en descontento con lo Uno producen y vitalizan la reelaboración.  

 

 

 

Los nombres, las marcas y la identidad

 

Parte de lo que se podría nombrar como tradicional o las representaciones que llevan adelante algunas personas pertenecientes a esa cultura de la tradición en el barrio, no está presente en la negación solamente para ser negado u omitido. En la diversidad de las manifestaciones íntimas de acercamiento a la memoria, del propio aprendizaje y reelaboración de la identidad, las marcas y los nombres están presentes muchas veces como partes del proceso que asegura un cobijo perdurable para valores y sensibilidades que de otro modo estarían amenazadas. Por tal motivo las marcas no son solamente marcas estigmatizadas aunque aparezcan en tal sentido expuesto desde los diferentes actores, y a veces desde los propios celadores de esa tradición cuando nos vinculamos en un primer acercamiento o visto en su exposición pública. “Las subjetividades al componer imágenes sobre lo construido desafían la certeza sofocada, no verbalizada, del carácter finito de las personas, de las obras, de las civilizaciones”. (Romero, 2011, 196). Tampoco los nombres son solamente texto literal o inscripciones en desuso, sino que en su pleno uso aseguran que entre la tensión que suscita el nombrar permitido y los arrebatos de la identidad, aparezcan múltiples matices, contingencias y certezas que son el motivo de la permanente ebullición y autodefinición; será cuestión de agudizar la mirada y los sentidos para poder ser parte. Teniendo en cuenta los diversos nombramientos podemos decir que en el barrio el tiempo no es solamente uno, lo que aparece es más bien un entramado de acontecimientos nombrados y re-escriturados en un lugar dinámico que se va acomodando entre el decir, el reafirmar, y los diversos usos del espacio en relación muchas veces al diálogo íntimo con la memoria.

 

 

La recomposición del sujeto

 

La diseminación del decir también nos da motivos para pensar en varios cuerpos vividos por el sujeto en tanto que la recomposición es eterna. La ligereza y por momentos urgencia por relatar ciertos episodios o revivirlos por un instante reelaborando un pseudo-escenario, están marcando por un lado un tiempo que ya no cuenta con un momento determinado en un espacio concreto, y por otro lado precisamente por eso, que ese tiempo debe ser reutilizado cuando se presenta la oportunidad. El sujeto así se recompone de manera permanente haciendo uso de sus memorias, no para quedarse en ellas sino para hacerlas útil en su plena cotidianidad. Esta diversificación del sujeto se constata en un lugar (cualquiera sea) que tiene como sustrato indeleble a un tiempo, y que se precipita como lo real en tanto su propia fugacidad lo requiere vigente; ese tiempo que es uno, lleva la impronta de ser atravesado por todos los tiempos. La representación puede aparecer como un diálogo interrumpido, o más bien irrealizable donde el puente que aúna los tiempos y generaciones se cortó en algún lugar descartando parte de su recorrido para salvar una imagen, la de un barrio en progreso. Sin embargo esa imagen no está a salvo, se inunda permanentemente de la obcecación que reprime un decir al tiempo que no hay posibilidad de negación real; no es posible negar la memoria cuando ésta actúa en un presente activo, lleno de asociaciones reales. La conformación de la dimensión tiempo no está dada simplemente por el pasaje de un estado-tiempo a otro o la asimilación recíproca, además converge en las vicisitudes personales, los deseos y las decisiones en cada paso de la elaboración. Esa elaboración es a su vez  reconstrucción siendo que el riesgo que presenta lo nuevo, emana en gran parte de la representación de un otro-tiempo y del lugar que se le adjudicó como marca. En este sentido no se trata simplemente de atenuar los riesgos y las responsabilidades negando una visión de barrio moderno y en progreso, en todo caso también la evasiva de ese otro-tiempo anterior, produce, o reproduce un llamamiento que muestra la reubicación ineluctable de las representaciones todas que se fueron gestando en el barrio desde sus orígenes; hoy este campo de espacio-tiempo aparece como pugna a la ves que resistencia.  

 

Bibliografía

Augé, Marc, El oficio de antropólogo, Barcelona, Gedisa, S. A., 2007, 62.

Behares, Luis, E., “Enseñanza-Aprendizaje revisitados. Un análisis de la “fantasía” didáctica”, Behares, Luis, E. (Director), Bordoli, Eloísa, Fernández, Ana, M., et al, Didáctica Mínima. Los acontecimientos del saber, Montevideo, Psicolibros, Waslala, 2008 [2004], 19.      

Gravano, Ariel, Imaginarios barriales y gestión social: trayectorias y proyecciones a dos orillas”, Sonnia, Romero, Gorski, Anuario Antropología Social y Cultural en Uruguay 2010-2011, Montevideo, Nordan–Comunidad, 2011, 54, 55, 56, 58, 59.

Guigou, L., Nicolás, Religión y producción del otro: mitologías, memorias y narrativas en la construcción identitaria de las corrientes inmigratorias rusas en Uruguay, Montevideo, Lucida Ediciones, 2011,11, 23,182.   

Romero, Gorski, Sonia, “Conferencia: Punto de vista antropológico sobre temas de la ciudad”, Sonnia, Romero, Gorski, Anuario Antropología Social y Cultural en Uruguay 2010-2011, Montevideo, Nordan–Comunidad, 2011, 196,197, 200.

 



* El presente artículo contiene algunos de los temas tratados en la investigación que corresponde a la tesis en Antropología Social: “¿Barrio El Peligro, barrio Belvedere? Un cambio de nombre nominado: La insistencia de una comunidad que nombra marcando el re-acontecimiento”. Ciencias Antropológicas, FHCE, 2012. En los meses de agosto y setiembre del año 2009 y luego en algunas visitas en el año 2010 se realizó un acercamiento al barrio, su historia y su gente. En esas instancias se llevaron a cabo algunas entrevistas y charlas espontáneas con vecinos de la zona en relación al nombre del barrio. También se realizó en la biblioteca de la Casa de Cultura de Pan de Azúcar y otras fuentes bibliográficas un relevamiento parcial de la historia y origen del barrio. Durante los años 2011-2012 se continuó con el trabajo de campo y la elaboración del texto.
 
 
 
[1] Ver sobre el sentido de idem y de ipse a partir de Ricoeur: Guigou, 2011.
[2] Entrevista: mujer oriunda de la zona rural próxima a la Ciudad de Minas (Departamento de Lavalleja)    que fue a vivir al barrio de joven al casarse con uno de los hijos de las familias tradicionales de la zona.
[3] Entrevista a madre de familia oriunda del barrio.


 

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